Millones de chinos han empezado el nuevo año envueltos por una pesada capa de contaminación que provocó el cierre de carreteras y cientos de cancelaciones de vuelos. Una veintena de ciudades del país ha emitido alertas que se han mantenido durante toda la semana.
En el primer día del año, el nivel de las concentraciones de las diminutas partículas que penetran en los pulmones fue 24 veces superior al recomendado por la Organización Mundial de la Salud (OMS). En Pekín se cancelaron más de cien vuelos y todos los autobuses interurbanos se quedaron parados en el aeropuerto de la capital.
En la ciudad vecina de Tianjin se cancelaron más de 300 vuelos y todas las previsiones meteorológicas previeron que la nube de contaminación seguirá cubriendo la ciudad hasta el 5 de enero.
La poca visibilidad ha obligado a cerrar las carreteras interestatales por el peligro que conlleva conducir en estas condiciones y los residentes se han quedado atrapados en la ciudad.
En el norte de China, 24 ciudades han estado en alerta roja el viernes y el sábado pasados, mientras que otras 21 ciudades mantuvieron la alerta naranja a pesar del cambio de año. China declaró la guerra a la contaminación hace tres años e instauró un sistema de alerta que tiene cuatro niveles. La alerta roja es el nivel más alto.
Tras décadas de desarrollo económico, la contaminación es un fenómeno común en casi todas las grandes ciudades del país. Las principales fuentes de contaminación son las centrales energéticas de carbón, que están controladas por el Gobierno, las centrales térmicas y las plantas de producción de acero que se encuentran concentradas en las provincias del norte del país.
Los niveles de contaminación son más elevados en invierno, ya que se quema más carbón para proporcionar calefacción a millones de personas. Las autoridades chinas declararon la guerra a la contaminación en 2014 pero no han podido impulsar las reformas que los ciudadanos reclaman. Las inspecciones rutinarias evidencian que los niveles de contaminación suelen ser superiores a los legalmente permitidos.
“¿Por qué las industrias contaminantes no se han tomado unas vacaciones?”, se preguntaba un usuario de la red social Sina Weibo, parecida a Twitter. “Año Nuevo en Pekín y pensé que me había quedado ciego”, exclamó otro adjuntando una imagen de la ciudad cubierta por una neblina gris y tomada desde una ventana. En Twitter los comentarios eran parecidos.
La preocupación de la clase media del país va en aumento y, en diciembre, decenas de miles de “refugiados por la contaminación” salieron del país en busca de aires más puros. Australia, Indonesia, Japón y las Maldivas son los destinos más populares.
Según Greenpeace, la contaminación ha afectado a unos 460 millones de personas; una cifra superior a la de los habitantes de América del Norte. Coincidiendo con los elevados niveles de contaminación de Año Nuevo, el Gobierno anunció un plan para aumentar el consumo de carbón hasta 2020 (3.900 millones de toneladas).
Un estudio publicado a finales de 2016 afirma que la contaminación causa un millón de muertes anuales y que, al igual que el tabaco, en las grandes ciudades del país es un factor desencadenante de una de cada tres muertes. Otro estudio señala que la contaminación reduce la esperanza de vida; en algunas ciudades, esta reducción es de cinco años y medio.
Traducido por Emma Reverter