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Lesiones y jornadas extenuantes: los obreros de Tesla Motors pagan el precio de su éxito

Julia Carrie Wong

California —

Cuando Tesla compró una fábrica automotriz desmantelada en Fremont, California, Elon Musk transformó la anticuada y sindicalizada planta en una venerada “fábrica del futuro”, donde robots gigantes con nombres salidos de X-Men moldeaban y plegaban láminas de metal en lo que parecía la radiante meca de la producción avanzada.

El interés de Musk por los coches eléctricos y su promesa de acabar con la industria automotriz basada en los hidrocarburos han hecho que el valor de Tesla supere al de Ford y, por un corto lapso, incluso al de General Motors. Pero entre los trabajadores que comparten la fábrica con sus robóticos colegas hay varios que se quejan de haber sufrido lesiones que les dejaron secuelas permanentes y una apabullante presión laboral, que atribuyen a los agresivos objetivos de producción de Musk.

Según los informes de casos a los que ha tenido acceso the Guardian, desde 2014 se han registrado más de un centenar de llamadas a ambulancias para atender a los trabajadores por pérdida del conocimiento, mareos, convulsiones, problemas respiratorios y dolores en el pecho. También ha habido otros cientos de llamadas a ambulancias para lesiones y otros temas médicos.

En una entrevista telefónica sobre las condiciones laborales dentro de la fábrica, de unos 10.000 empleados, el director ejecutivo de Tesla, Elon Musk, ha admitido que sus trabajadores han estado “pasando un momento difícil, trabajando muchas horas y arduamente”. Sin embargo, asegura que se preocupaba mucho por su salud y bienestar. La empresa Tesla sostiene que los registros de seguridad en la fábrica han tenido una marcada mejoría en el último año.

Musk también afirma que Tesla no debería ser comparada con los grandes fabricantes de automóviles de EEUU y que su precio de mercado, superior a los 50.000 millones de dólares en este momento, no se justifica. “Realmente creo que esta valoración de la empresa es mucho más de lo que merecemos”, asegura Musk, al tiempo que señala que su empresa produce solamente el 1% de los vehículos que fabrica General Motors.

“Somos una empresa que genera pérdidas –sostiene– No es una situación en la que, por decirlo de alguna manera, seamos simplemente unos capitalistas codiciosos que deciden escatimar en temas de seguridad para obtener más ganancias y beneficios y ese tipo de cosas. La clave es cuánto dinero perdemos, cómo hacemos para sobrevivir; cómo hacemos para no desaparecer y que nadie pierda su trabajo”.

Trabajar bajo muchas presiones

La explicación de Musk sobre el enfoque de la compañía difiere de la que dan 15 personas, entre operarios actuales y antiguos, que hablaron con the Guardian sobre una cultura que en su relato requiere trabajar largas horas bajo una intensa presión, a veces con dolor y lesiones, para cumplir con los ambiciosos objetivos de producción del director ejecutivo.

“He visto a gente desmayarse, caerse al suelo como un saco de patatas y romperse la cabeza”, asegura Jonathan Galescu, técnico de producción en Tesla. “Nos mandan a trabajar a su alrededor mientras la persona sigue tirada en el suelo”.

Galescu fue uno de los varios trabajadores que dijo haber visto a sus compañeros desmayarse o ser llevados en ambulancia. “Había un compañero en mi línea de producción que trabajaba y trabajaba sin parar hasta que, de repente, cayó al suelo”, cuenta Mikey Catura, que se encarga del ensamblaje de baterías.

Richard Ortiz, también empleado en el área de producción, se refirió con admiración a la tecnología de avanzada de la zona de producción. “Es como morirse y estar en el paraíso de la industria automotriz”. Pero también señala: “Todo aquí parece del futuro excepto nosotros”.

La dicotomía entre mundo tecnológico y la fábrica

Tesla se encuentra a mitad de camino entre la nueva empresa tecnológica, despegada de las reglas de la vieja economía, y el fabricante tradicional productor de bienes físicos. En ningún otro lugar queda tan plasmada esa contradicción como en la fábrica Tesla, donde la exagerada previsión de Musk de que su empresa fabricará 500.000 coches en 2018 (un crecimiento del 495% en comparación con 2016) depende en igual medida del sudor y la fuerza de los miles de trabajadores humanos como de los futurísticos robots.

“Por lo que entiendo, Elon Musk inició Tesla como una empresa de software y no se dio cuenta de que este emprendimiento no se limitaba a un grupo de nerds programando en el ordenador desde un escritorio”, dice un empleado de producción (uno de los tantos que pidieron no publicar su nombre). “Se empieza a perder la sensación de estar en una startup cuando hay miles de personas haciendo trabajos físicos”.

Accidentes laborales y salarios bajísimos

Michael Sánchez tenía dos sueños: ser artista y técnico de coches. Por eso dijo haberse sentido “extasiado” cuando hace cinco años lo contrataron para trabajar en Tesla, una empresa que para él formaba “parte del futuro”. Ahora Sánchez tiene dos hernias de disco en el cuello, está de baja por discapacidad en el trabajo y ya no puede coger un lápiz sin sentir dolor.

Desde Tesla argumentaron que Sánchez se había lesionado mientras instalaba una rueda. Según él, la lesión fue causada por todos los años que pasó en la línea de ensamblaje. Los coches con los que trabajaba estaban suspendidos sobre él. Tenía que estar mirando hacia arriba y trabajando con las manos sobre la cabeza todo el día.

“El lunes te aguantas; el martes te aguantas; el miércoles empiezas a sentir algo; el jueves sientes dolor; el viernes es una agonía; el sábado pasas el día lo mejor que puedes”, contó Sánchez.

En febrero, el empleado de Tesla José Morán publicó un artículo en su blog con detalladas acusaciones de las horas extras obligatorias, las altas tasas de accidentes laborales y los bajos salarios en la fábrica. También reveló que los trabajadores estaban tratando de asociarse al sindicato de trabajadores de la industria automotriz (United Auto Workers).

En la publicación de Morán se hablaba de una fuerza laboral prácticamente ausente en las imágenes oficiales de la fábrica Tesla.

Los métodos de fabricación de Tesla parecen haber sido más que peligrosos en los primeros años de operaciones. La empresa no niega que su índice total de incidentes registrables (TRIR, por sus siglas en inglés), una medida oficial de lesiones y enfermedades que exigen los que controlan las condiciones de seguridad laboral, estuvo por encima del promedio de la industria entre 2013 y 2016.

Pero las autoridades de Tesla no quisieron informar sobre esos cuatro años con el argumento de que ese tipo de información “no refleja cómo opera la fábrica en la actualidad”.

En la información más reciente divulgada por la empresa, los registros de incidentes de seguridad pasaron de estar apenas por encima del promedio de la industria a finales de 2016 a mejorar en un 32% el desempeño promedio en los primeros meses de 2017. Según la empresa, la decisión de agregar un tercer turno, de sumar un equipo de expertos en ergonomía y de mejorar los “equipos de seguridad” de la fábrica fueron las razones principales de la significativa mejora en la reducción de incidentes desde el año pasado.

Según Musk, la seguridad es primordial para la compañía: “Creo que es increíblemente dañino y falso que haya gente que diga que no me importa”. Y añade que, de acuerdo con su filosofía de gestión, su escritorio está “en el peor lugar de la fábrica, el lugar más incómodo: no es una oficina cómoda o con la mejor vista”.

Musk también contó que a principios de 2016 dormía en el piso de la fábrica en una bolsa de dormir “para hacer que fuera lo más doloroso posible”. “Sabía que la gente la estaba pasando mal, que trabajaban muchas horas y arduamente; quería trabajar más duro que ellos y más horas que ellos, porque creo que eso es lo que debería hacer un gerente”.

Según Musk, están trabajando porque creen “en un futuro con energía sostenible”. “Por eso intentamos acelerar la llegada del transporte no contaminante y la producción de energía no contaminante, no porque pensemos que es una manera de hacernos ricos”.

Los trabajadores de Tesla entrevistados por the Guardian replican esa sensación de orgullo y entusiasmo por la misión de la compañía. “Estamos cambiando el mundo”, afirma Ortiz, entusiasmado. “No puedo esperar al día en que mi nieta vaya a clase y diga: ‘Mi abuelo estuvo ahí’”.

Se producen lesiones que se pueden evitar

Pero ese orgullo no borra lo que Ortiz describe como un clima predominante de “desilusión masiva” por las condiciones laborales y lo que él considera lesiones evitables en el trabajo. Ortiz perdió hace poco la fuerza en su brazo derecho, y eso le asusta: “Quiero usar mi brazo cuando me retire”.

Otros describieron lesiones repetitivas causadas por el estrés de las largas horas de trabajo. Antes de que la empresa redujera el tiempo promedio de un día laboral en octubre de 2016, los trabajadores afirman que hacían turnos de 12 horas durante seis días a la semana. Tesla asegura que el cambio había sido “un éxito” y que ha resultado en una disminución del 50% en las horas extras.

Según Sánchez, cuando los trabajadores decían a los gerentes que se sentían doloridos recibían esta respuesta: “A todos nos duele algo. ¿No pueden hacerse hombres?”. Alan Ochoa, un empleado de Tesla de baja médica por un accidente laboral, sostiene que los superiores ponían “los números de producción por encima de la seguridad y del bienestar de los trabajadores”.

Las quejas sobre las condiciones laborales en Tesla no son universales. “Yo tengo beneficios, tengo acciones, tengo vacaciones pagas”, dice un trabajador que lleva aproximadamente un año en la empresa. “Disfruto de mi trabajo plenamente y siento que me tratan de manera justa”.

Otro trabajador, empleado temporal, afirma que ha visto a equipos de operarios hacer estiramientos grupales por la mañana para prevenir lesiones.

Pero según varios empleados de Tesla, la manera en que la empresa trata a los trabajadores que sufrieron accidentes laborales desincentiva que estos episodios sean reportados. Si les asignan un trabajo “ligero” por haber sufrido un accidente reciben un salario menor y menos beneficios complementarios del seguro de compensación. Según Tesla, es una práctica muy parecida a la de otros empleadores y respetuosa con las leyes de California. “Pasé de ganar 22 dólares por hora a 10 por hora”, cuenta un operario que se lastimó la espalda dos veces trabajando para Tesla. “Eso obliga a la gente a volver al trabajo”.

La empresa ha logrado aumentar su índice de producción trimestral. En los tres primeros meses de 2017, la fábrica produjo más de 25.000 coches, todo un récord. Para lograr el objetivo propuesto por Musk para 2018, tendrán que multiplicar por cinco ese índice.

Tres trabajadores describieron una táctica de gestión que consiste en asignar un valor monetario a todas las demoras en la línea de ensamblaje. “En una ocasión, el robot se retrasó y el supervisor nos gritó: ‘¡Ahí se van 18.000, 20.000, 30.000, 50.000 dólares porque ustedes no pueden hacer esto!’”, recuerda Gelascu.

“Tratamos de hacer algo bueno para el mundo y creemos en hacer lo correcto”, dice Musk. “Y eso incluye preocuparse por la salud y la seguridad de todos los empleados de la compañía”.

Es un tono más humanitario que el que emplea con los inversores. “Realmente no se puede tener gente en la línea de producción. Si lo haces, automáticamente bajas la velocidad de trabajo a la de las personas”, escribió Musk en un informe de resultados del año pasado. “Todavía hay mucha gente en la fábrica, pero lo que hacen es mantener las máquinas, mejorarlas, resolver las anomalías. Pero en el proceso de producción en sí, esencialmente no debería haber gente”.

Traducido por Francisco de Zárate