Mientras los terroristas se llevaban a siete mujeres y cuatro menores secuestrados al interior de la selva de Sambisa, en Nigeria, Aisha Bakari Gombi recibió una llamada. La voz era familiar: un jefe militar le pedía reunir a un grupo de cazadores para localizarles.
Las siete mujeres habían desaparecido ese mismo día después de que miembros de Boko Haram atacasen su pueblo, Daggu. Tres personas fueron asesinadas a tiros y coches, casas y tiendas de comida fueron incendiados.
Daggu está a media hora en coche de Chibok, donde más de 200 estudiantes fueron secuestradas en abril de 2014. Ambas aldeas están en la región de Borno, al noreste de Nigeria, que lamentablemente se ha ido acostumbrando a los ataques cometidos por el grupo terrorista más letal del mundo.
Bakari Gombi creció cerca de la selva de Sambisa, donde los extremistas siguen actuando a pesar de la ofensiva militar del año pasado que destruyó muchos de sus principales campos. Solía cazar antílopes, babuinos y gallinas de Guinea junto a su abuelo. Ahora caza a Boko Haram.
Hay miles de cazadores en la región que han sido reclutados por el Ejército de Nigeria. Pero Bakari Gombi es una de las pocas mujeres involucradas y se ha convertido en una heroína para los cazadores y la gente local. Su valentía le ha valido el título de “reina cazadora”.
La primera misión de rescate en Daggu fracasó: “Boko Haram estaba bien armado. Pero vimos dónde estaban” [las chicas], explica Bakari Gombi la mañana siguiente a la misión. “Podríamos liberarlos si el Ejército nos diese armas mejores”, añade mientras observa la escopeta de doble cañón en su regazo.
Como muchos otros en las zonas rurales del noreste de Nigeria, Bakari Gombi es musulmana, pero también cree en espíritus tradicionales. Uno de sus rituales es bañar a sus compañeros cazadores con una poción secreta que les proteja de las balas.
Bakari Gombi, de 38 años, lidera un grupo de hombres de entre 15 y 30 años que se comunica utilizando lenguaje de signos, sonidos de animales e incluso imitando el canto de los pájaros. “Boko Haram me conoce y me teme”, asegura Bakari Gombi, cuyo grupo de cazadores ha rescatado a cientos de hombres, mujeres y niños.
El Ejército nigeriano empezó a reclutar a mujeres en 2011 y, aunque los números siguen siendo bajos a nivel nacional, en esta región algunas tienen razones personales para unirse a la contrainsurgencia. Una de ellas es Hamsat Hassan, cuya hermana fue secuestrada por Boko Haram hace dos años. Nadie la ha visto desde entonces.
“No podía ni disparar un arma cuando me uní a la Asociación de Cazadores en un pueblo también llamado Gombi, pero lo que sabía era que quería vengarme de la gente que ha secuestrado a mi hermana”, explica. Sus abuelos cuidan de sus siete hijos para que ella esté disponible para cazar en cualquier momento que se le necesite.
Aunque la mayor parte del grupo son voluntarios que combinan sus compromisos con otros trabajos, Bakari Gombi y Hassan están entre los 228 cazadores reclutados el año pasado formalmente por una autoridad del gobierno local.
Pero en octubre dejaron de recibir los 10.000 naira (30 euros) que cobraban por sus servicios. Dos meses después, la mayor parte del equipo salió del programa, aunque algunos, Bakari Gombi y Hassan incluidas, siguen comprometidos con la lucha.
Bukar Kimeta, jefe de la Asociación de Cazadores de Gombi, señala que aunque Boko Haram se está reagrupando en los alrededores, el derrumbamiento del programa y la falta de financiación les han dejado incapaces de abordar la amenaza creciente.
Soldados desmayados por falta de agua y comida
Los cazadores no son los únicos con dificultades financieras. En diciembre, un grupo de soldados nigerianos subieron un vídeo a YouTube en el que pedían equipo, comida y agua. El vídeo mostraba supuestamente a soldados desmayados por la falta de comida y agua. En otro vídeo se observa a soldados pelear por conseguir agua de un helicóptero de suministro.
El Ejército también se enfrenta a escándalos de corrupción al más alto nivel. El exasesor de seguridad nacional, Sambo Dasuki, será juzgado por robar presuntamente dos millones de euros asignados a la compra de armas para la lucha contra Boko Haram.
Los cazadores creen que sus habilidades de rastreo son fundamentales para los esfuerzos de contrainsurgencia del Ejército, independientemente de la falta de recursos.
“Estoy esperando una llamada que me autorice a volver y rescatar a las mujeres y niños de Daggu, pero no sé si nos darán más armas”, cuenta Bakari Gombi. Reciba o no las armas que necesita, promete que su misión de sacar a Boko Haram del bosque donde ella creció no cesará.
Traducido por Javier Biosca Azcoiti