La portada de mañana
Acceder
Los mediadores buscan un acuerdo en Gaza antes de la llegada de Trump
Una aristócrata desahucia a Mariano a las puertas de Navidad
Opinión - El darwinismo social de Donald Trump. Por Alberto Garzón

Los bombardeos saudíes dejan al 80% de los yemeníes con necesidad de ayuda humanitaria

The Guardian

Simon Tisdall —

Es difícil ver la implacable guerra de desgaste de Arabia Saudí en Yemen como algo más que un destructivo fracaso. Según la ONU, debido a la intervención militar que empezó hace un año, unas 6.400 personas han muerto (la mitad, civiles), más de 30.000 han resultado heridas y 2,5 millones se han visto desplazadas, según la ONU. Cerca de 20 millones de personas, el 80% de la población, necesitan hoy algún tipo de ayuda para sobrevivir.

El objetivo principal de los saudíes –restablecer el Gobierno del presidente depuesto, Abd Rabbuh Mansur Hadi– no ha tenido éxito. Si tenían la esperanza de evitar que se expandiera la influencia de Irán en la región, eso tampoco funcionó; y si la campaña de la coalición respaldada por EEUU había sido creada para combatir el terrorismo, también eso fue un fracaso. De hecho, Al Qaeda en la Península Arábiga y el Estado Islámico son los principales beneficiarios de la continua anarquía.

El conflicto enfrenta a las fuerzas del Gobierno de Hadi en la ciudad de Adén y sus aliados suníes contra las milicias huzíes chiíes, que cuentan con el respaldo de Teherán y controlan la capital, Saná, y gran parte del centro y norte de Yemen. Antes de que la guerra se desatara el año pasado, Yemen ya era uno de los países más pobres del mundo. Ahora afronta una hambruna generalizada. Según advirtió Oxfam esta semana, la escasez de comida se ve exacerbada por una creciente crisis bancaria y crediticia.

“La destrucción de granjas y mercados, el bloqueo de facto sobre las importaciones comerciales y la prolongada crisis de combustibles han provocado la caída de la producción agrícola, la escasez de suministros y el aumento exorbitado en el precio de la comida”, informa Oxfam. Según el director de la ONG en Yemen, Sajjad Mohamed Sajid, “un conflicto brutal, sumado a la crisis preexistente, ha creado una de las emergencias humanitarias más grandes de la actualidad y, sin embargo, la mayoría de la gente desconoce este hecho: cerca de 14,4 millones de personas padecen hambre y la mayoría no podrá resistir el creciente aumento de los precios”.

Nadie se ha hecho eco de las peticiones de la ONU de recaudar dinero para donaciones. En una tardía reacción a las críticas internacionales, con presiones al Reino Unido y a la UE por un embargo de armas, el Gobierno saudí ha acordado reducir las operaciones militares hasta que se celebren unas nuevas negociaciones de paz. El anuncio se hizo tras el espantoso ataque aéreo del 15 de marzo sobre un mercado de Hajja, provincia controlada por los huzíes: dejó un saldo de 119 personas muertas, entre las que había muchos niños.

El alto comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Zeid Ra'ad Al Hussein, acusó directamente a Riad. “Si observamos las cifras, se diría que la coalición es responsable de la muerte del doble de bajas civiles que todas las otras fuerzas juntas, y casi todas esas muertes fueron consecuencia de ataques aéreos”, dijo. Según Al Hussein, han sido atacados mercados, hospitales, clínicas, escuelas, fábricas, bodas y cientos de residencias privadas.

Los saudíes accedieron a restablecer en Kuwait las negociaciones de paz con la mediación de la ONU tras un alto el fuego propuesto para el 10 de abril. Es como si en Riad reconocieran que la intervención militar no está solucionando sino empeorando las cosas: los huzíes distan mucho de estar derrotados, y en Irán ya dieron señales de estar dispuestos a escalar hasta una participación directa en el conflicto, similar a lo que ya ocurre en Siria.

Según el general Masud Jazayeri, número dos del Ejército iraní, Irán podría enviar asesores militares: “La República Islámica siente la obligación de ayudar a la gente de Yemen como le sea posible y hasta donde sea necesario”.

Arabia Saudí ha pagado un precio político y diplomático muy alto por la incursión fallida a Yemen con escasos resultados hasta el momento. Sus acciones han sacado a la luz pública el lamentable historial de derechos humanos del país, especialmente con la reciente ejecución del jeque Nimr al-Nimr, un importante clérigo chií. El derramamiento de sangre en Yemen ha logrado irritar a la opinión pública de Occidente y a los políticos europeos temerosos de otra emergencia con refugiados de Oriente Medio y radicales islamistas.

A pesar de la intervención militar de Arabia Saudí, Al Qaeda sigue reforzando y expandiendo su punto fuerte en el sur de Yemen, base de reclutamiento y entrenamiento de la organización terrorista. Con discreción y tras la cortina de humo saudí, Washington lleva a cabo su propia campaña militar en el lugar. Por lo menos 40 militantes de Al Qaeda en la Península Arábiga murieron esta semana en un ataque con drones estadounidenses.

El fracaso de Arabia Saudí en Yemen sigue a los reveses estratégicos sufridos en Siria, donde la intervención rusa de otoño fortaleció al presidente sirio Bashar al-Asad, gran enemigo de Riad. Los grandes planes del príncipe Mohamed bin Salmán, el impulsivo ministro de Defensa saudí, de mandar soldados para ayudar a los rebeldes suníes de Siria no llegaron a nada, y la participación saudí en la campaña aérea de EEUU contra el Estado Islámico ha sido mínima.

Mientras tanto los líderes iraníes se muestran cada vez más confiados, a medida que establecen sus influencias e intereses en Siria, Líbano, Irak y la Península Arábiga. Su optimismo se puede atribuir en parte al histórico acuerdo nuclear firmado con Washington el año pasado y al subsiguiente levantamiento de las sanciones por parte de Occidente. Los saudíes no podían creerlo. Pero EEUU no hizo caso de sus quejas.

En un discurso reciente, Barack Obama se refirió con hiriente sinceridad a las diferencias entre EEUU y Arabia Saudí acerca de Siria y de Irán. Se refirió a la alianza entre EEUU y Arabia Saudí con un disgusto apenas disimulado y ofreció consejos difíciles de digerir para sus “amigos” en Riad. “La competencia entre los árabes y los iraníes, que ha ayudado a fomentar el caos y las guerras subsidiarias en Siria, Irak y Yemen, nos obliga a decirles a nuestros amigos, así como a los iraníes, que deben encontrar una manera eficaz de compartir el territorio”, dijo. Las rivalidades sectarias no ayudan a Estados Unidos, y los saudíes, sugirió Obama, ya no podrán seguir contando con un trato preferencial.

Traducido por: Francisco de Zárate