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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Dos terroristas matan a inocentes en una semana, pero sólo uno de ellos aparecerá como terrorista

James Harris Jackson, un exmilitar de 28 años, odiaba a los negros y quería demostrarlo con un asesinato. El viernes de la semana pasada, se subió a un autobús en Baltimore para hacer un viaje de 300 kilómetros hasta Nueva York. ¿Por qué tan lejos? A los policías que le interrogaron les dijo que esa ciudad es “la capital del mundo para los medios de comunicación”. “Quería que fuera como una gran declaración pública”, explicó William Aubry, jefe de detectives de la Policía de Nueva York en Manhattan.

En la noche del lunes eligió a su víctima en el cruce de la 36 con la Novena Avenida. Fue una decisión aleatoria. Tres manzanas antes, se había fijado en otra persona. A las 23.30, vio a Timothy Caughman, un hombre de raza negra de 66 años, y le clavó una espada con una hoja de 45 centímetros. La espada entró por el pecho por encima del corazón y salió por la espalda. La víctima pudo andar dos manzanas hasta llegar a una comisaría cercana. En el hospital no pudieron salvarle.

Caughman vivía en un albergue para los sin techo y se ganaba la vida reciclando botellas y latas. Tenía una cuenta de Twitter y le encantaba hacerse fotos con famosos del cine y la televisión. El día de las últimas elecciones, se fotografió orgulloso antes de votar.

Al día siguiente del crimen, Jackson visitó la Biblioteca Pública de Nueva York para leer por internet noticias sobre la muerte de Caughman. El miércoles por la mañana, se entregó en una comisaría. En principio, la policía le acusa de asesinato en segundo grado, pero confía en que la investigación permita clasificar el crimen como un delito de odio premeditado –por motivos raciales– con lo que podría terminar acusándole de asesinato en primer grado.

El asesinato racista de Caughman no apareció en medios españoles o europeos (en Nueva York hubo 335 homicidios en 2016, una cifra históricamente muy baja), sí en la prensa de la ciudad norteamericana a partir del jueves (ocupando la portada del Daily News).

Jackson pasó tres años en el Ejército y estuvo casi un año destinado en Afganistán. No formaba parte de ninguna organización terrorista y no aparecerá definido como terrorista en ningún sitio. Estaba motivado por una ideología de odio, no le importaba quién fuera en concreto su víctima y quería que su crimen tuviera la máxima repercusión para enviar un mensaje a toda la sociedad (de ahí que se desplazara hasta Nueva York).

El autor del atentado de Londres

No se conocen muchos datos aún de Khalid Masood, un británico de 52 años que vivía en Winson Green, en la periferia de Birmingham. El miércoles, alquiló un todoterreno en Birmingham y condujo hasta Londres, a 190 kilómetros. Allí arrolló a un grupo de peatones en el puente de Westminster y mató a tres personas: Aysha Frade, una profesora de 43 años, Kurt Cochran, un turista norteamericano, y Leslie Rhodes, un jubilado de 75 años. Masood salió del coche y asesinó con un cuchillo al policía Keith Palmer, de 48 años, antes de ser abatido a tiros por otros agentes.

El ataque –con cuatro muertos y cerca de 30 heridos– fue calificado de inmediato como atentado terrorista por la policía y los medios. Ocurrió junto al Parlamento en una de las zonas más vigiladas y más visitadas por los turistas en Londres y, por el atropello en el puente, recordaba a los atentados de Niza y Berlín, aunque a una escala mucho menor.

Khalid Masood tenía numerosos antecedentes delictivos entre 1983 y 2003, sin relación con el terrorismo, pero ninguno desde entonces. Theresa May dijo en el Parlamento que el MI5 lo había investigado años atrás, pero no lo había considerado una amenaza seria. Se sabe que vivía con su pareja y tenía un hijo de cinco años. Sus vecinos hicieron las declaraciones de costumbre diciendo que era una persona normal y agradable. Era británico. Había nacido en Kent. Por lo que se sabe de él, no formaba parte de ninguna organización terrorista.

Es muy posible que se sintiera motivado por la ideología de ISIS u otro grupo yihadista, de la misma forma que Jackson se sentía inspirado por décadas de odio racista.

El párrafo anterior dedicado a Jackson se podría aplicar casi de forma literal a Khalid Masood: estaba motivado por una ideología de odio, no le importaba quién fuera en concreto su víctima y quería que su crimen tuviera la máxima repercusión para enviar un mensaje a toda la sociedad. De ahí que no se limitara a matar a alguien en Birmingham con el vehículo, sino que se desplazó hasta Londres, al corazón del poder político británico e intentó entrar en el Parlamento para seguir matando.

La realidad de la cobertura sobre terrorismo en EEUU

Cuando la Administración de Trump afirmó que los medios de comunicación no estaban informando sobre algunos atentados terroristas –dando a entender que se estaba subestimando la amenaza yihadista–, tres académicos de la universidad de Georgia State hicieron un estudio basado en datos, es decir, en la realidad, y llegaron a la conclusión opuesta. La cobertura de los medios de comunicación tiende a sobrerrepresentar allí los atentados cometidos por musulmanes, en especial si han nacido fuera de EEUU.

“En un estudio reciente, descubrimos que los medios informativos no cubren todos los atentados terroristas de la misma manera. Por el contrario, ofrecen una cobertura extremadamente superior a los atentados cometidos por musulmanes, en especial, musulmanes nacidos en el extranjero, incluso cuando son menos habituales que otro tipo de atentados terroristas”, escribieron en The Washington Post.

Contabilizan 89 atentados en EEUU entre 2011 y 2015 basándose en el Global Terrorism Database. El 12,4% fue ejecutado por musulmanes. De esos 89 ataques, 24 no recibieron ninguna cobertura, más allá de lo que saldría en medios locales. Los cometidos por musulmanes tuvieron el 44% de la cobertura periodística. “En sólo el 5% de todos los atentados terroristas, el autor era musulmán y además nacido en el extranjero, pero esos cuatro atentados recibieron el 32% de toda la cobertura”.

Más números. De media, un atentado cometido por un musulmán aparece en 90,8 artículos. Si es un musulmán extranjero, en 192,8 artículos. El resto es mencionado en 18,1 artículos.

El artículo recuerda que la cobertura se ve afectada también por otros factores, como el número de víctimas o las menciones a la investigación y el juicio si el autor es detenido. Aun así, llega a la conclusión de que si el acto terrorista es obra de un musulmán, recibe de media en EEUU una cobertura 4,5 veces superior a otros casos.

Más allá de los datos, hay múltiples factores que considerar. Los intereses políticos en destacar la gravedad de unas amenazas sobre otras. El peso de las guerras de Oriente Medio y su capacidad para trasladar su violencia a Europa. Las intervenciones militares occidentales en Irak, Siria, Afganistán, Yemen y otros países musulmanes desde 2001. Las razones con las que se justifica el aumento de los poderes del llamado Estado de la vigilancia y el recorte que supone para los derechos civiles. Los atentados cometidos en grandes capitales europeas que han olvidado la frecuencia mucho mayor de ataques terroristas en los años 70 y 80. Todo eso influye de forma inevitable en la cobertura de los medios y la percepción de la opinión pública de esa amenaza.

Dos hombres diferentes

Khalid Masood es considerado por políticos y medios de comunicación un terrorista, y hubiera sido juzgado como tal si estuviera vivo. Jackson es considerado un asesino, uno más en la lista de crímenes que se cometen cada año en Nueva York y por el que recibirá un larga pena de prisión.

El caso de James Harris Jackson no suscitará un debate nacional en EEUU sobre la amenaza del terrorismo. No provocará acusaciones contra la comunidad social o étnica a la que pertenece. No será utilizado por algunos políticos para alertar sobre el peligro que suponen no ya los yihadistas, sino todos los musulmanes. No será utilizado por el Gobierno de Trump para justificar sus medidas contra la inmigración.

Hay crímenes muy similares, pero por una serie de razones se nos presentan como completamente diferentes cuando en el fondo no lo son.