Los bulldzoers militares de Israel han demolido 23 casas en dos pueblos empobrecidos del sur de Cisjordania, incluyendo luagres que servían de hogar para más de 100 personas. La operación de derribo, una de la más destructivas de los últimos años, se ha llevado a cabo en la controvertida zona militar delimitada por Israel conocida como Zona de tiro 918, de unos 300 kilómetros cuadrados y que fue declarada área restringida por los israelíes en los años 70.
La intervención se ha ejecutado ignorando una campaña internacional de gran repercusión que se impulsó para proteger los ocho pueblos de la zona, así como una petición firmada por algunos de los escritores más conocidos del mundo.
Las organizaciones de derechos humanos se han enfrentado en repetidas ocasiones a la reclamación israelí por esta tierra, argumentando que es ilegal establecer una zona militar en territorio ocupado. Las demoliciones de este martes fueron descritas por el grupo israelí de exmilitares Rompiendo el Silencio -que ha apoyado a estos pueblos durante mucho tiempo- como unas de las más destructivas desde hace una década.
Las excavadoras israelíes entraron en Khirbet Jenbat y en la aldea cercana de Khirbat el-Halawa justo después del amanecer en la mañana del martes. Sus tropas destruyeron una docena de casas en el mismo Jenbah, así como otras construcciones, algunas de las cuales fueron financiadas por países europeos, incluido el Reino Unido.
Docenas de niños de diferentes familias se encuentran entre las 110 personas forzadas a vivir sin hogar por las demoliciones, según la ONG israelí Paz Ahora.
Los 12 edificios destruidos forman parte de los cuarenta que habían sido designados previamente para su demolición. Estas propiedades se ubicaban en tres zonas de un área remota solo accesible a través de una carretera de tierra. La destrucción de las viviendas restantes se ha paralizado por el momento, después de que los abogados que representan a los pueblos consiguiesen una orden judicial que retrasa la ejecución de la orden hasta la próxima semana.
Las familias, muchas de las cuales se han agrupado en cuevas que también les sirven como casa, defienden que sus antepasados vivieron en estas tierras desde mucho antes de que Israel ocupase Cisjordania en 1967.
Los testimonios de la perseverancia
Pueblos como Jenbah son algunos de los más pobres de Cisjordania, desprovistos de una red eléctrica y dependientes de paneles solares donados, muchos de los cuales han sido destruidos por el Ejército israelí. El martes, los habitantes buscaban entre los restos de sus casas, montaban tiendas de campaña temporales y transportaban los muebles que habían conseguido salvar hacia los lugares donde planeaban pasar la noche.
Entre ellos estaba Khalid Hussein Jabari, que ha perdido su casa en Khirbet Jenbah como otros miembros de su familia. “Vinieron el día anterior y marcaron las casas para su demolición. Sabíamos que iban en serio porque algunos de los vecinos que entienden hebreo escucharon a los soldados hablar de cómo se iba a llevar a cabo la destrucción de los edificios”, dice junto a las ruinas de la casa de su hermano. “Estaba en una aldea cercana mientras escuchaba las noticias a las 3.30 de la madrugada del martes. Llegué a la par que las excavadoras, justo después de las 5 de la mañana”.
Un poco más lejos, Mahmoud Ahmad Isa, de 30 años, observa a sus familiares cargar con los muebles por unas escaleras de piedra hacia la entrada de una cueva situada junto a las ruinas de su casa. “Hay humedad [en la cueva], pero ya veremos cómo nos apañamos. Lo primero que tenemos que hacer es recoger los escombros y reconstruir. No hay otra alternativa”, añade.
Mientras Israel ha intentado durante años desplazar los pueblos –situados en parte del territorio ocupado conocido como Zona C, que está bajo vigilancia y control administrativo de Israel–, los lugareños han contado con un respaldo de gran repercusión mediática por parte de la comunidad internacional. Hace dos años, 51 autores de alcance mundial, entre los que se encuentran Mario Vargas Llosa, Seamus Heaney y Orhan Pamuk, firmaron una petición para que el Gobierno israelí permitiese la permanencia de estos pueblos.
Tampoco es la primera vez que las tropas de Israel destruyen Khirbet Jenbah. El poblado fue demolido en su integridad en 1999. Los habitantes, sin embargo, regresaron tiempo después y ganaron una sentencia judicial que les autorizaba a permanecer en la zona si llegaban a un acuerdo con el Ejército.
Israel no ceja en su empeño
El lunes, el Gobierno de Israel declaró que la mediación había fracasado por culpa de la negativa de los habitantes a ser reubicados. Un comunicado del Cogat, la unidad del Ministerio de Defensa israelí que administra los asuntos civiles en Cisjordania, admite que “las medidas fueron ejecutadas contra objetivos ilegales como edificios o paneles solares, que se encuentran dentro de la zona militar”. Cogat confirma que las negociaciones fracasaron porque “los propietarios de las viviendas no han mostrado voluntad de mantener la situación en orden y frenar las construcciones ilegales”.
Los activistas en nombre de Jenbah y otros pueblos del sur de las montañas de Hebrón -y más extendidos por la Zona C- apuntan que Israel se niega constantemente a dar permisos de construcción a los locales o permitir el desarrollo de las comunidades, aunque autoriza construcciones a los colonos israelíes en la misma cordillera.
“Esto significa simplemente que volvemos a la casilla de salida. El Gobierno quiere sacarles de allí. Los habitantes se niegan”, comenta Sarit Mitchel, activista del grupo israelí B'Tselem, sobre las demoliciones.
Otros, condenan la elección del momento para la operación de derribo. Dov Khenin, diputado de la Lista Unida Árabe (coalición de partidos árabes), ha confirmado que ha escrito al ministro de Defensa israelí haciéndole saber que las demoliciones han dejado a la gente sin hogar justo en los meses más fríos del invierno. “La decisión fue tomada sin previo aviso, en un acto extremo que ha desprovisto a muchas familias de un techo sobre sus cabezas durante el invierno”, ha añadido.
Sentada sobre los escombros de su casa, bajo un cielo oscuro y una llovizna leve, Miriam al-Shehadeh, de 70 años, se mantiene. “Voy a quedarme. Reconstruiremos. Y si los israelíes destruyen el pueblo otra vez, pues lo harán otra vez. Somos agricultores y aquí es donde nos ganamos la vida”.
Traducción de: Mónica Zas