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ENTREVISTA

Bob Woodward, periodista: “Trump se guió por su instinto y fracasó”

David Smith

Washington (Estados Unidos) —
25 de noviembre de 2022 22:35 h

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Donald Trump vuelve a presentarse a las elecciones para la Casa Blanca. Bob Woodward no tuvo que enfrentarse a una posibilidad así cuando Richard Nixon dimitió en 1974, después de que el periodista y su colega del Washington Post, Carl Bernstein, destaparan el escándalo del Watergate.

“Nuestra larga pesadilla nacional ha acabado”, declaró el sucesor de Nixon, Gerald Ford, y así fue. Nixon desapareció en un retiro sobrevenido. Pero Trump ansía recuperar la corona.

Woodward habló por teléfono con The Guardian seis horas antes de que el desacreditado expresidente, tras un mandato y con dos impeachments a sus espaldas, se subiera al escenario en Mar-a-Lago para anunciar lo que podría o no ser la mayor vuelta a la política de todos los tiempos.

¿Cree Woodward, que a sus 79 años ha escrito sobre nueve presidentes de Estados Unidos, que Trump puede volver a ganar? ¿O es Ron DeSantis, gobernador de Florida, el hombre a batir ahora?

“Quién sabe. Trump tiene millones de seguidores. DeSantis es el hombre del momento. Puede que DeSantis sea el elegido. Puede que no. Recuerdo cómo en 1990, antes de las elecciones presidenciales del 92, un puñado de amigos hicimos una lista con las 50 personas que podrían ser el próximo presidente. [Bill] Clinton no estaba en la lista, [aunque] él mismo sí se habría puesto en ella. Así que, ¿quién sabe? No puedes documentar el futuro”, asegura.

Una cobertura de calidad, pero insuficiente

Pero se puede volver al pasado. Trump logró una victoria improbable en 2016 en lo que muchos vieron como una falta de los medios. Si bien hubo algunas buenas informaciones que no dejaron lugar a dudas a los estadounidenses sobre lo que estaba por venir, también hubo una cobertura informativa de sol a sol en la televisión por cable y una presión constante contra su oponente, Hillary Clinton, para que respondiera hasta al último tuit desquiciado de Trump. ¿Hay lecciones que aprender?

“Si echas la vista atrás a 2016, hubo mucha cobertura de calidad, pero nunca era suficiente”, dice Woodward. Fue capaz de venderse como un empresario de éxito y rico. ¿Qué sabemos ahora sobre él que no sabíamos en 2016? Hay muchas pruebas, buenas informaciones, investigaciones de algunos comités en el Capitolio, que en realidad demuestran que no era un empresario de éxito, no es rico. ¿Cuál es la lección de todo esto? Ve al fondo [del asunto] y entonces, cuando hayas escarbado hasta el fondo, escarba más y más y más“, recomienda.

Su imagen, pulida por el reality The Apprentice, permitió al Trump de 2016 ejercer un papel de alguien externo a la política que drenaría un paisaje empantanado. Ahora la novedad ha pasado, se enfrenta a investigaciones federales, estatales y en el Congreso, y sus cuatro años en el Despacho Oval están documentados.

El regreso de Trump

Woodward ha publicado una trilogía de libros -Miedo, Rabia y Peligro (el último, escrito con Robert Costa)- y ahora un audiolibro, The Trump Tapes (Las cintas de Trump), con sus 20 entrevistas con el expresidente. Lloyd Green, de The Guardian, describió el libro como “un pasaporte al corazón de las tinieblas”.

El periodista continúa: “Ahora se va a presentar otra vez, y nosotros, en nuestro oficio, tenemos que centrarnos en lo que hizo como presidente. Se presenta a la presidencia. Sí, es un cargo político, y ahora vemos todas las noticias sobre el politiqueo de que se presenta, qué gente lo abandona y qué gente se mantiene fiel. Es una información importante. Pero lo que verdaderamente importa es lo que hizo como presidente y en asuntos exteriores, llegando a acuerdos con Kim Jong-un o Putin, o todo lo que está en las cintas. Lo convirtió en algo personal. Se guió por su instinto”.

Woodward describe las entrevistas como un “laboratorio” para entender la presidencia de Trump: “Mis conclusiones son muy graves. Fracasó como presidente, no cumplió con su deber constitucional, moral y práctico. Creo que, no todas, pero la mayoría de las informaciones deberían ser sobre su presidencia”.

Woodward cita el ejemplo de la reducción de impuestos de Trump en 2017, que se estima costará 1,9 billones de dólares a lo largo de más de una década, y que se criticó como un regalo a los ricos y a las corporaciones a costa de las familias trabajadoras.

“Me culpo a mí mismo en esto. No he visto, quizá no esté al corriente de algunas buenas informaciones periodísticas sobre la reducción de impuestos: cómo ocurrió exactamente, quién se benefició. En uno de mis libros sobre Trump, Miedo, escribí que Gary Cohn lo urdió. El antiguo presidente de Goldman Sachs se benefició de ello y puedes hacer conjeturas, pero me gustaría ver a mi propio periódico o a The Guardian o cualquier sitio y decir: 'Estos son los que realmente se beneficiaron de ello’”, dice.

La crisis de la COVID-19

De las entrevistas difundidas ahora, 19 ocurrieron en persona o por teléfono entre otoño de 2019 y agosto de 2020, cuando se documentaba para Rabia. Este periodo incluye el asesinato de George Floyd a manos de un policía en Minneapolis y las consiguientes protestas de Black Lives Matter. Woodward sugirió a Trump que ambos hombres se habían beneficiado del privilegio blanco. El presidente no admitió nada de eso. Dijo con sorna: “Realmente te has tragado esa historia, ¿verdad? Escúchate. Guau”.

Este capítulo sobre el mandato presidencial de Trump también quedó definido por el coronavirus, que surgió en China a finales de 2019 pero al que él restó importancia. Ahora, más de un millón de estadounidenses han muerto por COVID-19.

En The Trump Tapes, Woodward entrevista a Robert O’Brien, el asesor de Seguridad Nacional que advirtió a Trump de que el virus sería “la mayor amenaza a la seguridad nacional a la que se enfrentaría en su mandato”, y a su número dos, Matthew Pottinger, quien lo comparó con la pandemia de la gripe en 1918, que mató a 650.000 personas.

El periodista añade: “Descubrí que emitieron esta alerta el 28 de enero. Quedé más impactado que nunca en mi vida como periodista”.

En abril, Woodward no pudo resistirse a presionar a Trump para que cumpliera con el momento, diciéndole que los expertos decían que tenía que movilizar al país, coordinarse con las agencias de inteligencia y trabajar con los gobiernos extranjeros. Argumentó: “Si usted sale y dice: ‘Esta es una movilización total, esto es un Proyecto Manhattan, iremos con -perdone la expresión- un par hasta el final, eso es lo que la gente quiere”.

¿Se pasó de la raya? Su mujer, Elsa Walsh, también periodista, pensó que sí. Woodward recuerda: “Hice estas entrevistas con el altavoz [puesto] para poder grabarlas con el permiso de Trump. Ella estaba ahí a menudo y Trump lo sabía. Ella decía que yo estaba gritando a Trump y que no debería hacerlo. Que se supone que solo tengo que hacer preguntas. Me reprendió por ello. Está grabado”.

Pero insiste: “No defendía ninguna posición. Trump tenía aquellas reuniones sobre la COVID-19 y tenía a negacionistas del virus ahí, así que todo el ambiente era el de ‘no escuchemos a los expertos’. Yo conocía a algunas de estas personas y me enteré de lo que decían, y eran muy concretos y tenía su lógica: concretamente que Trump necesitaba, sobre todo, una movilización al estilo de la Segunda Guerra Mundial para enfrentarse a esto”.

“No podía hablar con él, así que pasé el recado y dejé claro que no era yo, sino mis informaciones, según lo que decían los expertos. Como le dije a mi esposa, estamos en otro mundo. Es el reportero el que está en la calle y ve a alguien herido de bala. Va a ayudarlo como ser humano y después informa sobre la noticia. Esto es de tal magnitud que más de un millón de personas murieron en este país por el virus”, explica.

En verano, el alcance del error de Trump y el precio en muertes y dolor estaban claros. En las cintas, el periodista pregunta: “Hubo algún momento en estos dos últimos meses en el que usted se dijera a sí mismo: ‘Ah, esta es la prueba de fuego para un líder’”.

Trump responde tajante: “No”.

Woodward reflexiona: “Incluso entonces, y no digamos ahora, era la prueba de fuego y solo ‘no’… Resulta trágico. No solo ocultó lo que sabía y lo negó, sino que es un crimen. Es un crimen moral saber todo esto y no decírselo a la gente. Una vez le pregunté por el trabajo de un presidente, y me dijo: ‘Proteger a la gente’. Nunca he oído o leído en ningún lado, en mis propias noticias o en la historia que un presidente fuera tan negligente”.

La última entrevista extensa tuvo lugar el 21 de julio de 2020. Woodward dijo que las cosas estaban mal. Trump no le entendió, así que Woodward tuvo que señalar que habían muerto 140.000 personas. El presidente aseguró tener la pandemia bajo control. Woodward preguntó: “¿Cuál es su plan?” El presidente dijo que habría uno en 104 días. Woodward no sabía de qué hablaba. Entonces se dio cuenta: faltaban 104 días para las elecciones presidenciales.

Las palabras de Trump en ocho horas de entrevistas son muy dañinas para él. Entonces, ¿por qué accedió a hablar? Como dijo el cómico Jimmy Kimmel: “¿Por qué accedes a hacer 20 entrevistas grabadas con el tío que echó a Richard Nixon con grabaciones? ¡Con grabaciones!”.

Una respuesta es ego. Se puede oír a Trump halagando a un “gran historiador” y al “gran Bob Woodward”. El periodista sugiere: “Yo tenía mis reservas sobre el dosier Steele [el informe de un espía británico que decía que los servicios secretos rusos tenían información comprometedora sobre Trump e incluso una cinta de sus relaciones sexuales en Moscú] y la investigación rusa y lo había dicho públicamente. [El senador] Lindsey Graham, aliado de Trump en Carolina del Sur, le había dicho que yo no pondría palabras en su boca, lo cual es cierto, así que accedió a hacer estas entrevistas”.

Una pregunta sin contestar

Por otro lado, esta es una inusual oportunidad para escuchar el método Woodward. El Washington Post, donde lleva trabajando medio siglo, señaló que The Trump Tapes “ofrece una sorprendente ventana al proceso del legendario reportero de investigación, un foco perenne tanto de la mística como de la crítica”.

En algunos momentos, Woodward se muestra indulgente con los brotes de conciencia, de agravios o con el narcisismo patológico de Trump. En otros, lo engatusa o se enfrenta a él. “Él habla, habla y habla, pero yo hago preguntas, preguntas muy concretas: '¿Qué está haciendo sobre el virus?', 'Cuénteme sobre Putin'”, dice Woodward.

Se le pasó una pregunta que quedó abierta: preguntó si, en caso de que hubiera unos resultados ajustados en noviembre, Trump se negaría a abandonar la Casa Blanca. El presidente no quiso contestar.

“Fue la única pregunta que no contestó en ocho horas, 600 preguntas, y yo debería haber repreguntado. Debería haber dicho: ‘Espere un momento: ¿por qué no responde a esto?’ No lo hice”.

Al volver a escuchar las 20 entrevistas y darse cuenta de que era una experiencia diferente a leer las transcripciones o escuchar cortes en televisión o Internet, Woodward supo que tenía que publicar las grabaciones – por primera vez en su extensa carrera. En bruto y sin filtros, las entrevistas muestran a un Trump que no se beneficia de la “limpieza” del reportero para citarlo en un texto y hace que parezca más lúcido y menos repetitivo de lo que realmente es.

“Para ser sincero, es muy sorprendente y una experiencia aleccionadora a mis 79 años, habiendo hecho esto tantos años, que hay algo en oír la voz que le da autenticidad y fuerza”, dice Woodward. “Especialmente Trump. Nunca carraspea o vacila, no hace ‘hmm’. Simplemente es algo único”, se sorprende.

Cincuenta años después del robo del Watergate, ve un paralelismo con el sistema de grabación secreto en la Casa Blanca que atrapó a Nixon.

“Las cintas de Nixon no se publicaron solo como transcripciones. Salieron para que se escucharan y esto es una versión de aquello. Es el mismo problema de comportamiento criminal atroz -no puedo usar otra palabra para ello- para un presidente en el cargo como para mirar hacia otro lado. Henry Kissinger dijo una vez: ‘Qué vehículos tan extraordinarios elige el destino para completar su diseño’. No estoy seguro de que el destino exista, pero qué vehículo más extraordinario”, concluye.

Traducción de María Torrens Tillack.