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The Guardian en español

Lo dieron por muerto, pero hoy sigue en el cargo: cómo ha logrado sobrevivir Netanyahu durante un año de guerra

El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu.

Peter Beaumont

Jerusalén —

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A principios de septiembre, el descubrimiento de que seis rehenes israelíes habían sido asesinados por sus captores de Hamás mientras el ejército estaba operando cerca del túnel en el que se encontraban retenidos propició que grandes multitudes salieran a las calles de Tel Aviv y otras ciudades para protestar. En el centro de la consternación y la ira se situaba el gobierno de Benjamin Netanyahu. El principal sindicato de Israel, la Histadrut, convocó una huelga, breve pero significativa. Los políticos de la oposición mostraron su malestar por la forma en que el primer ministro ha abordado las negociaciones sobre rehenes y el alto el fuego, de cuyo fracaso se le acusa.

A puerta cerrada pero también en público, altos mandos militares y el ministro de Defensa, Yoav Gallant, manifestaron que eran partidarios de llegar a un acuerdo que priorizara la liberación de los rehenes, frente al empeño de Netanyahu en mantener el control militar de la zona fronteriza de Gaza con Egipto, lo que lo complica.

Sin embargo, a pesar de ser profundamente impopular fuera de su base de derechas, una encuesta reciente para el medio de comunicación Maariv reveló que el partido Likud de Netanyahu, que muchos creían que no podría sobrevivir personalmente a las consecuencias del ataque sorpresa de Hamás de hace casi un año, ganaría el mayor número de escaños si ahora se convocaran elecciones. Los analistas señalan que esta tendencia se mantendrá, al menos a corto plazo. Una encuesta elaborada el domingo pasado para el Canal 12, dos días después del asesinato del líder de Hizbulá, Hasán Nasrala, mostró una ligera subida de votos, aunque a costa de otros partidos de su coalición.

Aferrado al poder

La realidad es que, incluso antes de la muerte de Nasrala, Netanyahu ha conseguido capear todos los temporales de forma sorprendente mientras la guerra de Israel en Gaza, que dura ya un año, se prolonga y las hostilidades en frentes que van desde Líbano hasta Yemen se recrudecen drásticamente.

En la escena mundial, Netanyahu, e Israel por asociación, han sido criticados y han quedado aislados. En el marco de su intervención en la Asamblea General de la ONU a finales de septiembre, el primer ministro israelí tuvo que llevar a su propio coro de admiradores para que lo vitorearan desde la tribuna, poco antes del asesinato de Nasrala, mientras muchos diplomáticos se marchaban.

En Israel, la mayoría sigue creyendo que debería dimitir, sobre todo por la grave brecha de seguridad que hizo posible los ataques de Hamás del 7 de octubre. Sin embargo, Netanyahu se aferra al poder, paradójicamente jugando con los mismos mecanismos del sistema de coaliciones israelí que han deshecho gobiernos anteriores, incluido los suyos propios.

El fracaso de la oposición

Si algo evidencian las encuestas no es tanto un voto abrumador a su favor como el fracaso de la oposición israelí a la hora de sacar partido de su impopularidad.

Dahlia Scheindlin, analista política y experta en sondeos, divide la historia de la supervivencia política de Netanyahu en varias fases diferenciadas. “Primero, sigue en el cargo porque no hay ningún mecanismo legal para ir a elecciones, por muy mal que se sienta la gente respecto al gobierno, si el gobierno no cae”. “En los primeros días después de los ataques del 7 de octubre, mucha gente no quería que hubiera elecciones ya que nos encontrábamos a las puertas de una guerra de gran envergadura”, dice. “Luego pasamos a una segunda fase en la que no hubo una oposición seria a pesar de los graves niveles de desconfianza. En la tercera fase, hacia marzo-abril, volvieron a producirse protestas de peso, pero también fue entonces cuando comenzó la escalada regional con Irán. Y es también cuando se empieza a ver su resurgimiento en las encuestas”.

Incluso aquellos que vaticinaron la muerte política de Netanyahu en las semanas posteriores al 7 de octubre, incluido su acérrimo crítico, el ex primer ministro Ehud Olmert, se han visto obligados a reconsiderar sus predicciones. En declaraciones a Politico el pasado noviembre, Olmert afirmó que el primer ministro había quedado herido de muerte. “[Netanyahu] se ha empequeñecido como líder. Está destruido emocionalmente... Durante toda su carrera vendió la mentira de que él era la reencarnación de la seguridad del país”.

Hoy, Olmert atribuye el hecho de que Netanyahu siga en el cargo al hecho de que se haya centrado en su propia supervivencia, jugándose el todo por el todo –tanto en el plano personal como en el de las instituciones israelíes– en ese empeño. “La actuación de Netanyahu es magistral”, reconoce. “No hay sustancia, no hay profundidad, no hay una visión política real... Es pura teatralidad”. “La cuestión es que, como no tiene otra cosa que vender, lo que vende sin límites es incitación y polarización. Es brillante sabiendo manipular las divisiones para fortalecer su base política”, indica.

No obstante, según Olmert, Netanyahu seguiría teniéndolo difícil en unas elecciones, ya que no alcanzaría el umbral necesario para formar una coalición de gobierno, de 61 de los 120 escaños de la Knéset.

“A lo largo de este año no ha habido ni una sola encuesta en la que su coalición obtuviera más de 52 escaños, en comparación con los 64 que tiene ahora. El problema es que la oposición también está dividida. No cuenta con un solo político que tenga el tipo de carisma que podría marcar la diferencia”, señala. En este sentido, dice que no ve a “ningún político con la furia necesaria, que amenace con estallar. Todos son personas decentes, pero son demasiado comedidos para tener el lenguaje necesario para enfrentarse a las operaciones de la maquinaria del veneno”.

Para Yossi Mekelberg, investigador asociado del programa sobre Oriente Próximo de Chatham House, Netanyahu sigue beneficiándose del hecho de que Israel se encuentre en medio de un conflicto, aunque se le siga culpando de su génesis. “Hay una combinación de cuestiones desde el principio, incluida la convicción en Israel de que no se puede sustituir a un primer ministro en tiempo de guerra”, dice.

Mekelberg también cree que Netanyahu se beneficia de la falta de oposición dentro del Likud y de forma más amplia. “La oposición es débil y no hay ninguna dentro del Likud. Es el partido de Bibi. No hay una situación en la que alguien pueda decir: 'Muchas gracias, pero ahora representas una carga”, subraya.

Legitimar a la extrema derecha

La dinámica de la actual coalición de Netanyahu, la más derechista de la historia de Israel, la ha hecho inusualmente estable. La posición de figuras de extrema derecha como Itamar Ben Gvir y Bezalel Smotrich, que se oponen a cualquier acuerdo que conduzca a un alto el fuego en Gaza, ha permitido a Netanyahu eludir la presión de Estados Unidos en favor de un alto el fuego y prolongar la guerra. Esto, a su vez, ha alejado aún más la perspectiva de unas elecciones.

Y a pesar de los rumores de que de la extrema derecha podría salir de la coalición, los analistas no ven ninguna prueba real de que vayan a materializarlas. “La extrema derecha no tiene alternativa. Cree que este es su momento. Y Netanyahu les ha legitimado”, dice Mekelberg.

En septiembre, en un movimiento que se esperaba desde hace tiempo, Netanyahu reincorporó al gabinete a su rival del Likud, Gideon Saar, y a su facción, ampliando así la coalición en un movimiento diseñado para socavar la influencia de los partidos de extrema derecha y actuar como adversario de Gallant, su principal rival.

Según Scheindlin, si el Gobierno no se derrumba, hay dos posibilidades: que acabe la legislatura o que Shas, uno de los principales partidos ultraortodoxos, se retire de la coalición y forme un nuevo gobierno con la oposición sin que se convoquen nuevas elecciones.

Sin embargo, Israel está entrando en una fase de conflicto de alta intensidad contra Hizbulá juega en contra.

Nada de esto hace que la trayectoria futura de la política israelí o de Netanyahu sea más predecible a corto plazo, sobre todo porque los gobiernos israelíes a menudo han caído por cuestiones alejadas de la agenda principal del día a día.

“No se trata solo de la voluntad [de Netanyahu] de sobrevivir”, señala Mekelberg. “Se trata de la supervivencia de Israel tal y como lo conocemos”. “No se trata de que Israel vaya a desaparecer. Lo que preocupa es si volverá a ser el mismo. Ves cómo la sociedad está cambiando, cómo los valores de su sistema democrático se ven comprometidos y los valores socavados”.

Traducción de Emma Reverter.

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