Ambos son un caso insólito en el mundo político de sus respectivos países. Durante mucho tiempo estuvieron relegados en un margen del espectro político: Bernie Sanders, el senador estadounidense octogenario que inspiró a un ejército de votantes mucho más jóvenes que él; y el sindicalista Mick Lynch, un extrabajador de la construcción e hijo de inmigrantes irlandeses que ha alcanzado notoriedad en Reino Unido como líder del sindicato de Trabajadores Ferroviarios, Marítimos y del Transporte (RMT). “Creo que Lynch ha conseguido llegar al corazón de la gente”, dice Sanders.
El líder de facto de la izquierda estadounidense ha puesto su considerable peso político al servicio de una nueva campaña llamada Enough Is Enough (Ya basta) y que intenta luchar contra la creciente crisis del coste de la vida en Reino Unido. La campaña ha sido auspiciada en parte por Lynch y el su sindicato RMT. “'Ya basta', curiosamente, es una expresión que utilizamos mucho”, dice Sanders. “La gente está harta de trabajar a menudo más horas por salarios bajos, harta de que sus hijos tengan un nivel de vida inferior al suyo y harta de que los multimillonarios se hagan cada vez más ricos mientras ellos se quedan atrás. ¿Por qué, con todos los avances tecnológicos a nuestra disposición, la población no ve una mejora en el nivel de vida? ¿Por qué no aumenta la igualdad, en vez de reducirse? ¿Por qué el nivel de vida se deteriora, en lugar de mejorar? Eso es lo que pregunta Lynch, eso es lo que pregunta Enough Is Enough, y es un mensaje que ha calado porque la gente está cansada de ser ignorada mientras los ricos se enriquecen más”.
El ascenso de Sanders
Sanders sabe muy bien cómo abrirse paso en la política, aunque él lo consiguió a los 70 años. Nacido en el seno de una familia judía de clase trabajadora de Nueva York, se convirtió en alcalde de Burlington (Vermont) a los 40 años y más tarde en miembro de la Cámara de Representantes y senador. Independiente desde hace mucho tiempo, aunque a menudo se ha aliado con el Partido Demócrata, Sanders ha defendido causas que durante mucho tiempo han sido ignoradas por los demócratas de la corriente principal, como la sanidad universal, la abolición de las tasas estudiantiles, los derechos de los trabajadores y el movimiento antibélico. Pero su espectacular ascenso, cuando pasó de ser un candidato situado en un extremo marginal a ser un finalista en la carrera para la candidatura demócrata en las presidenciales de 2016, estuvo impulsado por dos factores principales.
El primero fue la crisis financiera, que puso de manifiesto las desigualdades y la inseguridad que recaían de forma desproporcionada sobre las espaldas de los estadounidenses más jóvenes. El otro fueron las expectativas creadas por la victoria de Barack Obama en 2008 que, para millones de estadounidenses con un nivel de vida estancado, se vieron finalmente defraudadas. Aunque ni su candidatura de 2016 ni la de 2020 tuvieron éxito, movilizaron un movimiento que revitalizó a la izquierda estadounidense y la transformó en una fuerza política importante en el Partido Demócrata y fuera de él.
Esto hace que vuelva a centrar su atención en una pasión constante, y en el tema del que quiere hablar conmigo: las perspectivas del movimiento obrero estadounidense. Hablamos por teléfono, pero él pronuncia todas sus apasionadas afirmaciones con el mismo entusiasmo de un mitin. El hilo conductor de todas sus respuestas es la política de clases. Esto es menos novedoso en la política progresista del lado europeo del Atlántico: en un reciente mitin, Lynch proclamó “la clase obrera ha vuelto”, pero durante mucho tiempo se ha considerado ajena a Estados Unidos, que promovía el mito de la ausencia de clases. Un mito políticamente conveniente en un país en el que, según Sanders, tres megamillonarios acumulan más riqueza que el 50% más pobre de la población.
Una organización sindical “sin precedentes”
Sin embargo, el senador de Vermont nacido en Brooklyn tiene una nueva misión: desplegar su peso político detrás de los esfuerzos por unir las luchas de los movimientos obreros de Estados Unidos y de Reino Unido. Este miércoles, Sanders llevó su característico discurso a un mitin del sindicato ferroviario en el centro de Londres.
Los movimientos sindicales de Estados Unidos y de Reino Unido son mucho más débiles que la mayoría de sus homólogos occidentales. En EEUU, los sindicatos han estado durante mucho tiempo obstaculizados por el “temor a los rojos” y las leyes antisindicales del llamado “derecho al trabajo”, pero se vieron gravemente debilitados bajo el mandato del presidente republicano Ronald Reagan, cuyo Gobierno, en 1981, despidió a más de 11.000 controladores aéreos en huelga para dar una lección a otros trabajadores. En la actualidad, poco más de uno de cada 10 trabajadores estadounidenses está sindicado. El sindicalismo británico no sufrió una derrota tan profunda, pero el número de trabajadores sindicados, aproximadamente una cuarta parte de la población activa, representa la mitad del nivel que alcanzó en 1979.
¿Cree Sanders que ambos movimientos sindicales están aprendiendo la lección? “Creo que lo que estamos empezando a ver en Estados Unidos es una aceleración significativa de la organización sindical”, afirma. “Estamos viendo que hay más trabajadores que se organizan en sindicatos, que se presentan a la Junta Nacional de Relaciones Laborales para obtener la certificación, más que desde hace mucho tiempo”.
Lo que le ha hecho ser más optimista son las luchas de los trabajadores en dos empresas que se caracterizaban por su falta de músculo sindical, Starbucks y Amazon. Sanders se unió recientemente a los trabajadores de Starbucks en huelga en un piquete en Boston. Después de que más de 85 organizadores sindicales fueran despedidos por la cadena de café en los últimos meses, la junta laboral ha presentado múltiples denuncias contra la empresa. Ahora, el apoyo de Sanders ha hecho que esta reivindicación alcance notoriedad nacional. “En Starbucks y Amazon, cientos de trabajadores se están uniendo a los sindicatos; en Amazon, se están enfrentando a Jeff Bezos, la segunda persona más rica del mundo. Estamos viendo las luchas en los campus universitarios, en los hospitales, entre el personal de enfermería... Estamos viendo una organización sin precedentes en comparación con lo que hemos visto en los últimos años”.
Sanders aborda una aparente contradicción: “Las clases medias disminuyen y los ricos se hacen cada vez más ricos, hay más apoyo al movimiento sindical en EEUU: vemos que la población tiene mucha más confianza en los sindicatos que antes”. Y tiene razón: el año pasado, el 68% de los estadounidenses dijeron a los encuestadores que aprobaban los sindicatos, el nivel más alto desde 1965, mientras que las encuestas en Reino Unido han demostrado que la mayoría de los británicos en edad de trabajar apoyan la actual ola de huelgas. Sin embargo, eso no se ha traducido en que la mayoría se afilie a un sindicato. ¿Por qué?
“En Estados Unidos, las empresas ponen enormes trabas a los trabajadores para que puedan ejercer el derecho constitucional de formar parte de un sindicato”, señala Sanders. “La junta laboral determinó que Starbucks había despedido a trabajadores y cambiando de puesto a trabajadores que estaban formando sindicatos, algo que es ilegal. Estamos viendo cómo las empresas amenazan a los trabajadores con irse a China. Hay una oposición corporativa masiva a que los trabajadores formen sindicatos en el país”.
Destaca otra barrera enorme: “Estados Unidos tiene medios de comunicación que ciertamente no simpatizan con los sindicatos, que muy pocas veces hablan de las ventajas de los sindicatos, como mejores condiciones de trabajo, salarios, pensiones, etcétera. Como es obvio, los medios de comunicación son propiedad de unos cuantos grandes consorcios que no hablan de cuestiones de clase, de cuestiones económicas. Todo eso contribuye a dificultar la organización de los trabajadores”.
El poder de los jóvenes
Sin embargo, existe una tradición de militancia entre los trabajadores de EEUU, a pesar de los intentos de eliminarla, sobre todo en la década de 1950 bajo la percusión de McCarthy. Durante la Gran Depresión de los años 30, las olas de huelgas se extendieron por todo el país. ¿Ve Sanders un paralelismo? “Sí, lo veo. En los años 30, hubo un aumento masivo de organización y afiliación, y los trabajadores lucharon con valentía: hicieron sentadas, se enfrentaron a los intereses poderosos. Lo que estamos viendo ahora es una frustración real con respecto a la inflación y los salarios, ya que el trabajador medio estadounidense gana menos que hace casi 50 años, teniendo en cuenta los aumentos de productividad. Está peor que hace medio siglo. Es una locura”.
Teniendo en cuenta que empresas como Starbucks llevan tanto tiempo consiguiendo socavar las organizaciones sindicales, ¿por qué se ha producido un estallido de estos movimientos? “Te diré por qué, en mi opinión: muchos de los trabajadores de Starbucks son gente más joven. Muchos de ellos tienen títulos universitarios y observan lo qué está pasando: [ven que] sus sueldos no se ajustan a la inflación, no pueden pagar la vivienda o la sanidad o la deuda estudiantil, se están quedando cada vez más atrás en comparación con sus padres, y se enfrentan al propietario de Starbucks -Howard Schultz- diciendo: '¡Valéis 4.000 millones de dólares! ¿Qué problema tienes si nos organizamos como trabajadores? Y la respuesta de Schultz se limita a intentar despedir a los trabajadores e intimidarlos. Hasta cierto punto, se trata de una lucha generacional, multirracial, principalmente de gente joven, pero no exclusivamente, que se enfrenta a un multimillonario”.
Starbucks niega todas las acusaciones de represalias. Un portavoz de la empresa dijo a The Guardian que “estas personas ya no están en Starbucks por haber violado la política de nuestras tiendas. El interés de un socio en un sindicato no le exime de las normas que siempre hemos mantenido. Seguiremos aplicando nuestras políticas de forma coherente para todos los socios”.
Lo cierto es que la relación entre el movimiento obrero estadounidense y los progresistas más jóvenes no siempre ha sido armoniosa, por no decir otra cosa. En los años 60 y 70, los sindicatos estadounidenses estaban dirigidos por el rudo exfontanero George Meany, ferviente partidario de la guerra de Vietnam, que denunciaba a los manifestantes estudiantiles como “chiflados”. El punto álgido fue el llamado “Hard Hat Riot” de 1970, cuando cientos de trabajadores de la construcción y de las oficinas atacaron físicamente a los estudiantes que protestaban en Nueva York. ¿Existe esta vez una esperanza de solidaridad entre los sindicalistas y la naciente izquierda joven estadounidense?
“Ese tipo de unidad es algo en lo que estamos trabajando”, dice Sanders. “Ya he celebrado tres mítines con dirigentes sindicales progresistas en Chicago, Filadelfia y Boston. Lo que vemos en estos mítines es que los sindicalistas se unen a los progresistas más jóvenes y la unión de esas fuerzas, los jóvenes que luchan por la justicia económica y racial con un movimiento sindical, tiene un potencial increíble. Para responder a la pregunta: es absolutamente imperativo que los unamos - y estamos tratando de hacerlo”.
Su relación con Biden
Cuando los trabajadores estadounidenses lucharon contra la patronal en los años 30, contaron con la ventaja de la comprensión y el músculo político del presidente, Franklin D. Roosevelt. El actual mandatario, Joe Biden, ha prometido repetidamente ser “el presidente más pro-sindical de la historia”, pero su carrera ha estado ligada durante mucho tiempo al establishment y a las facciones “centristas” del partido demócrata. Sanders dice que conoce al presidente “razonablemente bien” y señala la plataforma política de 110 páginas que su equipo elaboró con el equipo de campaña de Biden en 2020, con grupos de trabajo que abarcan áreas que van desde la sanidad hasta el medio ambiente.
“Lo que el presidente ha reconocido es que había, y hay, un movimiento de trabajadores, de jóvenes, que están hartos del statu quo, y creo que cuando hicimos el Plan de Rescate Americano [para ayudar a EEUU a superar la pandemia de la COVID-19] fue una de las piezas legislativas más consecuentes para los trabajadores en la historia moderna. Cuando hicimos la legislación Build Back Better [un amplio paquete de medidas relacionadas con la política social y la crisis climática], contaba con el apoyo del presidente para un programa de transformación multimillonario, y fue saboteado por un par de senadores conservadores, pero él dijo: 'Estaré al lado de los trabajadores del país y me enfrentaré a los grandes intereses económicos'”.
Esto difiere de algunas de las versiones más pesimistas sobre Biden de la izquierda estadounidense, que todavía se tambalea por las dos derrotas de Sanders en la candidatura presidencial. Pero su optimismo no surge tanto de la candidez con la que habla de Biden como de una firme creencia en la capacidad de las luchas desde abajo para doblegar a los poderosos para que actúen a favor de los intereses de los trabajadores. “Estamos viendo un movimiento progresista de gente en todos los estados de este país que está empezando a ir más allá de la política incremental, preguntando: '¿Cómo es posible que todos los países ricos de la Tierra -incluido Reino Unido- tengan asistencia sanitaria universal, mientras que nosotros tenemos un sistema disfuncional? ¿Por qué en otros países la educación universitaria es gratuita, cuando en este país es escandalosamente cara?”.
Durante nuestra conversación le indiqué que en mi opinión sus campañas ponen el foco en el descontento de la población, lo magnifican y lo encauzan. “Lo que hizo mi campaña fue plantear problemas, y el establishment descubrió de repente a millones de personas descontentas con el statu quo que querían un cambio transformador”, dice. Sanders pone el ejemplo de que el presidente se comprometió la semana pasada a cancelar hasta 10.000 dólares de la deuda estudiantil. “¿Fue tan lejos como quería? No, pero ¿es un paso significativo para aliviar la terrible carga que sufren los jóvenes? Sí, será de gran ayuda”. Otro ejemplo es la recientemente aprobada Ley de Reducción de la Inflación que, entre otras cosas, reduce los precios de los medicamentos con receta y promueve las energías limpias. “De nuevo, no llegó tan lejos como las reivindicaciones de nuestra campaña pero, en muchos de esos temas, se ha ejecutado parte de lo que exigíamos”.
Lecciones para el futuro
¿Cuál serán los siguientes pasos de la izquierda estadounidense? El optimismo juvenil de este senador de 80 años parece no tener límites. Lo próximo, dice, será hacer crecer el movimiento obrero y vincularlo al movimiento progresista. “Puede que lo sepan o no, pero, cuando llegue enero, en términos políticos, habrá una presencia progresista subyacente más fuerte en la Cámara que en cualquier otro momento de la historia moderna. Estamos viendo logros a nivel político, a nivel organizativo, así que estamos progresando”.
Sin embargo, todo esto depende de obligar al presidente a salir de su zona de confort. Sanders sigue siendo uno de los políticos más populares de Estados Unidos, y sus campañas animaron a una izquierda estadounidense a atreverse a soñar con alcanzar el poder político absoluto. ¿Qué lecciones podría aprender una futura campaña de sus intentos, que transformaron el debate político en EEUU, pero no le aseguraron la presidencia?
Sanders suelta una risa que cualquiera reconocerá: la risa de “no quiero hablar de esto ahora”. “Esa es una pregunta larga, ¡una pregunta muy larga!”. De nuevo, destaca los logros de su campaña, subrayando que “una parte importante de la sociedad no está contenta con el statu quo, que está harta de la desigualdad de ingresos y de riqueza y que quiere cambios fundamentales en nuestro sistema económico y político”. Pero está claro que cree que la hostilidad del establishment le ha perjudicado. “Cuando te enfrentas a la clase política, a los medios de comunicación y a las empresas, no es fácil. Necesitamos tiempo y ciertamente no tuvimos ese lujo”.
También me pregunto si reconoce que Enough Is Enough ha surgido en gran parte por el vacío dejado por una dirección laborista en Reino Unido que ha abandonado cualquier pretensión de cambio transformador. Sanders es diplomático. “Creo que no es diferente a lo que estamos viendo en el Partido Demócrata. No puedo opinar sobre el Partido Laborista, no sé lo suficiente”, dice. En referencia a los partidos tradicionales de centro-izquierda que luchan en el norte global, el senador añade: “Como la clase trabajadora está cada vez más alejada del proceso político, esos partidos no les sirven. Por eso los demócratas tienen que elegir: ¿son el partido de la clase trabajadora o de la élite?”.
El legado de Sanders, sin duda, es que reunió a grupos fragmentados de personas descontentas para crear un movimiento muy visible y articulado con peticiones firmes. Tal vez, solo tal vez, pueda lograr lo mismo contribuyendo a unir los movimientos obreros, cada vez más reivindicativos, a ambos lados del Atlántico.
Traducción de Emma Reverter