La investigadora sobre desinformación Amanda Rogers ha descrito el ruido desquiciado y conspiranoico en redes sociales al tiroteo contra Donald Trump como “una espiral de mierda autosostenida”.
Rogers, miembro del thinktank progresista Century Foundation, ha visto esto antes. Pero su magnitud es nueva y preocupante. La conversación en las redes sociales –y en los principales medios de comunicación– se centra en las motivaciones del autor del tiroteo y en su impacto en las elecciones, afirma. Y hay quienes quieren convertir un momento como este en un llamamiento más amplio a la violencia. Y difundirán mentiras para conseguirlo, afirma.
“El hecho de que este sea el entorno perfecto para la desinformación desde todos los puntos del espectro político es algo que me preocupa enormemente”, dijo Rogers. “Pero tenemos que tener voces en los medios de comunicación que hablen del hecho de que se trata de una situación de ruptura. La gente tiene que calmarse con las especulaciones”.
Los aceleracionistas son aquellos en la periferia política que quieren una guerra civil para reducir el país a cenizas y poder empezar de nuevo desde los escombros. En efecto, el término “Guerra Civil” comenzó a ser tendencia tras el tiroteo de Trump.
Las redes sociales se inundaron instantáneamente de hipérboles, mentiras, teorías conspirativas y tonterías desinformadas sobre el tiroteo. Los comentarios iban desde las sugerencias de la derecha, como las del representante de Georgia, Michael Collins, de que el presidente, Joe Biden, llamó a la violencia y debería ser acusado de un delito; hasta algunas supuestas voces de la izquierda, que sugieren que el tiroteo es un engaño destinado a reforzar los bajos porcentajes de Trump en las encuestas.
Preguntas razonables sobre si el Servicio Secreto pasó algo por alto se convierten en conspiraciones sobre si Biden ocultó deliberadamente protección competente para Trump, explica Jonathan Corpus Ong, investigador de desinformación y profesor de comunicaciones en la Universidad de Massachusetts en Amherst.
“Creo que es normal que la gente esté especulando, y tratando de dar sentido a lo que pasó”, apunta. “Creo que es importante que cualquier periodista o cualquier lector sea muy crítico con lo que ve en los medios de comunicación y con lo que lee, que se lo tome con calma también... Creo que no querríamos dejarnos arrastrar por el miedo, porque eso nos llevaría también a un estado de desconfianza en otras personas. Es importante estar atentos a lo que consumimos, y también aprender cuándo alejarnos de las narrativas que fomentan el miedo”.
Comprobación de los hechos
La Inteligencia Artificial complica aún más la reacción ante las noticias de última hora. Algunas imágenes del acontecimiento están destinadas a convertirse en icónicas, como la fotografía tomada por Evan Vucci, de Associated Press, de Trump, con el puño en alto y la oreja ensangrentada, una bandera estadounidense ondeando detrás de él mientras los agentes del Servicio Secreto lo sacan de la zona.
Pero otras procedentes de fuentes dudosas podrían ser rápidamente falsificadas. Según Ong, es útil comparar las imágenes procedentes de varias fuentes en el acto o saber qué agencias las distribuyen. “Nos gustaría ver vídeos y un relato y análisis de las noticias, que tuvieran múltiples fuentes y que estuvieran corroborados y verificados por múltiples expertos, para asegurarnos de que son auténticos en la era de las falsificaciones profundas”, afirma.
La naturaleza emocional e histórica del momento se presta a manipulaciones que confirman los prejuicios existentes, “que desencadenan emociones muy fuertes de miedo o ansiedad”, señala Ong. “Creo que eso es lo que tenemos que vigilar. Y tener cuidado”.
Antes de que el FBI hubiera identificado a Thomas Matthew Crooks, de 20 años, como el “sujeto implicado” en el tiroteo, ya habían comenzado las especulaciones sobre el arma y la identidad del presunto tirador. Los mensajes comenzaron a circular por las redes sociales casi de inmediato, sugiriendo que el tirador utilizó una pistola de aire comprimido o, al mismo tiempo, que el arma era una “pistola fantasma” construida a partir de piezas impresas en 3D.
La policía dijo más tarde que había recuperado un rifle AR en el lugar de los hechos.
Ninguna de las dos afirmaciones pudo ser corroborada inmediatamente. Cada afirmación sirve a una narrativa política, ya sea que el tiroteo fue un engaño o una prueba de la laxitud de las regulaciones de armas.
En los espacios de la derecha surgió un ruido igualmente infundado sobre la identidad del presunto autor de los disparos.
“Estas son las respuestas habituales que recibimos de los aceleracionistas en los canales de extrema derecha... tienes a gente identificando al tirador como Antifa, o como una persona trans, como una persona judía”, dijo Rogers. “Tienes a los sospechosos habituales siendo sacados a relucir. Y luego en los canales más QAnon tienes 'esta es la izquierda tratando de cebarnos en una guerra civil'”.
Lo que Rogers encuentra más preocupante es un patrón de borrado masivo de publicaciones en los canales de Telegram de extrema derecha que ella sigue en los minutos posteriores al tiroteo. Dijo que lo hacían por si era uno de los suyos: “Los aficionados a Telegram saben que la gente está mirando y potencialmente, si hubiera una conexión, no es que vayan a dejar pasar esas cosas”.