Mientras Donald Trump continúa advirtiendo, sin pruebas que lo sustenten, sobre un posible fraude electoral y las encuestas muestran que el cada vez más impopular presidente se mantiene a corta distancia del candidato demócrata Joe Biden, la perspectiva de que las próximas elecciones estadounidenses no se resuelvan en la jornada de votación comienza a parecer real. Se teme que el impacto de la crisis del coronavirus pueda retrasar los resultados oficiales días, cuando no semanas.
A lo largo de todo el arco político, los expertos predicen lo que podría suceder si Trump se negase a entregar el poder. La historia sirve de guía. En el pasado se han celebrado elecciones con resultados poco claros. Si se resolvieron no fue porque exista un mecanismo constitucional que las regule. Las consecuencias de dichos conflictos políticos fueron graves.
En 2000, la Corte Suprema decidió sobre el resultado de lo que entonces sucedió en las elecciones en Florida. Nombró presidente al republicano, George W. Bush, en lugar del demócrata Al Gore. Es obvio que los jueces no podían saberlo, pero dicha decisión enfiló a Estados Unidos rumbo a la guerra de Irak, una crisis económica, el ascenso de la derecha evangélica y una polarización política cada vez mayor. Lo sucedido aún se recuerda. Pero antes ya había sucedido algo mucho peor.
La campaña de 1876 terminó con el colegio electoral contra las cuerdas ya que en aquella ocasión fueron tres los estados en disputa. Finalmente se llegó a un pacto que le dio la presidencia al republicano Rutherford Hayes a expensas de Samuel Tilden, quien como Gore y, de hecho Hillary Clinton en 2016, había ganado en número de votos.
A cambio se permitió a Tilden y su partido, el Demócrata, poner fin a la Reconstrucción, el periodo en el cual los vencedores de la Guerra Civil abolieron la esclavitud y trataron de garantizar los derechos de los ciudadanos afroamericanos con la aprobación de la 13ª, la 14ª y la 15ª enmiendas a la Constitución. Entonces, el Partido Demócrata se oponía a estos cambios.
El resultado fue horrible. Se conoce con el nombre de leyes Jim Crow y dieron luz al sistema de supremacía blanca y segregación racial que se alargó hasta bien entrado el siglo XX y cuyo legado sigue pesando con fuerza en un país que se ve envuelto una y otra vez en protestas contra la brutalidad policial y a favor de una reforma integral del sistema.
El galardonado Eric Foner, profesor jubilado de la Universidad de Columbia, es uno de los historiadores más reconocidos sobre la Guerra Civil, la esclavitud y el periodo de reconstrucción de Estados Unidos. Cree, y así lo indica a The Guardian, que Estados Unidos no está preparado para lo que puede estar a punto de suceder.
“En 1877 tres estados: Florida, Carolina del Sur y Louisiana enviaron dos actas de resultados diferentes. Una daba la victoria a los demócratas, otra a los republicanos. Ambos partidos se autoproclamaron vencedores en cada estado”, recuerda.
“No había ningún mecanismo establecido [para resolver la controversia] y, de hecho, esquivaron la Constitución, fueron más allá o la ignoraron. Al final, la decisión la tomó una institución alegal llamada la Comisión Electoral, creada por el Congreso para decidir el ganador”, cuenta Foner. La resolución del problema tuvo lugar a espaldas del público, en los pasillos de un Capitolio infestado por el humo de los cigarros de los negociadores.
“Si vuelve a darse un conflicto así este noviembre”, explica el historiados, “hay una similitud con lo sucedido en 1876 y es la división del Congreso. Entonces, como sucede hoy, los republicanos controlaban el Senado y los demócratas la Cámara de representantes. Cada partido contaba con muchas cartas para negociar”.
Si Trump se negase a abandonar el Despacho Oval, Biden podría tener que hacer concesiones. “Imaginemos que los republicanos reconocen a Biden como ganador y retiran que, aunque ha ganado por 7 millones en el voto popular, el colegio electoral está disputado. A cambio, Biden tendría que prometer hacer X, Y o Z. Tendría que prometer que construirá la totalidad del muro fronterizo. Tendría que prometer que Rusia se convierta en el estado número 51 de la Unión. Lo que sea que Trump decida”.
“¿Es concebible? No lo sé, probablemente no. Pero alguien tiene que tomar una decisión y en 1876, al final, lo hizo esa Comisión Electoral”, sostiene. “En el año 2000, recuerdo muy bien, un grupo de historiadores publicó un anuncio a toda página en The New York Times en el que pedía una nueva Comisión Electoral para examinar la cuestión. Pensé que era una de las peores ideas que había escuchado en mi vida. Si volvemos a 1876, parte del trato en aquel momento pasaba por la renuncia a los derechos de los afroamericanos. No estoy seguro de que sea el precedente al que queremos regresar”.
Muchos temen que Trump y los republicanos no descartarán ninguna posibilidad o golpe bajo, por más torcida que pueda parecer, ni antes ni después de las elecciones. “Las elecciones de 1876”, indica Foner, “no habrían planteado controversia alguna si no se hubiera dado una situación violenta en el sur para evitar que los afroamericanos votaran, algo similar a la supresión de votantes que vemos hoy en día”. [La supresión de votantes es un conjunto de normas que varía de estado a estado y disminuye el número de personas que pueden ejercer su derecho al voto].
“Ahora, la supresión de votantes suele ejercerse a través de mecanismos legales. En aquel entonces era violenta. Se ejercía a través de grupos organizados como el Ku Klux Klan para intimidar a los negros o evitar que fueran a votar”, afirma. “En otras palabras, de haberse celebrado elecciones justas y pacíficas en el sur, no cabe duda de que el republicano Hayes habría obtenido una victoria legítima e indiscutible”.
“Hoy en día, no tengo duda de que el equipo de Trump va a cuestionar el voto por correo: 'Son todos fraudulentos, no deberían contar'. Van a cuestionar el voto. Ya trabajan para reclutar observadores electorales que traten de intimidar a los votantes afirmando que no están realmente registrados para votar”.
Muchos creen, con insistencia, que la única manera realista de disipar el miedo ante un resultado que genere problemas es que el electorado le dé a Biden una victoria tan clara que Trump no tenga más remedio que irse. Foner cree lo mismo. Y matiza: como “el país está dividido a partes iguales, es difícil ganar unas elecciones con claridad”.
¿Piensa él, como muchos, que EEUU está ahora más polarizado que nunca desde la Guerra Civil y sus secuelas? “Claro, de algún modo. Estamos en un momento muy ideológico [pero] ahora no hay violencia. El presidente Grant envió tropas al sur en 1871 para hacer frente al Ku Klux Klan. Hubo una guerra civil, aún no estamos al borde de otra, espero”.
“Pero después de la Guerra Civil, sí, los demócratas eran explícita y abiertamente un partido de supremacía blanca. Ese era su punto de partida. Los republicanos eran el partido de Lincoln, de la emancipación y, gradualmente, quienes defendían los derechos fundamentales de los afroamericanos”.
“Las posiciones eran diferentes a las de ahora y llevaron a una polarización partidista extrema. Ni un solo demócrata del Congreso votó a favor de ninguna de las llamadas leyes de Reconstrucción en las que se incluía la protección de los derechos de los afroamericanos en el sur. La hiperpolarización ya estaba ahí hace 150 años.”
Si intercambiamos los partidos, el paralelismo con la actualidad es evidente. Foner dice también que, mientras que un resultado controvertido en 2020 podría lanzar a Estados Unidos por la senda de las tinieblas, una victoria contundente de Biden podría plantear un futuro más esperanzador.
“Es posible que Biden gane con una mayoría amplia, y [los demócratas] obtengan el control del Senado. Pero el ambiente en el país, ya sea por el tema racial, la pandemia o la crisis económica en la que estamos, es un clamor reivindicando un liderazgo serio y sustantivo que, por supuesto, no hemos tenido estos años”.
“Por otra parte, si Biden vence con un pequeño margen, 52% de los votos, y el Senado sigue en manos de Mitch McConnell y los republicanos ... Biden puede revertir todas las decisiones ejecutivas de Trump, pero no va a conseguir aprobar sus propuestas progresistas más importantes”.
En palabras de William Dean Howells, decano de la correspondencia estadounidense del siglo XIX, un autor que Foner ya ha citado en otras ocsiones, la ciudadanía siempre quiere “una tragedia con final feliz”. Gracias a las elecciones de 1876, la Reconstrucción no cumplió sus objetivos. A medida que se acercan las elecciones de 2020, la presidencia de Trump podría cumplir los suyos. O no.
Traducido por Alberto Arce