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Alemania empieza a reaccionar un mes después del asesinato de un político alemán por un neonazi

Philip Oltermann

Berlín —

Si dos empleados de un restaurante de kebabs no hubieran acudido al rescate de Andreas Hollstein la noche del 27 de noviembre de 2017, el alcalde de Altena probablemente se habría convertido en el primer político alemán asesinado por un radical de extrema derecha desde el fin del nazismo.

Sin embargo, el hombre de 57 años sobrevivió a una puñalada en el cuello hecha con un cuchillo de 34 centímetros por un vecino del pueblo enfadado por la posición progresista del alcalde frente a la crisis de refugiados.

Diecinueve meses más tarde, otro político alemán tuvo menos suerte. Walter Lübcke, miembro de la Unión Demócrata Cristiana (CDU, por sus siglas en alemán) de Angela Merkel, fue asesinado de un tiro en la cabeza en la terraza de su casa cerca de Kassel, en el estado de Hesse. El neonazi Stephan Ernst se confesó autor del asesinato, también un acto de “venganza” por la postura favorable de Lübcke hacia la inmigración.

Un mes antes del homicidio, en una conversación con The Guardian Hollstein advirtió de que las autoridades alemanas deben actuar rápidamente para proteger de ataques similares a sus funcionarios públicos en zonas rurales. Así como asegurarse de que los más jóvenes no se alejen de la política por miedo a poner en riesgo sus vidas.

“Lo que estamos viviendo es una pérdida total del respeto por las personas que trabajan en el ámbito público. No solo los políticos, sino todos los funcionarios, los policías, los bomberos, los conductores de ambulancias”, afirma Hollstein, que aseguró que desde el asesinato de Lübcke ha recibido cuatro nuevas amenazas de muerte.

Hollstein ha rechazado la protección policial y se ha negado a que quitaran sus datos de contacto del sitio web del ayuntamiento, argumentando que los representantes políticos de las zonas menos pobladas deben mantenerse en contacto con la gente. “No tiene sentido trabajar en política aquí y no ser accesible a los ciudadanos que representamos”, opina.

“Tras el asesinato de Lübcke, creo que lo primero que deberíamos esperar de los representantes políticos es un mayor autocontrol en sus discursos”, continúa. Sin embargo, es ahora, un mes después del asesinato de Walter Lübcke, cuando parece que Alemania comienza a darse cuenta de la magnitud de la tragedia.

El jueves, 10.000 personas salieron a las calles de Kassel en contra de la violencia de extrema derecha. No se han logrado organizar manifestaciones similares a nivel nacional a pesar de la llamada del Ministro de Asuntos Exteriores, Heiko Maas, a instaurar los 'jueves por la democracia', similar a los 'viernes por el futuro' de la lucha contra el cambio climático.

“¿Por qué los alemanes no estamos inundando las calles en señal de rechazo?”, aludía Hatice Akyün, columnista del periódico Der Tagesspiegel. “Ahora, tras la muerte de Walter Lübcke, aparentemente a manos de un nazi que las autoridades conocen desde hace años. Después de las amenazas de muerte contra la alcaldesa de Colonia, Henriette Reker, y contra decenas de políticos”, señalaba.

En el caso del partido de extrema derecha Alternativa para Alemania (AfD, por sus siglas en alemán), la reflexión silenciosa y la templanza fueron reemplazadas por la negación violenta. La semana pasada, durante un debate en el Parlamento Federal (Bundestag), el delegado de AfD Gottfried Curio llegó a decir que el asesinato de Lübcke estaba siendo instrumentalizado para desprestigiar a los “políticos enemigos”. Martin Hess, también miembro de AfD, criticó que otros partidos estarían llevando a cabo una “campaña de aniquilación” contra su formación.

En el Parlamento de Baviera, un representante político de AfD se negó a hacer un minuto de silencio en honor a Lübcke. En el legislativo de Stuttgart, el partido de Wolfgang Gedeon declaró que el terrorismo de extrema derecha es “caca de pájaro” en comparación con la amenaza que suponen los extremistas islámicos y la extrema izquierda.

Otro político de AfD culpó a la canciller alemana por la muerte de su colega. “Si la canciller Angela Merkel no hubiera abierto ilegalmente las fronteras, Walter Lübcke todavía estaría vivo”, afirma Martin Hohmann en un comunicado de prensa.

En Reino Unido, tras el asesinato de la parlamentaria laborista Jo Cox a manos de un hombre cercano a la extrema derecha poco antes del referéndum del Brexit en junio de 2016, se convocó al Parlamento para rendirle homenaje, se estableció un fondo para apoyar las causas que movilizaban a Cox, y se organizó un evento en su honor en Trafalgar Square. Aún así, los que predijeron que la tragedia cambiaría el tono de los debates políticos en el Reino Unido se equivocaron.

Dentro del ala progresista de la CDU de Merkel existe la esperanza de que el asesinato de Lübcke, un legislador poco conocido fuera del estado de Hesse, pueda tener un efecto más duradero en la política alemana. La líder de la CDU, Annegret Kramp-Karrenbauer, declaró que si alguien guardaba la esperanza de que su partido formara una coalición de gobierno con la AfD en el futuro, que “cierren los ojos y piensen en Walter Lübcke”. “Todos los miembros de la CDU que hablan o sueñan con una coalición con la AfD deben preguntarse cómo cuadran eso con su consciencia”, señaló.

Peter Tauber, secretario general de la CDU hasta 2017, declaró que el ala derecha de su partido le facilitó el ascenso a la AfD al “no querer admitir que la derecha no puede estar integrada o conectada con nosotros”. “El enemigo está aquí delante, y no hay dudas de que está a nuestra derecha”, escribió Tauber en un artículo de opinión en el periódico Die Welt.

Ruprecht Polenz, otro antiguo secretario general de la CDU, reconoció que el asesinato de Lübcke ha generado un intenso debate entre los votantes de su partido sobre las raíces del extremismo. “La idea de que la CDU puede recuperar votos inclinándose hacia la derecha e imitando a la AfD está fuera de discusión”, afirmó Polenz. “Sobre esta cuestión, el partido está más unido ahora que hace un año”, añadió.

La determinación de la CDU se pondrá a prueba en otoño, cuando tres grandes estados de la antigua Alemania Oriental acudan a las urnas. En Sajonia y Brandenburgo, los sondeos anticipan una victoria de la AfD, que tendrá que formar coaliciones para poder gobernar.