Corea del Norte ofrece viajes de lujo para turistas rusos a una estación de esquí “al estilo de los Alpes suizos”

Pjotr Sauer

11 de mayo de 2024 22:04 h

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“Satisfecha al 100%”. La ciudadana rusa Olga Shpalok habla así sobre las inmaculadas montañas vírgenes en las que pasó todo el día deslizándose con sus esquís, con visita posterior al spa y la sauna del hotel para relajarse. “Me dijeron que era muy difícil entrar en el país, pero el destino nos sonrió”, afirma. 

Shpalok, una diseñadora de Vladivostok, formó parte del primer grupo de extranjeros que visitaron Corea del Norte como turistas desde que en 2020 Pyongyang cerrara sus fronteras por la pandemia de la COVID-19. Con otros cien turistas rusos, llegó al país a principios de febrero para un viaje de cuatro días a la nieve, que la Embajada rusa presentaba con el lema “Pyongyang abre sus puertas”. En lo que va de año, más de 200 turistas rusos han visitado Corea del Norte en tres viajes organizados entre febrero y marzo. Sus testimonios ofrecen una imagen poco frecuente de la vida bajo el régimen de Kim Jong-un. 

Estrechamente vigilados por “guardianes” del Gobierno norcoreano que restringían adónde ir y qué ver, los turistas rusos hablaron de su experiencia en lujosas estaciones de esquí que, de otro modo, habrían seguido vacías. Algunos dijeron sentir un malestar profundo por la pobreza y el control total en el país.

Que los turistas rusos puedan acceder ahora al Estado paria norcoreano no es ninguna casualidad. Desde que Moscú lanzó la invasión de Ucrania en febrero de 2022, los dos países han estado acercándose a una velocidad extraordinaria. Corea del Norte se ha convertido en el principal proveedor de armas de Rusia, enviándole proyectiles de artillería, misiles y otros equipamientos de guerra. En ese intercambio, Rusia parece estar eludiendo las sanciones internacionales que pesan sobre Corea del Norte enviándole alimentos, materias primas y piezas para la fabricación de armas. 

Turistas, sí. Organizaciones humanitarias, no

Los turistas rusos que visitan Corea del Norte representan otra de las maneras en que Moscú puede ayudar a Pyongyang. Con el endurecimiento de las sanciones internacionales y la supuesta crisis alimentaria provocada por el aislamiento a partir de la pandemia, cualquier divisa es bienvenida en las maltrechas arcas de Pyongyang (antes de que la COVID-19 sellara sus fronteras, unos 5.000 occidentales visitaban Corea del Norte al año en costosos viajes turísticos). 

Según Hanna Song, que trabaja en Seúl (Corea del Sur) para el Centro de Datos para los Derechos Humanos en Corea del Norte, el hecho de que el país haya “elegido permitir el acceso a turistas rusos y siga rechazando a las organizaciones humanitarias que solicitan entrar es un reflejo elocuente de las prioridades del régimen”.

Varias agencias de viajes rusas comenzaron a anunciar en enero paquetes de esquí en Corea del Norte por un precio de 750 dólares (unos 690 euros). El paquete incluye avión de ida y vuelta desde el aeropuerto de Pyongyang (el único internacional del país), un vuelo local hasta la estación de esquí en la costa este norcoreana, la estancia en el hotel y las comidas. Los turistas tienen que pagar de su bolsillo y con efectivo el forfait diario de 40 dólares, los souvenirs y artículos como el alcohol o los cigarrillos. 

El viaje comienza con un avión que despega de Vladivostok, en el extremo oriental de Rusia, y aterriza dos horas después en Pyongyang. Lo opera la aerolínea estatal norcoreana, Air Koryo, cuya envejecida flota está compuesta principalmente por aviones Tu-154 de fabricación rusa. “Cuando subí al avión me pregunté si llegaríamos”, admite Alexandra Daniyelko, una directora de relaciones públicas de Moscú que participó en uno de esos viajes.

A su llegada a Pyongyang, los turistas rusos visitaron la céntrica plaza Kim Il-sung; hicieron reverencias frente a las estatuas de bronce de los líderes fallecidos Kim Il-sung y Kim Jong-il en la colina Mansu; y asistieron a una actuación musical juvenil en el Palacio de los Niños de Mangyongdae, donde grupos de las juventudes comunistas ofrecen espectáculos de música y danza patrióticas.

Cuidadosamente escenificados, los espectáculos suelen estar plagados de propaganda gubernamental para inculcar a los norcoreanos el orgullo nacional y la lealtad a la familia Kim, que gobierna el país con mano de hierro desde su llegada al poder en 1948. “Lloré ante la pureza, la bondad y el talento de estos niños”, dice Daniyelko sobre la actuación. “Perfectamente disciplinados y obedientes”, afirma otro turista ruso, que vio a los vigilantes del lugar confiscando los bombones que algunos habían traído de Rusia para los niños.

Pero para muchos de los integrantes del viaje, las verdaderas vacaciones empezaron el segundo día, cuando embarcaban en un vuelo interno hacia la ciudad costera de Wonsan, cerca de la estación de esquí de Masikryong.

Una estación de esquí “al estilo de los Alpes suizos”

El centro turístico es uno de los grandes proyectos de construcción del régimen de los últimos años, con un coste estimado de 24 millones de libras esterlinas (unos 28 millones de euros) y un teleférico austríaco importado de China. Cuando en 2014 se iba a inaugurar la estación, Kim fue fotografiado en un telesilla, sin esquís y fumando un cigarrillo.

A los turistas rusos les dijeron que serían alojados en un “centro turístico de cinco estrellas al estilo de los Alpes suizos” construido por orden de Kim, que fue educado en Suiza. En imágenes publicadas por Instagram se pueden ver las refinadas habitaciones del hotel, la piscina moderna, la sauna, la zona de masajes y la peluquería. “No había gente en las pistas principales, lo cual era perfecto”, explica Yekaterina Kolomeetsa, que en Vladivostok escribe un blog de viajes. La ausencia de gente en las pistas no es ningún misterio: de los 24 millones de personas que viven en Corea del Norte, solo esquían 5.500.

A pesar de los esfuerzos del régimen por presentar una cuidada imagen del país, algunos turistas cuentan que se marcharon perturbados. “La desesperanza y el control constante se percibía durante todo el viaje”, recuerda Shpalok. Desde el autobús en el que se desplazó por Pyongyang junto con otros turistas apenas vio coches ni gente por las calles. “Le preguntamos a nuestros guías dónde estaba todo el mundo y nos dijeron que la gente estaba felizmente trabajando”.

Los turistas tenían prohibido estrictamente filmar casas o a personas corrientes y no podían salir a pasear solos. A Shpalok, las pocas personas que vio le parecieron “bajas y hambrientas”. También relata haber visto a varios niños “escasamente abrigados”, a pesar del frío.

Para Yulia Mishkova, otra turista rusa, se trató de un viaje apropiado para los que “buscan una dosis de absurdo”. “Sentí pena por los asustados norcoreanos”, dice. A ella le costó olvidar que su forfait diario costaba más de lo que un norcoreano gana de media al mes. “No volveré a ir por razones morales y éticas”, sentencia.

Pero los dos países parecen tener grandes planes de futuro. Según un informe del gobierno regional de Primorsky Krai, que en el extremo oriental de Rusia hace frontera con Corea del Norte, este país está construyendo otra estación de esquí gigantesca para turistas rusos, con 17 hoteles, 37 albergues y 29 tiendas.

También se están vendiendo dos paquetes de viajes de senderismo en Corea del Norte para este mes de mayo, cuenta Tatyana Markova, de la agencia de viajes Vostok Intur. “Esto es sólo el principio”, reza una promoción reciente de ese paquete. “¡Asegúrate de reservar tu plaza rápido!”.

Traducido por Francisco de Zárate