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OPINIÓN

El compromiso de Merkel con los refugiados es admirable, pero puede salir mal

Hay algo superadmirable en la determinación de Angela Merkel de mantenerse fiel a su política de refugiados. La ha defendido durante dos años consecutivos en el escenario político alemán y, mientras hace campaña para un cuarto mandato en las elecciones generales del próximo mes, no parece que vaya a dar marcha atrás. Durante el estricto programa de mítines electorales y entrevistas, Merkel ha insistido en que la posición que adoptó en 2015 fue la posición acertada para Alemania y que no se arrepiente. Si se enfrentase a una crisis similar, volvería a tomar las mismas decisiones.

Su posición genera enfados y gritos de “traidora” entre algunos que aparecen en las masas a las que se dirige. Aunque, como bien apunta la canciller, provienen de una pequeña minoría. También es cierto que mientras ella utiliza una postura moralista y el interés nacional alemán en todos sus discursos públicos, su Gobierno ha limitado discretamente parte de esta generosidad. Hay intentos de hacer todo el proceso más eficiente y acelerar la devolución de solicitantes de asilo que han sido rechazados.

Las condiciones, incluidos el tiempo de estancia y la reunificación familiar, son más estrictas de lo que lo eran antes. Merkel también está pidiendo una distribución más justa en el reparto de los solicitantes de asilo entre los estados alemanes. Además, existe un reconocimiento oficial de que la integración y el empleo para las nuevas llegadas no serán fáciles.

Pero la canciller alemana no está destacando las restricciones sobre cuestiones éticas, como cualquier candidato electoral podría estar tentado a hacer. Aun así, Merkel está acentuando lo positivo y está haciendo campaña sobre el terreno moral. Entonces, ¿qué opciones tiene realmente? Cualquier reconocimiento de arrepentimiento o equivocación sería aprovechado por sus oponentes, el más destacado de ellos es el candidato socialdemócrata, Martin Schulz, como prueba de sus errores e incapacidad de permanecer en el cargo.

A menos de cuatro semanas para la elecciones, Merkel y su coalición de centroderecha, CDU-CSU, parecen invencibles. Los sondeos le dan un 38%, comparado con el 22% (y en descenso) del socialista SPD de Schulz. El liberal FDP, los Verdes, el ultraderechista Alternativa por Alemania (AfD) y la izquierda radical Die Linke están muy por detrás. La cuestión no es si hay un electorado silencioso esperando castigar a Merkel por su política de asilo, que claramente sí, sino lo grande que es y si podría dar la sorpresa en las urnas.

Los alemanes no se pueden quejar de no tener una alternativa: los mensajes de cada partido son muy diferentes. Die Linke quiere más seguridad social; CDU-CSU presume de la fuerte economía y quiere una defensa más fuerte. El SPD quiere abordar la ampliamente escondida desigualdad del país.

En una entrevista de televisión el pasado fin de semana, sin embargo, Schulz también adoptó una posición visiblemente más agresiva y personal, acusando a Merkel de perder el contacto con la gente ordinaria, de intimar con el régimen despreciable de Turquía y de no hacer lo suficiente para asegurarse de que otros países europeos comparten la carga del asilo.

El único partido centrado directamente en asuntos migratorios es AfD, que tiene varios anuncios agresivos, incluido uno en el que aparece una mujer rubia embarazada bajo el lema: “Si necesitamos nuevos alemanes, los podemos hacer nosotros”. Sus candidatos son también elocuentes y efectivos en sus apariciones en los medios, sin parecer extremistas.

Nadie sugiere que el AfD pueda decidir estas elecciones. El electorado alemán está bien vacunado contra extremistas, especialmente los de derechas. Pero con todavía el 46% de los votantes indecisos, las preocupaciones sobre asilo, migración, integración y asuntos relacionados están en efervescencia bajo la superficie y no está tan claro que, en el momento de la verdad, la “agenda de valores” personal de Angela Merkel vaya a ganar.

Traducido por Javier Biosca Azcoiti