Dos costas, un mismo país, dos relatos distintos. La arena de las playas en Miami Beach y Fort Lauderdale en la costa atlántica de Florida está desierta. Es la temporada de vacaciones de primavera pero los alcaldes demócratas de la zona han ordenado el cierre para luchar contra la propagación del coronavirus.
Al otro lado de la estrecha península del estado, las playas que dan al Golfo de México viven en una realidad paralela. Allí, el alcalde republicano se negó a cerrar las playas de Clearwater y el resultado es visible en las imágenes que han dado la vuelta al mundo: miles de bañistas despreocupados ocupando la arena y socializando en el agua.
El riesgo para la salud pública que implican estas grandes aglomeraciones no era un secreto cuando se produjeron. Un día antes, los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades habían desaconsejado las reuniones de más de 50 personas y el gobernador demócrata de Nueva York, Andrew Cuomo, había advertido que el coronavirus se había “propagado mucho más de lo que se sabe”. A 30 de marzo, el país ya cuenta con casi 150.000 contagios y más de 2.500 muertes, superando a Italia y convirtiéndose en el nuevo epicentro mundial de la pandemia.
Pero el gobernador de Florida, Ron DeSantis, como la mayoría de los restantes 25 gobernadores republicanos del país, no ve motivos de alarma. Pese a las advertencias de los profesionales médicos sobre una posible “explosión” de casos de coronavirus en el estado, continúa sin cerrar las empresas no esenciales.
A pesar de la ausencia generalizada de pruebas, hay casos de coronavirus en los 50 estados del país y en cientos de condados. Al virus no le importan las llamadas fronteras políticas que separan a los estados rojos, gobernados por republicanos, de los azules, gobernados por demócratas. Pero donde sí hay una clara división es en las respuestas a nivel estatal y local, que contrastan en función del partido en el poder.
Según datos recogidos por la Fundación Kaiser, los estados con gobernadores demócratas han sido más rápidos en declarar la emergencia, cerrar escuelas y empresas no esenciales, así como en poner restricciones a bares y restaurantes. 15 de los 21 estados con orden de confinamiento tienen un gobernador demócrata.
En cambio, los estados con gobernadores republicanos muestran menos urgencia en pedir a los negocios que cierren, y son más propensos a minimizar la amenaza. “Vayan a las tiendas de comida, por el amor de Dios, vayan a las tiendas de comida”, dijo el gobernador Jim Justice de Virginia Occidental a los ciudadanos el 16 de marzo. “Si quieren ir a un restaurante de la cadena Bob Evans y comer, vayan a Bob Evans y coman”, afirmó. La noche anterior, el gobernador de Oklahoma, Kevin Stitt, había tuiteado una foto suya junto a sus dos hijos en un restaurante. “Está lleno esta noche”, escribía orgulloso. Horas después, borró el tuit.
Trump, incapaz de unificar la respuesta nacional
Según Manuel Pastor, profesor de la Universidad del Sur de California, la divergencia en las respuestas al coronavirus no se corresponde exactamente con la línea que separa a los estados rojos de los azules. Los estados de Ohio y Maryland, gobernados por republicanos, están entre los más proactivos en su respuesta a la amenaza. “Es más una división entre los estados sensatos y los estados republicanos de Trump”, asevera Pastor.
En 2020, todos los desacuerdos partidistas de Estados Unidos parecen emanar de Donald Trump o terminar con él. Según los expertos, es cierto que el presidente está fomentando divisiones internas por la amenaza del coronavirus, enfrentando a los gobernadores entre sí y desencadenando guerras de licitación por los equipamientos médicos.
El sistema federal estadounidense otorga a los estados y localidades las principales responsabilidades en salud pública pero, según Lawrence O. Gostin, profesor de Salud Pública en la Universidad Johns Hopkins, el presidente tiene un papel crucial en una emergencia para unificar la respuesta nacional y canalizar hacia los estados más necesitados los enormes recursos del Gobierno federal. En su opinión, lo que está ocurriendo “no tiene precedentes” y el federalismo estadounidense está demostrando no funcionar bien: “Necesitamos remar para el mismo lado, pero tenemos divisiones, insultos y respuestas muy diferentes”, explica.
Hasta ahora, los desastres se habían limitado a un área determinada y los estados se prestaban ayuda mutuamente. Por ejemplo, con bomberos para combatir los incendios forestales de California, con personal de emergencia para ayudar en Nueva York tras el 11 de septiembre, o con acuerdos para recibir a los refugiados del huracán Katrina. Pero el coronavirus es diferente.
Según el gobernador republicano de Maryland Larry Hogan, uno de los que han reaccionado enérgicamente a la amenaza del coronavirus, “es casi como si tuviéramos un huracán, pero está golpeando a todos los estados al mismo tiempo y lleva 21 días golpeándolos, al menos en el nuestro”, dijo el jueves durante una intervención en el programa de radio del exgobernador de Nueva Jersey.
Según las encuestas, la opinión de los ciudadanos sobre la amenaza vírica está alineada con su signo político. La cantidad de demócratas que dicen estar “extremadamente preocupados” por el coronavirus es un 20% superior a la de republicanos. De acuerdo con una encuesta difundida el viernes, los telespectadores de la conservadora cadena Fox News, que lleva semanas minimizando el peligro de la pandemia, son mucho menos propensos a tomarse en serio la pandemia.
Según Pastor, “la posibilidad de que los estados puedan decidir sobre cuestiones locales dentro de una amplia gama de temas permite tal variación”. “Eso es, por supuesto, una idiotez durante una pandemia porque, cuando un estado tiene estándares laxos, acaba por elevar la infección a otro nivel”, opina.
Es posible que las diferentes formas de ver la pandemia también tengan que ver con la experiencia de cada lugar. Hasta ahora, los estados más afectados, como son Nueva York, California y Washington, son principalmente costeros y urbanos, con una mayoría demócrata. Según el análisis publicado este jueves por Dave Wasserman, de la newsletter Cook Political Report, los condados que votaron por Trump en 2016 representan el 45% de la población de EEUU pero sólo el 19% de las muertes por coronavirus.
Es probable que el panorama cambie en las próximas semanas, con los gobernadores de algunos estados no costeros tomando medidas agresivas contra el virus, como el demócrata Andrew Beshear, en Kentucky; y el republicano Mike DeWine, en Ohio.
En Kentucky, Beshear procedió rápidamente a pedir pruebas de laboratorio para el virus y declaró el estado de emergencia el 6 de marzo. Bill Lee, gobernador republicano del estado colindante de Tennessee, esperó una semana más para declarar la emergencia.
En Ohio, DeWine se convirtió en uno de los primeros gobernadores en limitar las grandes reuniones y ordenar el cierre de bares y restaurantes. Hasta la semana pasada, el estado registraba 351 casos. El gobernador demócrata del vecino estado de Michigan fue más lento en decretar restricciones y el número de casos en el estado ascendió a 1.035, aunque la comparación no sea del todo fiable por las diferencias en las pruebas.
“Es imposible hablar de una sola epidemia de Covid-19 Estados Unidos”, dice Gostin. “Tendríamos que decir que son epidemias de Covid-19 porque variarán de un estado a otro, y la respuesta variará de un estado a otro”. En su opinión, es “extremadamente urgente” que la Administración Trump coordine la ayuda a los estados y que el presidente utilice el púlpito desde el que “pronuncia sus provocaciones” para unificar la respuesta nacional.
“Debería haber ocurrido hace varias semanas”, afirma. “Cuanto más esperemos sin un enfoque nacional y bien coordinado, más grave será el estallido del desastre en Estados Unidos”.
Traducido por Francisco de Zárate