Como investigador convertido en escritor, James Comey ha desarrollado un ojo forense para el detalle. El color de las cortinas del Despacho Oval. El largo de la corbata de Donald Trump. Detalles sobre el ex presidente de Estados Unidos que la cámara suele perder.
“Donald Trump comunica a quienes tratan con él en privado una intimidación, y una mezquindad, que no se pone de manifiesto en la mayoría de las opiniones públicas sobre él”, dice Comey, ex director del FBI, desde su casa en McLean, un suburbio en Virginia aledaño a Washington.
Cuán intimidatoria y amenazante puede ser esa influencia, lo sintió Estados Unidos el 6 de enero, cuando en Washington una turba formada por partidarios de Trump irrumpió en el Capitolio. Cinco personas, incluido un oficial de policía, murieron en el caos consiguiente. Comey, a quien muchos progresistas responsabilizan por sus intervenciones poco ortodoxas en las elecciones de 2016, las que llevaron a Trump a la Casa Blanca, observó el espectáculo con horror.
“Me puso malo ver un ataque al corazón literal y simbólico de nuestra democracia y, como persona encargada de hacer cumplir la ley, me enojó lo que veía. Estoy desconcertado y furioso porque el Capitolio no fuera defendido. ¡Está en la cima de una colina! Si querías defenderlo, podías defenderlo, y por alguna razón no estuvo bien protegido. Creo que es un fracaso del tamaño del 11-S y vamos a necesitar una comisión del tipo de la que se formó para investigar el 11-S para entender los hechos y no repetirlos”.
Si siguiera trabajando en el edificio de arquitectura brutalista de la Avenida Pensilvania que es el cuartel general del FBI, Comey estaría al frente de la búsqueda de terroristas estadounidenses que pusieron en peligro la seguridad nacional. Él extraña ese cargo del que fue despedido.
Con 60 años, padre de cinco hijos y abuelo de uno, pasó la pandemia aprendiendo yoga, entrenándose para volver a ser padre adoptivo y preparándose para un puesto docente que ocupará en la Universidad de Columbia en Nueva York.
Nuevo libro
Comey ha escrito un libro de memorias, Salvando la Justicia: verdad, transparencia y confianza, breve corolario de su bestseller de 2018, Una lealtad más alta. El nuevo libro incluye, entre otras cosas, anécdotas de su carrera policial, enredos con la mafia en Nueva York, y citas de William Shakespeare y de Donald Trump (quien le contó a Comey “Putin me dijo: 'En Rusia tenemos a algunas de las prostitutas más hermosas del mundo'”). Reconoce los fallos de de su amado FBI pero a la vez defiende la nobleza de sus objetivos; pide que se retire de la sede de la agencia federal de investigaciones el nombre de su ex director J. Edgar Hoover y se la rebautice con el del héroe afroamericano de los derechos civiles, John Lewis.
Pero no hay escapatoria respecto a las elecciones de 2016 y a la polémica investigación que llevó adelante el FBI sobre el uso de un servidor de correo electrónico privado por parte de Hillary Clinton, en su casa de Nueva York, mientras la futura rival de Trump en las presidenciales era todavía secretaria de Estado del Gobierno de Barack Obama. “No quería incluirlo en el libro pero lo hice porque mis editores me convencieron”, dice. “¿Cómo hablar de transparencia y todas estas cosas sin al menos mencionar la cuestión?”
Impulsado por un escrúpulo de transparencia, Comey rompió el protocolo durante la campaña electoral de 2016 al hacer pública su opinión de que, aunque no sería procesada a causa de ello porque no constituía un delito, Clinton había sido “extremadamente descuidada” en su manejo de información clasificada. Luego, solo 11 días antes de la votación en la que Trump saldría victorioso, notificó al Congreso que el FBI estaba revisando más correos electrónicos de Clinton.
Comey está seguro de que la noticia se habría filtrado de todos modos. Clinton culpa a Comey por su derrota inesperada; él sostiene que las decisiones de un director del FBI no pueden estar guiadas por una preferencia personal por un candidato presidencial u otro. “Estoy seguro de que a la gente mi decisión le pareció rígida, obcecada y más cosas, pero yo pienso de otra manera. Entre lo malo y lo catastrófico, elegimos lo malo entre las opciones que teníamos”. (La opción “catastrófica” habría sido permanecer en silencio, lo que habría parecido como un encubrimiento, especialmente si se tiene en cuenta que el Departamento de Justicia ya había quedado comprometido como resultado de una reunión improvisada entre Bill Clinton y la fiscal general).
¿Tan transparente?
Pero, retrospectivamente, ¿fue Comey realmente tan veraz y transparente? Las peroratas infundadas de Trump sobre los prejuicios en el FBI y el ‘Estado profundo’, ¿incitaron a Comey hacia una corrección excesiva en la que nunca habría incurrido el oponente de Clinton hubiera sido un candidato republicano convencional como Jeb Bush?
“Tal vez. Pero yo no estoy seguro de qué es lo que uno haría al respecto incluso si las circunstancias fueran otras”, dice. “Es totalmente legítimo reflexionar de antemano acerca de qué pensará el pueblo de EEUU sobre esta o aquella decisión”.
El año pasado, Una lealtad más alta se adaptó para la televisión, y la serie La regla Comey tuvo como protagonistas a Jeff Daniels y a Brendan Gleeson, quienes interpretaron respectivamente a Comey y a Trump. Entre las escenas más intensas del filme se encuentran aquellas en las que Comey tiene que dar explicaciones a su esposa, Patrice (Jennifer Ehle), antes, durante y después de las decisiones que inclinarían la elección a favor de Trump, alejando a la mujer que habría podido convertirse en la primera presidenta en Estados Unidos y acercando al hombre que se jactaba de agarrar a las mujeres por sus genitales.
“Mi esposa sabía que yo estaba sufriendo angustiado por todo este asunto y que no podía hablar con ella al respecto”, dice. “Me hubiera gustado decirle las cosas justo antes de que se hicieran públicas para que estuviera preparada antes de que saliera en los medios”.
“La reacción más fuerte de mi mujer fue en octubre. Primero estaba en plan, ‘¿Por qué tienes que ser tú? Ta van a sacrificar por esto. Dios mío, desearía que no fueras tú. Y después: ‘Estamos demasiado cerca, demasiado cerca de las elecciones’. Esto también me preocupaba a mí, si yo estaba haciendo algo para ayudar a Donald Trump. Realmente mi esposa quería que una mujer fuera elegida presidenta”.
El ambiente en la casa de los Comey era “sombrío” la mañana después de la victoria de Trump, pero, después de que Comey explicara sus acciones, su esposa e hijas lo entendieron, dice él. En Twitter, la opinión progresista, sin embargo, ha sido menos indulgente.
Cuando él publicó una foto suya el año pasado con una camiseta que decía “Elect more women” (“vota por más mujeres”), el ex portavoz de Clinton, Nick Merrill, tuiteó: “Muchos de nosotros lo intentamos. Lo jodiste. Pero la camiseta definitivamente lo arregla”. Tom D’Angora, productor, director y activista, agregó: “¡Cada cosa horrible que Trump le ha hecho a este mundo comenzó con Comey! Hay SANGRE en tus manos”.
Comey dice que ahora tiene la piel menos fina. “He aprendido a dejar todo esto al margen. No quiero abrir esa ventana, porque me abruma la bilis, así que nunca leo los comentarios en Twitter. Pero tengo que abrir Twitter con la suficiente frecuencia como para ver si no encuentro algo que me haga reflexionar y me deje ver que hay cuestiones importantes que no supe ver.¿Qué voy a hacer? Esto no cambia mi vida ni mi carrera. No soy una persona pública y no quiero postularme para un cargo política. Nunca he estado en una fiesta en Washington DC. No me afecta”.
¿Qué le diría a Hillary Clinton?
Comey y Hillary Clinton no se conocen en persona. Si se encontraran, ¿qué le diría? “Creo que le diría que lamento su dolor. Recuerdo haber leído que ella dijo que le clavé una puñalada. Estoy harto de hablar de esto, pero si ella quisiera hablar, trataría de que entienda por qué razones tomamos las decisiones que tomamos”.
De hecho, Comey supervisaba no una, sino dos investigaciones; la otra estaba relacionada con los misteriosos contactos entre la campaña de Trump y Rusia. Esto incluyó un expediente elaborado por Christopher Steele, un ex oficial del MI6 británico, que contenía la acusación lasciva, pero sin verificar, de que el gobierno ruso tiene en sus manos un video donde se ve a Trump en 2013 mirando cómo trabajadoras sexuales se orinan unas a otras en una habitación de hotel de Moscú.
“Nos llegó a finales de septiembre. Teníamos información desde el verano que podría encajar con esto. No sabía qué hacer con la cuestión, pero, debido a que provenía de una buena fuente deI FBI, nuestro equipo se puso a investigar para llegar al fondo del asunto. Todavía no sé el resultado. De hecho, creo que el informe del Comité de Inteligencia del Senado, junto con el relato [del ex abogado de Trump] Michael Cohen en su libro, probablemente hace que las cosas del ‘video de la orina’ sean más probables de lo que parecía cuando me despidieron”.
El desprecio del 45
Finalmente, Comey tuvo que informar a Trump de las acusaciones, lo que fue “angustioso” y “casi una experiencia surrealista”. Aguantó durante varios meses desagradables como director del FBI, presenciando de cerca el desprecio corrosivo del 45° presidente de EEUU por las instituciones, la comunidad de inteligencia y el estado de derecho. Una noche, Trump quiso hacer pasar a Comey por una prueba de lealtad, en una cena en privado en la Casa Blanca. Cenaron ensalada, gambas al ajillo, pollo, pasta con queso parmesano y helado de vainilla.
“Entonces, pensaba, sentado a la mesa, tengo que proteger al FBI, tengo que protegerme a mí mismo, tengo que evitar una guerra con el presidente de EEUU y tengo que recordar cada palabra que está diciendo, porque puede cometer un delito en mi presencia. Yo estaba tratando de hacer las cuatro cosas a la vez y comer y él no paraba de hablar. No dejaba de sudar, y no es que en la habitación hiciera calor”.
“Se me pasaron tantas cosas por la cabeza que fue agotador. Los 90 minutos, más o menos, pasaron volando y salí de allí tratando de recordar todo lo que me había dicho para poder escribirlo de inmediato”.
Los cómplices
Tales encuentros le dieron a Comey, quien fue despedido en mayo de 2017, un motivo para reflexionar sobre por qué tantos colaboradores, facilitadores y ejecutores se han inclinado ante la voluntad de Trump y abrazado su realidad alternativa, defendiendo lo indefendible y proclamando que dos más dos son cinco si el presidente así lo había decretado.
“Rara vez deja de hablar de una manera que no solo está llena de mentiras constantes, sino que atrae a aquellos para quienes habla a un círculo involuntario de asentimiento. Tiene esa forma de mentir y decir: ‘Todos están de acuerdo y por supuesto que todos estamos de acuerdo’. Una ola de mentiras que te golpea y te arrastra”.
“Pero es más complicado que eso, porque la persona que habla es en cierto sentido un objeto de culto reverencial en la religión cívica estadounidense: está sentado en la Oficina Oval y es el presidente de EEUU, por lo que debes creer lo que dice y respetarlo.
“Pienso que hay algo en esa combinación de aspectos y considerandos que lo volvía excepcionalmente capaz de doblegar a la gente - y de hecho doblegó a mucha gente. Esto es realmente algo muy difícil de resistir. Yo fui tomando atajos, convencido que eran tácticas defensivas válidas y eficaces. Guardé silencio en respuesta a la solicitud de lealtad y dije: 'Seré honesto', y luego, cuando llegamos a la fórmula 'lealtad honesta', la acepté, para escapar de esa conversación ”.
Trump tiende a atraer a personas que carecen de una base moral sólida, dice Comey. “Se cuentan a sí mismos historias como: 'Tengo que lidiar con esto para proteger al país; porque soy tan importante para la nación, haré esto que me pide'. Y una vez que él se ha comido tu alma, ya es demasiado tarde, y después uno es el fiscal general de Estados Unidos avanzando a través de la Plaza Lafayette llena del gas de pimienta asfixiante con que la policía despejó una manifestación de protesta, todo para que Trump se dé el gusto de levantar la Biblia. Ahí es donde uno está acabado”.
Apaciguando
La necesidad constante de apaciguar a Trump explotó y cruzó todos los límites y rompió todas las normas cuando cosechó su torbellino el 6 de enero con el ataque de sus partidarios al Capitolio de los EEUU.
Comey ofrece una metáfora fascinante: la central nuclear de Chernobyl en la ex Unión Soviética. Estados Unidos siempre ha tenido un “guiso radioactivo” de violencia, sugiere, pero en las últimas décadas se ha mantenido en gran parte dentro de un edificio de contención (la ley) y se ha suavizado con barras de control (expectativas culturales, como evitar insultos racistas).
“Lo que Donald Trump ha hecho durante los últimos cinco años es atacar el edificio desde el exterior para debilitar sus cimientos”, dice Comey. “Ha retirado las barras de control, y esa es una receta para un desastre nuclear, una fuga de radiación letal. Eso es lo que vimos en la colina del Capitolio, nuestro propio Chernobyl, cuando la cruenta violencia radioactiva y el racismo de Estados Unidos estallaron a la vista del público”.
Comey fue republicano la mayor parte de su vida, pero ahora se describe a sí mismo como independiente. Reconoce que la decadencia del partido comenzó mucho antes de Trump, con extremos partidistas como Newt Gingrich y Sarah Palin. Pero Trump es el primer presidente en ser sometido dos veces a juicio político, el segundo por incitar a una insurrección contra el gobierno de Estados Unidos.
“Al partido republicano hay que cambiarlo de arriba a abajo”, dice Comey. “Algo está cambiando y espero que sea la falla tectónica que se está abriendo, una ruptura entre los trumpistas y las personas que quieren intentar construir un partido conservador responsable, porque todos deberían saber que lo necesitamos. ¿Quién querría ser parte de una organización que en su esencia se basa en mentiras, racismo e ignorancia? Simplemente no es una organización política saludable”.
El futuro penal del ex presidente
La purga podría acelerarse si Trump se enfrentara a un proceso penal ahora que ha dejado el cargo. Comey cree que un juicio del estado de Nueva York sobre acusaciones de fraude bancario y de fraude de seguros de las empresas de Trump sería una forma menos divisiva de llevarlo ante la Justicia en tribunales federales.
“Pasado todo el tiempo que pasó, y todo lo que pasó, sigo pensando que no ayuda al país un docudrama cotidiano en el veríamos en la televisión todos los días el juicio Estados Unidos v.Trump desarrollarse en los tribunales de la capital de nuestra nación durante tres años. Eso le daría oxígeno y le daría la atención que tanto anhela y sería mucho más difícil para el nuevo presidente curar al país tanto espiritual como físicamente, y sacar a algunas personas de la nebulosa de mentiras en la que están atrapadas”.
“Simplemente creo que, en general, al país le irá mejor si hay una condena del Senado en el juicio político y se deja que los fiscales locales de Nueva York procesen a Trump por ser el estafador que era antes de asumir la presidencia. Esta combinación de procesos se adapta mejor a la importancia que tiene para el interés público que se reafirme el Estado de Derecho, pero no lo hace de una manera tal que se le vuelva imposible al nuevo presidente hacer avanzar al país”
Quien fuera la némesis de Comey se ha ido de la Casa Blanca, derrotado y repudiado. Es el resultado de unas elecciones en la que la ciudadanía acudió a votar en números récord a pesar de la pandemia, en la cual los altos cargos electorales (incluidos los republicanos) aseguraron un recuento justo de los votos, en la cual los tribunales (incluidos los jueces designados por Trump) desestimaron demandas absurdas. Y es el resultado de que, pocas horas después del fallido asalto de quienes irrumpieron en el Capitolio, el Congreso votó para certificar la victoria de Joe Biden.
La democracia estadounidense tuvo una experiencia cercana a la muerte, pero sobrevivió. “Soy profundamente optimista”, dice Comey. “Estados Unidos es un país maravilloso, complicado y fastidiado, pero siempre está mejorando. Por lo general, empeora antes de mejorar, pero en esos casos, el éxito después es todavía mejor y mayor: por eso siempre progresamos. Soy optimista, este será el punto de inflexión que tanto necesitamos. Desearía que no hubiera sido así, pero creo que esto hará que los estadounidenses sepan reconocer cuáles son las cosas que realmente importan”.
Saving Justice: Truth, Transparency and Trust, (Salvando a la Justicia: verdad, transparencia y confianza) el libro de James Comey, fue publicado por la editorial Macmillan
Traducción de Alfredo Grieco y Bavio