- El especial de The Guardian permite experimentar en carne propia el aislamiento
- MÁS INFORMACIÓN | Hay unas 100.000 personas en celdas de aislamiento solo en Estados Unidos
Five Omar Mualimm-ak
Five Omar Mualimm-ak estuvo incomunicado durante cinco años y ocho meses. Previamente, le habían diagnosticado trastorno bipolar pero durante todo el tiempo que pasó en la celda de aislamiento no pudo tomar todos los medicamentos y su salud mental se deterioró; alucinaba y oía voces.
“Recuerdo que cuando entré en la celda me sentí como si cruzara un puente y llegase a un mundo completamente distinto. Lo primero que pensé es que si me pasaba algo, nadie se enteraría. Si cuando te traen comida no te la comes toda, lo mejor que puedes hacer es tirarla por el inodoro, porque si ven que dejas comida te castigan con una ”hogaza“; un trozo de pan con col podrida y que te provoca diarrea. No quieres que te den el pan porque si no te lo comes, te dan más pan como castigo por no haber comido el pan.
En una ocasión, una mosca se coló en la celda y empecé a hablar con ella: ¡Hola! ¿Cómo te va? Me pasé todo el día intentando matarla, –era una actividad–, y al final terminamos jugando a pilla pilla. Al final, me cansé de jugar y me tumbé. La mosca se puso en mi hombro y le pregunté: ¿Ya no juegas? Y la atrapé. Luego, ya no quise que se fuera de la celda así que tapé el agujero de la puerta para que no pudiera salir. El resultado fue que los guardas desconfiaron de mí y me hicieron salir de la celda para inspeccionarla, y la mosca se escapó. Me emociono cuando pienso en la mosca de mi celda“.
Dolores Canales
Dolores Canales entró en la cárcel a los 18 años y pasó los primeros nueve meses en régimen de aislamiento. Desde su celda solía dirigir a los demás prisioneros; los animaba a vestirse “para la cena” con las sábanas de sus camas y cantaban al unísono. El hijo de Dolores ha pasado los últimos 14 años de su vida en régimen de aislamiento.
“Cuando te sacan de tu celda para aislarte lo hacen sin avisarte. Es decir, intentan pillarte por sorpresa. Tienes la sensación de que el mundo se resquebraja bajo tus pies.
Tan pronto como entré en la celda de aislamiento me sentí lejos de todos. Es como llegar a un país extraño y no hablar el idioma. Cada vez que sales de la celda para ducharte, te desnudan por completo y también te esposan, y solo entonces te acompañan hasta la ducha; el guarda que te acompaña puede ser un hombre o una mujer.
La puerta de la celda tiene una ventanilla de vidrio transparente. Se supone que no debes taparla, pero como no tenía intimidad y los guardas caminan por el corredor, siempre tapé mi ventana. En verano hace tanto calor que tienes la sensación de que tu cabeza va a estallar. Probablemente, pases mucho tiempo tumbado en el suelo, intentando aprovechar el poco aire que se cuela por debajo de la puerta. En invierno, hace un frío glacial.
Los prisioneros en régimen de aislamiento participábamos en sesiones de canto. Nos poníamos cerca de la puerta y cantábamos al unísono. Solíamos cantar Respeto (Respect, de Aretha Franklin) bastante a menudo. Conservo la costumbre de cantar en voz alta. En muchas ocasiones, me arreglaba para la cena a pesar de que sabía que no podría salir de la celda. Decía: 'Vamos chicos, nos vestiremos con nuestras sábanas', y así salíamos de la rutina.
Mi hijo ha pasado los últimos 14 años en la cárcel, en régimen de aislamiento. Es lo más duro que me podía pasar porque sé lo que siente“.
Steven Czifra
Steven Czifra estuvo aislado en una celda cuando era menor. Fue condenado a diez años de cárcel por un crimen que cometió a los 13. A los 30 le dieron la libertad condicional; de los 17 años que pasó en la cárcel, 8 estuvo completamente aislado del resto de reclusos.
“De los ocho años que estuve en régimen de aislamiento, solo puedo recordar unos pocos días, porque todos eran igual. El aburrimiento que sientes cuando estás incomunicado es completamente distinto al aburrimiento que puedas sentir en cualquier otra situación. Si te aburres cuando estás en una celda de aislamiento significa que ya has agotado todos tus recursos: ya no sabes cómo combatirlo así que ya no te aburres sino que te desesperas; te desesperas porque sabes que no hay solución.
Puedes oír el ruido de las luces y ver el color de las luces; si son amarillas. Pero cuando ya hace cinco años que las ves quieres arrancarte los ojos. Te arrancarías los ojos o las orejas por el ruido de las luces o del ventilador, que nunca se para, nunca.
No me percaté del profundo impacto que me había causado esta experiencia hasta que tuve una relación y empecé a convivir con esa persona. No dejaba que mi pareja tocara muchas partes de mi cuerpo, durante cinco años ni siquiera me podía tocar…e incluso ahora no me gusta que me toque, a menudo me encojo cuando me toca. Me encojo, literalmente, cuando me toca. Eso es lo que hay“.
Johnny Pérez
En total, Johnny Pérez pasó tres años en una celda de aislamiento; llegó a pasar 13 meses seguidos en una celda de estas características.
“Cuando tenía 21 años me detuvieron tras un atraco. Me condenaron a 15 años de cárcel. Al cabo de pocos meses, empecé a consumir drogas. Me castigaron y pasé 90 días completamente aislado.
Cuando estás en régimen de aislamiento, cada informe de mal comportamiento supone que pasarás más días en esas condiciones. Es bastante frecuente el caso de alguien que tenía que pasar un año en una celda de aislamiento y terminó pasando cinco, seis, siete años en esa caja porque fue enlazando castigos por mal comportamiento.
La primera vez que entras en la celda, te parece que está demasiado vacía. Probablemente tendrás una ventana pero no te permitirá ver el exterior. Las paredes suelen estar pintadas de un color gris deprimente. Probablemente no te darán material de lectura. Lo único que podrás hacer es pasar muchas horas sentado en silencio, en completo silencio; un silencio tan absoluto que puedes oír los latidos de tu corazón. Es una sensación de estrés continuo que te desborda. Cada segundo que pasas en esa celda, es un ataque a tu alma.
A veces, solo quería oír una voz humana, y gritaba, cantaba o “rapeaba”, incluso me inventé un amigo imaginario y hablaba con él para distraerme. En alguna ocasión llegué a preguntarme si había perdido la cordura. Perdí la noción del tiempo y ya no sabía qué día de la semana era. Uno de mis peores temores era que si perdía la noción del tiempo también perdía la cuenta de los días que me faltaban por salir de allí.
También me aterraba la idea de que decidieran no darme más comida. Estaba paranoico. Si la comida se demoraba diez minutos, automáticamente pensaba lo peor, algo así como: Confirmado, ahora nos van a matar de hambre“.
Traducción de Emma Reverter