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¿Cómo alimentar a 9.700 millones de personas? Las startups buscan la solución de la escasez mundial de comida

Nic Fleming

Wageningen —

Las cifras en bruto son abrumadoras. El mundo tiene en la actualidad 7.400 millones de personas y una de cada diez tiene hambre. Los cultivos, que se dispararon en las décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial, se están estancando y la predicción de la ONU es que en 2050 tendremos 2.300 millones de bocas más que alimentar.

¿Cómo podemos alimentar a la población sin cargarnos el planeta? Según algunas estimaciones, los esfuerzos por alimentar el mundo constituyen la tercera causa de emisión de gases de efecto invernadero. Los métodos insostenibles de producción están agotando los nutrientes de la tierra a un ritmo que no le permite reabastecerse. La creciente demanda de carne aumenta la deforestación ya que cada vez se necesita más tierras para alimentar al ganado.

Sin embargo, unos brotes verdes de esperanza están empezando a florecer y los investigadores de distintas áreas buscan soluciones al problema. La cultura de la creación de startups y fondos de capital de riesgo, que en otros sectores han sido un importante factor de cambio, ahora está ganando terreno en el sector de la agricultura y la alimentación y ya no solo opera desde su feudo en la Costa Oeste de Estados Unidos.

La raíz del problema

Una idea que está tomando fuerza, especialmente en climas muy calurosos, es encontrar nuevas formas de mantener las raíces de los cultivos a una temperatura óptima con independencia del tiempo.

Los agricultores utilizan cada vez más invernaderos y tecnologías que pueden calentar y enfriar el aire y la tierra que rodea las plantas. La empresa Roots Sustainable Agricultural Technologies, situada cerca de la ciudad israelí de Netanya, asegura que ha diseñado un sistema más inteligente, más económico y más ecológico.

“Si la diferencia de temperatura por encima y por debajo de la superficie es demasiado pronunciada, las plantas no pueden transportar los nutrientes de la raíz hasta la copa de forma eficiente”, indica Sharon Devir, un ingeniero agrónomo que es uno de las fundadores de la empresa.

La tierra que se encuentra cerca de la superficie se calienta o se enfría con el calor del sol o la ausencia del mismo. El sistema ideado por la empresa utiliza bobinas de tuberías llenas de agua instaladas a unos 7 metros de profundidad para calentar o enfriar la tierra que rodea las raíces de los cultivos. Utiliza alternativamente tuberías aisladas y no aisladas situadas cerca de las raíces para ahorrar energía, y al mismo tiempo puede verter agua, fertilizantes y pesticidas.

Es una tecnología única que permite calentar y enfriar las raíces, y utiliza la tierra como fuente de intercambio de temperatura. Muchos sistemas de invernadero actuales calientan el aire en vez de la tierra, y utilizan calderas muy costosas para calendar el agua que circula por las tuberías.

La empresa asegura que ha conseguido aumentar las cosechas: el 10% para las lechugas, el 25% para las fresas y el 30% para la albahaca. Además, en las pruebas piloto realizadas en Israel ha conseguido un ahorro de energía de cerca de un 80% en comparación con los sistemas tradicionales. Ahora, probará su sistema en dos granjas españolas que cultivan fresas y pepinos. Con el objetivo de ampliar sus operaciones está buscando inversores que puedan aportar cerca de 4 millones de euros.

De la misma forma que en los últimos años la industria farmacéutica ha intentado modernizarse y le ha costado impulsar cambios desde dentro, las grandes empresas del sector agrícola han sido reacias a innovar y en gran medida han quedado estancadas.

“El sector de la tecnología agroalimentaria no ha experimentado cambios relevantes en las últimas décadas, de hecho, se ha modernizado menos que otros sectores”, indica Jan Meiling, responsable de StartLife, una incubadora de proyectos relacionados con la alimentación y la agricultura, con sede en la Universidad de Wageningen, en Holanda: “Siempre ha sido un sector muy tradicional, con un funcionamiento que no permite que surjan ideas revolucionarias”.

En el contexto de una conferencia celebrada recientemente, Louise O Fresco, la presidenta de la universidad, indicó: “las reglas del juego han cambiado. No fueron las grandes empresas de taxi las que crearon Uber y la cadena de hoteles Hilton no creó Airbnb. Necesitamos un cambio radical”.

Sin desperdicio de alimentos, no hay basura

Si bien muchos innovadores del sector agrícola buscan la forma de aumentar la producción, otros están abordando el problema desde otros ángulos. La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) calcula que anualmente se tiran unas 1300 toneladas de comida, lo que constituye un tercio de la producción total. En gran parte esto es debido a las dificultades logísticas y al corto tiempo de conservación de los alimentos.

La startup FoPo, con sede en Bremen, Alemania, quiere terminar con el hambre del mundo y el desperdicio de alimentos. Se queda con la fruta y la verdura que se ha desechado y la convierte en polvo para aumentar de forma considerable su tiempo de conservación. Trabaja, por ejemplo, con un importador alemán que semanalmente tira unas 27 toneladas de bananas debido a que maduran demasiado rápido.

Quiere que los granjeros y los proveedores se dirijan a ellos directamente para ofrecerles los lotes de uvas, plátanos, fresas, coliflores, brócolis, calamondinas y durios que están a punto de estropearse, y hacer polvo en fruta a través de una técnica de secado y congelado con espray.

“En el siglo XXI es absurdo que en un mundo en el que 800 millones de personas pasan hambre se desperdicien un tercio de los alimentos”, indica uno de los fundadores de FoPo, Gerald Perry Martin: “Ha llegado el momento de abordar este problema de forma más inteligente, encontremos la forma de solucionarlo”

FoPo quiere suministrar su polvo de fruta a las agencias de ayuda humanitaria y a grandes compañías que quieran posicionarse como empresas socialmente responsables. A finales de este año, la compañía lanzará una página web para vender directamente al consumidor. Los consumidores preocupados por el desperdicio de alimentos podrán comprar el polvo de fruta a más de 3 euros los 50 gramos.

Otra startup de Israel ha desarrollado un avance tecnológico que podría transformar el sector. De hecho, es un ejemplo de cómo un sector puede modernizarse a partir de ideas e inventos que originalmente se pensaron para otros sectores. Sensilize, con sede en Haifa, ha lanzado un servicio de sensores por control remoto que proporciona a los agricultores la información necesaria para saber cómo tienen que tratar los cultivos y adaptarse a las condiciones de la tierra.

Este sistema es una forma más avanzada de una tendencia en auge en las grandes explotaciones; la tecnología de frecuencia variable, que permite modificar la siembra, el riego y el uso de abonos y pesticidas según la información recabada por una gran variedad de sensores. Todo esto permite aumentar la producción y reducir costes.

“Antes, los agricultores utilizaban la misma cantidad de fertilizante para todo el campo”, indica el cofundador de Sensilize, Robi Stark: “sin embargo, los cultivos varían y ahora tenemos la capacidad de detectar esta diferencia y ahorrar tiempo y dinero”.

Stark y sus socios han utilizado las técnicas y los conocimientos que adquirieron anteriormente, ya que diseñaron aplicaciones de sensores remotos para el ejército. Han conseguido diseñar un sensor que se instala directamente en una avioneta y mide la proporción de luz solar que se refleja en los cultivos. A este sensor lo llaman “El ojo de Robin” y analiza los niveles de luz reflejada en diferentes longitudes de ondas, lo que permite apreciar el grado de pigmentación; el verde de la clorofila, el naranja de los carotenoides y el rojo de las antocianinas.

Con esta información, los granjeros pueden evaluar el estado de los cultivos y pueden detectar problemas y usar fertilizantes, pesticidas y agua de forma más eficiente.

El sistema de Sensilize sopesa la información según los cambios de estación, atmosféricos y de luz. La compañía ya ha tenido ocasión de mostrar su innovador sistema a clientes de Israel, Sudáfrica, Francia y el Reino Unido y vende la información que recaba a unos 2 euros la hectárea en el caso de cereales y a 13 euros la hectárea en el caso de cultivos de más valor, como por ejemplo, las uvas.

Stark cree que la agricultura del futuro usará la alta tecnología: “Nuestro sistema representa para las explotaciones agrícolas algo así como el Internet de las cosas”, indica: “Los drones volarán y suministrarán información que será analizada para que los robots puedan fumigar los cultivos de forma más eficiente y a gran escala”.

Otras empresas que asistieron a la conferencia de Wageningen se centraron en el desarrollo de fuentes de proteínas que no procedan del pescado o de la carne. Los asistentes pudieron degustar gusanos de harina criados en granjas holandesas por Proti-Farm, pasta de algas elaborada por la empresa Seamore Foods, con sede en Amsterdam, y un preparado con plantas, un convincente sustituto de pollo, elaborado por Plenti@Protein, con sede en Washington. Todo acompañado con las bebidas de algas de la compañía holandesa Algreen.

Todas estas propuestas pueden contribuir de forma significativa a la búsqueda de soluciones sostenibles que permitan alimentar a una población mundial en rápida expansión.

Sin embargo, para que las ideas se conviertan en soluciones reales necesitan financiación. Un informe publicado en febrero por la plataforma de crowfunding en internet AgFunder evidenció que muchos inversores que hasta ahora se mantenían a una prudente distancia de este sector ahora están empezando a mostrar interés.

El informe señala que desde 2012, todos los años se ha duplicado la inversión global en innovaciones tecnológicas para la agricultura; de 500 millones de dólares en 2012 hasta 4.600 millones el año pasado. La industria agrícola representa el 10% del PIB mundial, pero solo capta el 3,5% de las inversiones de capital de riesgo.

Las empresas de Estados Unidos siguen liderando este sector; pero cada vez menos. En 2014 canalizaron el 90% de las grandes inversiones mientras que en 2015, solo el 58%.

“A pesar de que el sistema actual es sumamente ineficiente y estamos desechando una gran cantidad de alimentos, prácticamente no se ha invertido en avances tecnológicos para el sector agrícola y que son pocos los emprendedores interesados en este sector”, indica Adam Anders, uno de los socios de Anterra Capital, una sociedad de capital de riesgo centrada en la alimentación y en la agricultura: “Ahora estamos presenciando un cambio de mentalidad, y las grandes empresas están prestando más atención a la innovación y a las inversiones, algunas solo para protegerse y las otras porque creen sinceramente que es lo mejor para el futuro de su negocio. Es un cambio radical en un sector en el que hasta ahora los emprendedores ajenos al negocio no han contribuido a su renovación”.

Traducción de Emma Reverter