Ginnie Springs, un manantial de agua azul y cristalina, es desde hace tiempo una de las maravillas que embellecen el caudal del río Santa Fe, en Florida. Un paraíso para los amantes de los deportes acuáticos y un refugio vital para la diversidad ecológica, en concreto para las diversas especies de tortugas que se reproducen en su orilla.
Sin embargo, existe la preocupación de que el caudal del río se reduzca si Nestlé, uno de los emporios de la alimentación y bebidas más importantes del mundo, logra poner en marcha el controvertido proyecto para el que ha solicitado permiso.
Esta petición ha indignado a ecologistas y autoridades competentes responsables del bienestar y vitalidad del río, que plantean dudas sobre el plan de la empresa. El nuevo proyecto pretende extraer más de 4,1 millones de litros de agua diarios del manantial para venderla como agua embotellada.
Quienes se oponen al proyecto se apoyan en la fragilidad del curso de agua, declarado “en fase de recuperación” por la autoridad de gestión del agua del río Suwanee, que lo administra en la actualidad. Años anteriores de sobreutilización han tenido como consecuencia que un drenaje del caudal de la magnitud propuesta por la empresa no sea sostenible. Pero Nestlé lo niega con énfasis.
La pelea para detener el proyecto se plantea a partir de dos premisas: el daño ambiental que puede causar y la defensa del interés público.
Nestlé, que ya produce las marcas Zephyrhills y Pure Life con agua extraída de fuentes similares en Florida, ha gastado millones de dólares este año en la construcción y mejora de una planta embotelladora en la localidad cercana de High Springs. Ahora, la empresa asume que los permisos solicitados le serán concedidos.
Para seguir adelante con el proyecto, es necesario que la entidad que gestiona el agua del río Suwanee renueve un permiso caducado de uso del agua a nombre de una empresa local, Seven Springs, de quien compraría el agua a un precio que no se ha hecho público. Nestlé insiste en que el agua del manantial es un recurso que se renueva sin problemas y promete una gestión “firme” en colaboración con agentes locales para lograr la sostenibilidad a largo plazo del acuífero.
Sin embargo, los responsables de la empresa también reconocen en los documentos para solicitar los permisos que sus planes implicarían, si el permiso fuera concedido, la extracción diaria de una cantidad de agua que multiplica por cuatro las cantidades que sacaban las empresas que explotaban el manantial antes que Nestlé.
“La instalación está añadiendo capacidad de embotellado y espera un incremento significativo en el volumen de producción, equivalente a la extracción media diaria anual solicitada, de unos 4,1 millones de litros”, escribió George Ring, responsable de recursos naturales de la filial de aguas de Nestlé en Estados Unidos, en una carta dirigida a los ingenieros del distrito de Suwanee.
Los activistas contra al plan de Nestlé han abierto un foro y una petición en línea y han enviado decenas de cartas denunciando el proyecto antes de que se tome la decisión, que se espera que llegue en noviembre. Argumentan que podría rechazarse solo teniendo en cuenta el impacto ambiental sin entrar en el resto de consideraciones.
Merrillee Malwitz-Jipson, directora de la ONG Our Santa Fe River (Nuestro río Santa Fe) explica que “la cuestión radica en cuánto daño va a hacerse al manantial y qué cambios va a experimentar el sistema de aguas”. Añade que “el río Santa Fe ya sufre un declive, no sale agua suficiente del acuífero para renovar el manantial, tan bello y espectacular, icónico, de valor cultural y tan importante para el sistema natural y sus habitantes”. También, mantiene que “es imposible retirar millones de litros de agua sin generar impacto”. “Si sacas cualquier cantidad de agua de un vaso, el vaso siempre tendrá menos agua”, agrega.
El río Santa Fe y sus manantiales son el hogar de 15 especies de tortugas, 11 de ellas endémicas, que dependen de la fortaleza del flujo de agua y el nivel del río. “Pocos lugares en la tierra tienen tantas especies de tortuga juntas, alrededor de una cuarta parte de todas las especies de tortugas de agua dulce viven en este pequeño ecosistema fluvial. La degradación del hábitat es una gran amenaza a la diversidad y sucederá si se reduce el caudal [del río]”, explica Malwitz-Jipson.
Stefani Weeks, ingeniera de la institución que gestiona el río Suwanee explica que como Seven Springs solicita una renovación de cinco años de un permiso que ya existe, y no un permiso nuevo, los miembros del consejo que tomará la decisión final no podrán tener en cuenta la declaración de protección o la estrategia de recuperación, que se puso en marcha en 2014 para el restablecimiento del flujo y nivel de agua.
La administración pública también está haciendo preguntas. En julio escribieron por segunda vez a Seven Springs: “No consideramos que su primera respuesta estuviera completa, así que les pedimos más detalles. Cuando nos den una segunda respuesta la revisaremos”.
Entre la información solicitada, se encuentran un informe de evaluación de cualquier daño que el proyecto pudiera causar a los humedales y un estudio de impacto sobre Ginnie Springs. El permiso no puede concederse, según las autoridades, a menos que la empresa Seven Springs pueda demostrar que no habrá cambios “en la frecuencia normal y las funciones de los niveles de agua y el flujo del manantial” y “no se producen consecuencias adversas en la calidad del agua, la vegetación y la población”.
La controversia no es nueva en lo que se refiere a las actividades de extracción de agua de Nestlé. En 2017, el comité de control de la entidad de gestión del agua de California descubrió que se desviaba agua “sin fundamento de derecho” del Cañón Strawberry, en el bosque nacional de San Bernardino. Esa agua terminaba embotellada con la marca Arrowhead de la empresa.
Nestlé ha apelado y continúa extrayendo agua del cañón, 171 millones de litros el año pasado, según informes públicos. Pero en el tira y afloja en relación a si la empresa tiene derechos históricos sobre el agua que extrae varios grupos, entre los que se incluye el Centro para la Diversidad Biológica, el Sierra Club, la Liga de Mujeres Votantes o la Asociación para Salvar los Bosques, han sido muy críticos con Nestlé y sus actividades.
Por su parte, Nestlé, que emplea a 800 personas en Florida, afirmó en un comunicado que quería responder a “ideas equivocadas” sobre sus proyectos. “Nos adherimos a todos las normas reguladoras relevantes y los estándares del estado. Al igual que los anteriores dueños de la fábrica de High Springs que embotellaba agua y otras bebidas, no tomamos agua de fuentes de propiedad pública. En su lugar, compramos agua de una empresa privada que tiene el permiso de uso requerido”, enuncia el texto enviado por Adam Gaber, su portavoz. El uso del agua por parte de Nestlé “siempre permanecerá dentro de los límites estrictos marcados por el permiso”, exponía el documento.
El portavoz agregó que Nestlé también administra el entorno de manera responsable. “Nuestro negocio depende de la calidad y sostenibilidad del agua que recogemos” y “no tendría sentido invertir millones de dólares en operaciones locales que esquilmen los recursos naturales de los que depende nuestro negocio. Iría contra el éxito de nuestro negocio y contra los valores que defendemos como personas y como empresa”, sentenciaba.