El tiempo y la marea no se paran ni esperan. Las crisis tampoco. No se toman vacaciones ni dan tregua, mucho menos para ajustarse a las necesidades de un primer ministro que se acaba de marchar en Reino Unido y los caprichos de dos potenciales sucesores y de los miembros del Partido Conservador. Pero con el país en el ojo de una tormenta, las decisiones no pueden esperar hasta el cambio de Gobierno británico del 5 de septiembre, dejando a las familias empobrecidas girando con el viento.
El sistema que actualiza el precio periódicamente debe ser suspendido antes del 26 de agosto, la fecha en que se espera el anuncio de un aumento de aproximadamente un 80% en las facturas de la luz de los británicos. Los ordenadores del Departamento de Trabajo y Pensiones, que ajustan el crédito universal y los beneficios heredados, deberán ser reprogramados en los próximos días si se pretende ayudar a quienes lo necesiten cuando suban los precios el 1 de octubre. Los cortes voluntarios en el consumo de energía –buenos para la agenda ecológica– deben ser acordados ahora, tal como ha ocurrido en Alemania y Francia, cuando las temperaturas son altas, si queremos evitar racionamientos más adelante cuando haga frío. Y debemos cobrar impuestos sobre los beneficios y los bonus de las eléctricas ahora, antes de que ese dinero abandone el país.
Hubo dos lecciones que aprendí al principio de la última gran crisis económica de 2008: no hay que ir por detrás de la curva, sino adelantarse a los acontecimientos, y hay que llegar a la raíz del problema. Y las prioridades más urgentes no son una bajada en los impuestos ni, todavía, la espiral inflacionaria en los precios de los salarios, sino ocuparse de los elevados costes de la comida y el combustible, la causa detrás de la mitad de nuestra inflación actual.
Unos principios básicos
De modo que es urgente que los candidatos a primer ministro en Reino Unido, así como el primer ministro y el ministro de Hacienda actuales, se reúnan para tomar no una sino dos decisiones imperiosas: suspender y reformar de manera fundamental el límite que se va actualizando al alza de los precios de la energía; acordar pagos en octubre para aquellos que no puedan costear el encendido de su calefacción; enfocarse en fuentes alternativas en el extranjero y construir instalaciones de almacenamiento apropiadas en casa; acordar reducciones voluntarias de la electricidad; y ayudar a pagar estas medidas con un indiscutible impuesto único a las compañías de energía y un impuesto sobre los bonus de alto nivel. Pues, si podemos eliminar la oportunidad de optar por no hacerlo, como hicimos al establecer el impuesto único sobre los servicios privatizados en 1997 y la tasa a los bonus de banqueros en 2009, podríamos recaudar no solo 5.000 millones de libras (unos 5.900 millones de euros) sino hasta 15.000 millones (17.700 millones de euros). Esto sería suficiente para dar, por ejemplo, unas 2.000 libras (unos 2.300 euros) a casi ocho millones de familias de bajos ingresos.
Todas estas medidas deberían basarse en una serie de principios claros: que el derecho a un hogar cálido es un derecho humano; que debemos hacer más por aquellos que menos tienen; y que no se debería permitir que ningún proveedor de energía se beneficiara de una crisis de manera adicional.
Soluciones globales
Es más, los ministros británicos –ninguno de los cuales lo ha entendido aún– deberían estar marcando el camino para, como hicimos en 2009, requerir una acción internacional coordinada con una reunión de emergencia del G20 en septiembre en la que se traten las emergencias de combustible, comida, inflación y deuda. Estos son problemas globales que solo pueden ser atacados con soluciones coordinadas globalmente.
La previsión que hizo la consultora especializada en energía Cornwall Insight este martes, de un precio promedio anual de la energía de 4.266 libras (5.045 euros) para el mes de enero, es notable. Tal como muestra un análisis de los académicos Jonathan Bradshaw y Antonia Keung, esto significa que más de la mitad de los hogares británicos, el 54%, sufrirá de pobreza energética en octubre y dos tercios, el 66%, en enero. Seis millones de hogares, un número impactante, estarán obligados a pagar un porcentaje sin precedentes del 25% de sus ingresos en costes energéticos y 4,4 millones deberán pagar un 30%, una cantidad virtualmente impagable.
En lugar de permitir que el regulador energético Ofgem anuncie un aumento de una escala que ocasionará una conmoción en los hogares, el Gobierno británico debería suspender cualquier nuevo aumento del límite de precios; evaluar los costes del suministro de energía que las compañías más grandes venden a los consumidores; y, después de revisar los márgenes de ganancias y examinar cómo hacer que los cargos fijos y las tarifas sociales sean más progresivos, negociar distintos acuerdos con cada compañía para mantener los precios bajos. El Gobierno británico debería trabajar con los comercios para reducir el consumo, como ocurre en Francia y España, que han impuesto su propio límite a los precios de la energía, dictado más por lo que la gente puede pagar que por el precio en el mercado mayorista.
Y si las compañías no pueden cumplir con estos nuevos requisitos, debemos considerar todas las opciones que usamos con los bancos en 2009: préstamos garantizados, financiación de capital y, si esto no funciona, como último recurso, operar sus servicios esenciales desde el sector público hasta que termine la crisis.
Reino Unido debería trabajar con los comercios para reducir el consumo, como ocurre en Francia y España, que han impuesto su propio límite a los precios de la energía, dictado más por lo que la gente puede pagar que por el precio en el mercado mayorista
Nuevos acuerdos
Mientras Noruega, uno de nuestros proveedores principales, busca retener su propio gas para uso interno, y Francia se mete en problemas con sus reactores nucleares, ya nos estamos quedando sin tiempo para negociar nuevos acuerdos con otros proveedores internacionales. Y loa británicos ya nos estamos perdiendo la capacidad adicional de Qatar, que se dirige al continente europeo. Con el tiempo, podemos y debemos aumentar la producción doméstica, y ponernos de acuerdo en un programa de aislamiento térmico de hogares con la misma urgencia que tuvo nuestro programa de vacunación.
Es cierto que una década de bajo crecimiento en Reino Unido, a causa de las bajas inversiones, nos ha vuelto vulnerables a situaciones de escasez de mano de obra cualificada y de trabas en la oferta, y por lo tanto a una inflación mayor a la de nuestros competidores. Pero la mayor parte de la subida actual de la inflación ha sido generada por el aumento de precios de la energía y la comida causado por la guerra en Ucrania. De modo que eliminar la independencia del Banco de Inglaterra es un mero ejercicio de intercambio de culpas, al igual que las críticas directas al Tesoro que, en mi opinión, hará lo que digan los ministros.
Debemos considerar todas las opciones que usamos con los bancos en 2009: préstamos garantizados, financiación de capital y, si esto no funciona, como último recurso, operar los servicios esenciales desde el sector público hasta que termine la crisis
Una acción audaz y concluyente
Es el Gobierno el que establece el objetivo de inflación y el que designa a los encargados principales del banco central. Y en una crisis, es deber del Gobierno enviar al Banco de Inglaterra una carta abierta en la que le requieren que establezca un camino claro para los próximos años sobre cómo volver a tener precios estables. Sobre la base de una trayectoria inflacionaria acordada que ronde el 2%, debemos considerar el pacto de salarios año a año –empezando por una tasa fija de entre 2.000 y 3.000 libras (entre 2.300 y 3.500 euros) para este año– para que las familias trabajadoras, en especial aquellas con ingresos más bajos, puedan costear las facturas de luz sin caer en la pobreza.
La verdad es que, sin un plan, el Gobierno se tambalea de crisis en crisis, y no logra ocuparse de los temores de las familias cuya situación es de sufrimiento hoy y mañana. Pero hay un camino para ir del sufrimiento de hoy a la mejoría de mañana, y no solo a través del alivio inmediato que propongo, sino por una estrategia clara que nos lleve del crecimiento anual del 1,4% anual que han logrado los conservadores a una tendencia de crecimiento del 2,5%. Esta es la única forma de terminar de manera permanente con la crisis del coste de la vida que las familias británicas llevan padeciendo a lo largo de una década de austeridad.
Nadie puede estar seguro cuando millones se sienten inseguros, y nadie puede estar contento cuando hay tanto descontento. Churchill dijo una vez que aquellos que construyan el presente a partir de una imagen del pasado jamás lograrán estar a la altura de los desafíos del futuro. Solo una acción audaz y contundente, que empiece esta semana, rescatará a la gente de la adversidad y reconciliará a nuestro fracturado país.
Traducción de Patricio Orellana