Un qatarí detenido durante 13 años por vínculos con Al Qaeda denuncia que fue torturado en suelo estadounidense
Un hombre que pasó 13 años encarcelado en suelo estadounidense por ser un “terrorista durmiente” relacionado con los planificadores del atentado del 11 de septiembre habla por primera vez de los abusos y torturas a los que fue sometido. Tres años después de su liberación, Ali al-Marri sostiene su inocencia y pide que sus interrogadores del FBI respondan por lo que le hicieron.
Al-Marri fue arrestado tras los ataques de 2001 y George Bush lo declaró luego un “combatiente enemigo”. Fue el único ciudadano no estadounidense detenido fuera de Guantánamo: durante seis años estuvo encarcelado en régimen de aislamiento y sin acusación formal en un calabozo naval de Carolina del Sur.
Los registros de las detenciones respaldan sus alegaciones de haber sido sometido a torturas. Seguramente también reavivarán la polémica en torno al tratamiento que Estados Unidos dio a los sospechosos de Al Qaeda ahora que se acerca el nombramiento de Gina Haspel, una mujer acusada de dirigir las “técnicas de interrogatorio mejoradas”, como la próxima directora de la CIA.
Originario de Qatar, Al-Marri había llegado a Chicago el 10 de septiembre de 2001 acompañado por su esposa y sus cinco hijos. Los niños buscaban el canal de los dibujos animados en la habitación del hotel cuando aparecieron las imágenes del 11 de septiembre en la pantalla. “Tuve un presentimiento. Llamé a la aerolínea en seguida, ¿podríamos irnos a casa? Pero todos los aviones estaban en tierra. No creí que Al Qaeda pudiera hacer algo así. En mi hotel la gente me gritaba. Estaba claro lo que estaba ocurriendo”.
Alguien alertó al FBI cuando Al-Marri fue a recoger un baúl que le llegó desde Qatar. Lo detuvieron el 9 de diciembre. Pasarían 13 años antes de que pudiera ver a su familia de nuevo.
Los agentes del FBI encontraron una enciclopedia con marcas en las páginas sobre las vías fluviales de EEUU, búsquedas en Internet de productos químicos tóxicos y listados con cientos de números de tarjetas de crédito estadounidenses. Al-Marri dijo que había viajado a EEUU para estudiar pero los investigadores lo pusieron en duda: había llegado dos semanas después del comienzo del curso y 10 años después de completar su primer título en el país.
Los agentes del FBI lo acusaron de querer envenenar los lagos con cianuro y desestabilizar el sistema bancario estadounidense. Dijeron que había visitado los campos de entrenamiento de Al Qaeda en Pakistán y que estaba en contacto con el autor intelectual de los ataques del 11-S, Khalid Sheikh Mohammed.
Admite su culpabilidad
Al-Marri nunca respondió a las acusaciones. En 2009, se declaró culpable ante un tribunal civil de conspiración para prestar apoyo material a Al Qaeda y fue castigado con 15 años de cárcel, una sentencia que tuvo en cuenta su cautiverio anterior.
Respaldado por el grupo británico Cage, al-Marri ahora quiere que el gobierno estadounidense lleve su caso contra él “a un terreno neutral”. “Les desafío a que lo hagan”, dijo.
Según Al-Marri, su esposa marcó la enciclopedia mientras limpiaba su escritorio. “Estaba leyendo sobre el lago más grande, el río más largo... me gustan este tipo de datos”, dijo. También, que su indagación sobre químicos era por una posible importación de productos químicos de la empresa de su cuñado en Qatar. “No era sólo cianuro, eran 200 o 300 productos químicos diferentes”, dijo.
Los números de las tarjetas de crédito, dijo Al-Marri, tenían que ver con un pasatiempo sobre algoritmos. Los viajes a Pakistán eran por negocios.
Lo que está fuera de discusión es que desde 2003 Al-Marri fue recluido en una celda deliberadamente fría con períodos de desnudos forzados. Le afeitaron la cabeza y la barba y le dieron un estante de metal para tumbarse. Fue sometido a privación de sueño, interrogatorios y aislamiento mientras las cámaras de vigilancia lo controlaban.
Al-Marri denuncia que el 11 de marzo de 2004, mientras estaba sentado y encadenado al suelo, lo asfixiaron metiéndole calcetines hasta la garganta y tapándole la boca con cinta alrededor de la cabeza. “Me estaba ahogando, me estaba muriendo”, dijo. “El sufrimiento... sientes el dolor, lo sientes. Amenazaban con sodomizarme, con violar a mi esposa, con traer a mis hijos, eso es tortura... Me amenazaban con enviarme a un centro clandestino, con convertirme en una rata de laboratorio militar, me asfixiaban casi hasta la muerte. Eso es tortura”.
En el registro del calabozo relativo al 11 de marzo solo dice que sus interrogadores, enervados por su recitado de versos del Corán, le habían tapado la boca.
“Sabía que no tenía derechos, estaba metido en un agujero. Eran tiempos oscuros. Mi celda tenía seis pasos de largo. Para acostarme en el otro sentido, tenía que doblar las rodillas. No podía saber si era de día o de noche. Me sentía enterrado en una tumba de cemento. Sé que los americanos estaban enfadados pero eso no les daba derecho a tratarme así. En tiempos difíciles, la moral y los valores no deben cambiar. Desafortunadamente, en ese momento uno era culpable hasta que se demostrara su inocencia; todo el fanfarroneo sobre la justicia y la Constitución estadounidenses, todo eso se fue por la ventana. Yo pensaba que me iban a disparar, que me iban a colgar”.
“Sí, tenía miedo, tenía miedo de morir, echaba de menos a mis hijos y quería oler el aire. Pero no dejé que se me notara. No colaboré desde el primer día”.
“Fui tratado como el peor de todos los reclusos de América. Sin colchón, ni manta, ni almohada, ni Corán, ni alfombra de oración. No tenía ni idea de dónde estaba La Meca así que cada vez que rezaba cambiaba de lado”.
Sin energías
En 2009 sus condiciones habían mejorado. Pero al-Marri dice que se declaró culpable para poder regresar a casa. “Todo lo que (dije que) tiene que ver con Al-Qaeda y el terrorismo es falso 100%”, dijo.
“Mis reservas de energía estaban al 1%, había terminado. Después de siete años de aislamiento, echaba de menos a mis hijos, a mi esposa. Besar a mi madre antes de que se muriera era más importante que mi necesidad de sostener mi inocencia. En la cárcel militar no hay luz al final del túnel”.
“Mi mejor momento fue cuando escuché mi sentencia: 18 de enero de 2015. Finito, se terminó”.
A su regreso a Qatar, al-Marri fue recibido como un héroe. El primer ministro lo llamó por teléfono y lo homenajearon con celebraciones. “La gente me paraba en la calle para hacerse selfies”, dijo. “¿Qué estaban celebrando? ¿Un recluso que ha pasado su tiempo en la cárcel y ha salido?”
“No creen que sea un terrorista. Terrorista es un término relativo; el terrorista para unos es héroe para otros. George Washington, el padre fundador de Estados Unidos, fue un terrorista para los británicos. Para Occidente, sí, soy un terrorista, pero para los árabes no lo soy, soy un héroe. ¿Así que Osama Bin Laden es un héroe? Cuando me llaman terrorista o me llaman héroe, yo no lo veo así”.
“Estaba planeando hacer un máster y tal vez un doctorado. He terminado con un doctorado en hospitalidad estadounidense”, dijo. “No han responsabilizado a nadie. Hay gente que admite haber hecho esto y gente que lo niega. No necesito disculpas, necesito que respondan por lo que hicieron. Lo que me dijeron y lo que me hicieron fue tortura”.
En un comunicado, el FBI respondió a The Guardian que no haría comentarios sobre el caso, pero que “el FBI no practica la tortura”: “Mantenemos que las técnicas de construcción de informes son la manera más efectiva para obtener información precisa en un interrogatorio”.