Las informaciones sobre la supuesta amenaza de Donald Trump de utilizar las tropas estadounidenses para tratar con los “bad hombres” en México revive una antigua tradición de intimidación y humillación gringa que para México ya había pasado a la historia.
El presidente utilizó un lenguaje propio de las películas del oeste –quizá más cercano al de Blazing Saddles (Sillas de montar calientes) de los 70 que al de Los Siete Magníficos de 2016–. Pero para los mexicanos las consecuencias son demasiado reales: el matón de la superpotencia vuelve al ataque.
¿De qué otra manera más se puede interpretar una conversación entre Trump y el presidente Peña Nieto que, si se confirma, pasará a los anales de la historia?
“Tienes un montón de 'bad hombres' allá abajo”, dijo el líder estadounidense, según una transcripción filtrada por AP el miércoles. “No haces lo suficiente para frenarlos. Creo que tu ejército está asustado. Nuestro ejército no lo está, así que quizá lo mande para que se encargue de esto”. [Más tarde la Casa Blanca desmintió que se tratara de una amenaza]
La amenaza y falta de respeto impactó a México. Fue como entrar en una máquina del tiempo y leer titulares sobre las incursiones estadounidenses para capturar a Pancho Villa. “Pobre de México, tan lejos de dios y tan cerca de Estados Unidos”. Todos los mexicanos se saben esta cita de memoria. Una triste reflexión sobre la proximidad a un vecino poderoso y expansionista atribuida al astuto dictador Porfirio Díaz.
La turbulenta historia comenzó poco después de que México se independizara de España en 1821. La joven y destartalada república carecía de recursos y de población para cultivar y proteger las tierras del norte de los comanches y del expansionismo estadounidense.
Así que, en un error garrafal (que todavía lamentan hoy), México invitó a pobladores estadounidenses a cultivar la tierra con la condición de que abandonasen la esclavitud, adoptasen la fe católica y jurasen lealtad a México. Los colonos se rebelaron y crearon la República de Texas en 1836.
Una década después, el presidente Polk vio la posibilidad de extender EEUU hacia el sur y hacia el Pacífico. La invasión entre los años 1846 y 1848 y la ocupación asoló México. También les obligó a ceder lo que hoy conocemos como California, Nevada y Utah, así como gran parte de Arizona, Nuevo México y Colorado, más un poco de Wyoming.
México sigue venerando a “los niños héroes” que, al parecer, lucharon contra los invasores y después saltaron desde una fortaleza al vacío sosteniendo una bandera en lugar de rendirse. Los uniformes verdes de los marines ocupantes provocaron los gritos de los mexicanos: “green go” y así surgió el término 'gringo'.
Las fuerzas estadounidenses volvieron en 1914, durante el tumulto revolucionario, para ocupar Veracruz. Y de nuevo en 1916 para cazar a Pancho Villa, un renegado señor de la guerra que había matado a estadounidenses a ambos lados de la frontera. A pesar de enviar a un comando con 5.000 soldados, aviones y camiones, los estadounidenses no consiguieron atraparle.
La entrada de EEUU en la Segunda Guerra Mundial calentó las relaciones con México. Necesitaban metales y trabajadores mexicanos. El Programa Bracero permitió que millones de personas trabajasen en campos y fábricas. Cambió la tendencia en 1954, cuando el presidente Eisenhower ordenó la Operación Espalda Mojada, una polémica política que acorraló y deportó a unos 3,8 millones de mexicanos.
Poco a poco, las relaciones se fueron caldeando en los 60 y 70. Se diseñaron tratados para resolver diversos cabos sueltos diplomáticos, allanando el camino para lo que se anunció como el mayor acuerdo de todos: El Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA) en 1994.
El NAFTA eliminó las barreras en el comercio y la inversión, y transformó México abriendo su economía a 1.430 millones de euros diarios en comercio fronterizo, y alimentando la clase media en detrimento de granjas tradicionales y otros sectores.
Los mexicanos llegaron a acostumbrarse a ver a los presidentes estadounidenses abrazando a sus homólogos mexicanos y llamándoles compañeros. George Bush y Barack Obama extendieron la seguridad fronteriza, incluyendo casi 1.000 kilómetros de valla a lo largo de los 3.200 kilómetros de frontera. Pero todo esto no interrumpió lo que parecía ser una integración cada vez más estrecha, con comida, cultura y expresiones mexicanas impregnando la tradición estadounidense.
Los mexicanos se quejaban de que los estadounidenses se llevaban las drogas hacia el norte y enviaban armas hacia el sur, dejando que ellos pagasen las consecuencias de la guerra de la droga con sangre mexicana. Pero la broma sobre estar tan lejos de dios y tan cerca de EEUU parecía desfasada. Ambos países eran, a fin de cuentas, 'amigos' (en castellano en el texto original).
Y después llegó Trump.
Traducido por Cristina Armunia Berges