Alexéi Navalni lleva años con una diana en la espalda. Como líder de la oposición en Rusia, ha irritado a varios de los hombres más poderosos del país con sus investigaciones publicadas en YouTube sobre la corrupción a escala industrial que en su opinión ha proliferado bajo Vladimir Putin.
Navalni enfurece a sus investigados. Viktor Zolotov, jefe de la Guardia Nacional de Rusia (una fuerza dotada con 300.000 hombres), amenazó con convertir a Navalni en un “jugoso bistec” por lo que él llamó fabricaciones difamatorias en una de las investigaciones. Una empresa vinculada a Yevgeny Prigozhin, el magnate ruso de la restauración conocido como “el chef de Putin”, demandó con éxito a la Fundación Anticorrupción de Navalni por 1,6 millones de dólares tras una información sobre almuerzos escolares contaminados. La decisión de los tribunales de bloquear un vídeo que Navalni había hecho sobre Dmitri Medvédev, expresidente de Rusia, contribuyó a desatar las protestas callejeras de Moscú en el verano de 2017.
Abogado de formación, Navalni comenzó sus investigaciones sobre empresas energéticas estatales rusas a finales de los años 2000 (su medio de comunicación principal era un blog de LiveJournal). Sus actividades se han ampliado y ahora incluyen una combativa sala de redacción, un centro de investigación en manos de la oposición y un cuartel general de estrategia de campaña que busca desbancar al partido Rusia Unida canalizando votos a los opositores con más posibilidades.
Pero en ningún momento ha dejado de ser un periodista de investigación que destapa escándalos. Usando los registros de las empresas, las imágenes de los drones y el contenido de las redes sociales, demuestra cómo el círculo íntimo de Putin está desviando presuntamente miles de millones y lo presenta de una forma atractiva para los millones de rusos con destrezas en Internet.
“La actividad primordial de Navalni es investigar la característica más importante del régimen de Putin: la corrupción”, sostiene Lyubov Sobol, aliada y abogada en su Fundación Anticorrupción. “Estas investigaciones han hecho de él la principal figura de la oposición en Rusia”.
Por el mismo motivo llevan años presionándolo. En 2019 lo envenenaron mientras estaba entre rejas y en 2017 lo atacaron con un tinte verde que le dejó parcialmente ciego de un ojo. Sus protestas le han hecho pasar meses en la cárcel, así como en los tribunales por una serie de casos penales.
Las personas cercanas a él también han sufrido. Su hermano pasó tres años y medio en una colonia penal por malversación de fondos, un caso denunciado por los dos hermanos como motivado por razones políticas. A un importante investigador y aliado de Navalni lo arrestaron y enviaron al remoto Ártico para su servicio militar obligatorio. Y al marido de Sobol, el antropólogo Sergei Mokhov, le dieron convulsiones en 2016 después de que le clavaran una jeringuilla en la parte superior del muslo. Sobol responsabilizó de aquel ataque a un aliado de Putin. En una entrevista difundida este jueves, la abogada de la Fundación Anticorrupción dijo que el envenenamiento es el “sello del Kremlin”.
Navalni estaba esta semana en un viaje de trabajo previo a las elecciones regionales cuando su entorno cree que fue envenenado. Sobol señala que el opositor estaba trabajando en una investigación sobre Siberia. Pero también sostiene que la orden de atacarlo tiene que venir de una autoridad superior en el Gobierno. “Es poco probable que alguna autoridad menor, local, o incluso un gobernador local, se haga cargo de un delito tan grave”, dijo.
El portavoz del Kremlin, DmitrI Peskov, ha comunicado que habrá que esperar a los resultados de las pruebas para saber qué provocó el agravamiento de la salud de Navalni. Según la agencia oficial de noticias Tass, la policía no está considerando la posibilidad de un envenenamiento deliberado. Los médicos que han tratado a Navalni en Siberia han rechazado este viernes su traslado a Alemania y han afirmado que no han encontrado veneno en las pruebas, pero no han revelado el diagnóstico. Desde el entorno del opositor afirman que solo es una estrategia para esperar hasta que el veneno desaparezca de su organismo.
A principios de los años 2000, Navalni ocupó cargos en el partido liberal Yabloko y a finales de la década derivó hacia la política nacionalista. En 2008 compró acciones en cinco empresas energéticas rusas para acceder a sus reportes financieros y en 2010 publicó un informe filtrado en el que se hablaba de un robo de hasta 4.000 millones de dólares a Transneft, una empresa controlada por el Estado, durante la construcción de un oleoducto.
Surgió como líder de la oposición durante las protestas de Bolotnaya en 2011, cuando más de 100.000 rusos marcharon contra un presunto pucherazo en las elecciones parlamentarias que coincidía con el anuncio de Putin de buscar su tercer mandato presidencial.
Tras perder las elecciones a la alcaldía de Moscú en 2013 (sacó el 27% de los votos), Navalni se dedicó a organizar boicots a las elecciones presidenciales de 2018 y al referéndum de 2020 que permite a Putin seguir hasta el 2036 en el poder si vuelve a ganar las elecciones.
Esa actividad no ha impedido que, varias veces al año, él y su equipo publiquen una investigación de gran envergadura, como la que vinculó con el crimen organizado a un exfiscal general; la que mostró al portavoz de Putin (Peskov) en un yate de lujo que no podía permitirse; o la que difundió la lista de lujosos regalos (aparentemente financiados por los contribuyentes rusos) que el gerente de un banco estatal ruso entregó a su amante, incluyendo una placa en un banco del Central Park de Nueva York que dice: “No olvides que somos de la misma sangre. TE QUIERO”.
“Creo que toda su actividad es muy irritante: las investigaciones, las actividades políticas, su deseo de participar en las elecciones”, dice Petr Verzilov, editor de Mediazona. En 2018, Verzilov sufrió un envenenamiento que, en sus propias palabras, fue “exactamente igual al de Navalni”. “El Kremlin entiende que encarcelarlo solo servirá para aumentar su popularidad y provocar protestas masivas... pero uno espera como posible un ataque físico, un envenenamiento”.
De alguna manera, Navalni se las había arreglado para eludir destinos espeluznantes como el de Boris Nemtsov, uno de sus aliados cercanos, que en 2015 y a la vista del Kremlin fue abatido a tiros. Pero Navalni no sabe cómo lo había conseguido hasta ahora: “La gente siempre me pregunta eso”, dijo en 2017 al periódico The Guardian. “No tengo respuesta para esa pregunta. Supongo que lo más probable es que no consiguieron encerrarme cuando podían haberlo hecho fácilmente, y pasado cierto punto se hizo más difícil”.