La piel de coyote se convierte en un tejido de moda para la ropa de marca

Daniel McGraw / Dream McClinton

Ohio - Nueva York —

Colton Morris (28 años) se arrodilló en el suelo de hormigón de un almacén en una zona rural de Ohio para peinar cuidadosamente una pila de pieles de coyote con un cepillo de metal antes de subastarlas. La mañana era soleada pero fresca, y unos 150 compradores y vendedores se acercaron al evento en el pequeño pueblo de Kidron, ubicado casi 100 kilómetros al sudoeste de Cleveland. A la venta había visón, mapache, zorro y castor. Pero la mayor atracción eran los coyotes.

El comercio de piel de coyote está en auge, mayormente impulsado en Estados Unidos por las parkas de la marca Canada Goose, y no da señales de languidecer. La marca se hizo famosa cuando la modelo y actriz Kate Upton posó con una chaqueta blanca para la portada de la revista Sports Illustrated en 2013. La empresa también les regaló chaquetas a los famosos del Festival de Sundance y sigue creciendo; el año pasado entró al mercado en China. La parka emblema de color azul marino, con capucha con piel de coyote y un parche del Círculo Ártico en la manga, se ha convertido en un polémico artículo de moda que se vende por 1.056 euros. “Ese producto es probablemente el que está promoviendo el mercado del coyote en este momento”, dijo Dave Linkhart, de la Asociación Nacional de Tramperos.

Mientras seguía peinando sus pieles de coyote, Colton Morris sonrió ante una pregunta sobre la crueldad hacia animales salvajes con fines estilísticos. “La gente no entiende que este es un animal como las ovejas, las vacas o las gallinas, y los utilizamos como un recurso renovable”, afirma.

Él utiliza trampas con resortes que atrapan las patas de los coyotes. Cada día revisa las trampas y a los coyotes atrapados los mata de un tiro. “En general los coyotes que atrapamos están mal de salud, porque la población ha crecido mucho. La forma en que ponemos fin a su sufrimiento es en realidad muy compasiva”, argumenta.

Morris trabaja como enfermero en la sala de emergencias de un hospital del sur de Ohio. La caza de coyotes, que realiza en los bosques de la región, es un hobby que le da un ingreso extra.

La subasta se realizó rápidamente y Morris se marchó con una ganancia neta de 880 euros por sus 60 pieles, después de pagar una comisión y comprar las trampas. “Hago esto desde que tengo 12 años. Me encanta el desafío. Trato a los animales con respeto y ese esfuerzo me da un dinerillo extra”, dice.

Los tramperos como Morris también son contratados por asociaciones de propietarios, granjeros y hacendados para matar coyotes, en un intento de proteger a las mascotas de la familia o el ganado de este predador común. Hasta hace poco, la piel de coyote no tenía mucho valor. Pero la popularidad de Canada Goose ha cambiado las cosas.

La piel de un coyote del este de Estados Unidos suele subastarse por una cantidad de entre 5 y 40 dólares. Los precios varían según la calidad de la piel, la oferta y la cantidad de tramperos que haya cazando, que ha aumentado desde que se puso de moda este material. En el oeste del país, especialmente en estados como Montana, las pieles más sedosas y claras pueden subastarse fácilmente por el doble o el triple de valor que las de coyotes del este. Se calcula que los precios de las subastas de este año han sido un 25% más altos que los del año pasado y un 40% más altos que hace cuatro años.

“Los coyotes están de moda”, asegura John Hughes, comprador de Pieles J&M en Roundup, Montana. “Y es gracias al mercado de la tapicería”. Linkhart añade: “Ahora que estas pieles tienen cierto valor, se están cosechando”.

Los activistas por los derechos de los animales critican fervientemente este comercio y no están de acuerdo con el argumento de que los tramperos estén ayudando a controlar la población de coyotes salvajes.

“Eso es mentira”, denuncia Brooks Fahy de Defensa del Predador, un grupo que lucha por una “convivencia pacífica” entre humanos y animales salvajes de EEUU. En su sitio web recuerda a sus seguidores que los navajos consideraban a los coyotes “los perros de Dios”.

“La piel se usa exclusivamente para artículos de moda. No es necesario”, continúa Brooks. “Si Canada Goose fuera una marca honesta, pondría una etiqueta en las chaquetas con la foto de un coyote con la pata o el cuello atrapados en una trampa”.

Hace mucho que Peta (People for the Ethical Treatment of Animals) ha llamado a boicotear los productos de Canada Goose, en defensa de los gansos de los que sacan las plumas y los coyotes que utilizan por sus pieles. La organización condena la cadena comercial compuesta por tramperos, intermediarios y fabricantes, hasta llegar al público que consume estos productos.

Pero los argumentos caen en saco roto. Canada Goose acaba de informar que sus beneficios del tercer cuatrimestre del período 2018-19 han sido un 50% mayores que los del mismo cuatrimestre del período anterior y ascienden a 264 millones de euros. El director ejecutivo de la empresa, Dani Reiss, dijo en un comunicado que éste sería otro año de “resultados impresionantes” para la empresa, según un informe comercial del mes pasado.

Durante la ola polar que heló a Nueva York antes de la primavera, los jóvenes modernos y pudientes llevaron las chaquetas por toda la ciudad. Canada Goose vende chaquetas sin la capucha de piel, pero las capuchas de coyote son muy populares.

Garrison Gibbons, un joven de poco más de 20 años que viaja en el metro de Nueva York con su parka nueva, explica que se la compró impulsivamente con dinero que ganó apostando y que la considera una “prenda de lujo”. Gibbons, que trabaja en Recursos Humanos dijo que cuando se mudó a Nueva York desde su Mississippi natal necesitaba prendas para el frío, aunque admitió que la chaqueta “definitivamente es un símbolo de estatus”.

“Habiendo crecido en el sur, yo me oponía a la caza. Crecí siendo defensor de los animales y estaba en contra de la crueldad hacia los animales. Pero cuando me mudé a la ciudad y tuve que enfrentarme al frío… al final tuve que superarlo”, dijo.

Mientras tanto, en un restaurante Chick-fil-A en el centro de Manhattan, la veinteañera Andrea Parker lleva puesta la chaqueta mientras pide la carta y compara llevar una prenda con comer pollo o carne.

Se encoge de hombros. “Supongo que siento que es lo mismo que comer carne animal o llevar prendas de cuero. Es lo mismo”, afirma.