Son las tres y media de la tarde. Ya empiezan a salir los primeros trabajadores del edificio de cristal donde están las oficinas de Ericsson, una de las compañías informáticas suecas más importantes.
John Langared, programador de 30 años, se da prisa para ir a recoger a su hija del colegio. Se encarga de ella en semanas alternas, así que suele trabajar menos horas cuando tiene a la niña y más a la siguiente.
Sai Kumar, originario de India, también va a recoger a su hija. Mientras, su mujer está en clase de sueco. Ylva –prefiere no dar su apellido– se va “al gimnasio, para no volverme loca”, igual que Sumeia Assenai, que ha llegado a la oficina a las siete de la mañana para poder marcharse temprano, aprovechando así los horarios flexibles de la empresa.
Cuando el reloj pasa de las cuatro de la tarde, todos salen en tromba del edificio camino del túnel que pasa por debajo de la autopista E4 y permite salir del distrito tecnológico de Estocolmo. Las autoridades de tráfico locales consideran que la hora pico comienza a las tres, cuando los primeros padres comienzan a salir del trabajo para recoger a sus hijos de la escuela, y finaliza pasadas las seis.
La flexibilidad de los horarios laborales es una de las razones por las que Suecia es el país donde mejor se puede conciliar la vida familiar con el trabajo, según un informe reciente del banco HSBC. Apenas un 1,1% de los trabajadores del país trabajan lo que puede considerarse como muchas horas, según el estudio de la OCDE 'Cómo va la vida', el segundo menor porcentaje entre los 38 países que conforman la organización.
Suecia parece haber encontrado la respuesta a la pregunta que deja en vela a familias del mundo entero: ¿Qué hacer si los niños salen del colegio a las tres y los padres terminan su jornada a las cinco?
Langared reconoce que nunca le han dicho nada, ni sus compañeros ni sus jefes, porque algunos días se marche a las tres. “Está todo bien. Básicamente, yo manejo mis tiempos como quiera. Ellos confían en que cumpliré con mi trabajo, pero depende de mí cuántas horas pase en la oficina”, argumenta.
Si algún día su hija se pone enferma, envía un correo electrónico por la mañana a la oficina indicando que necesita tener un día “vab”, el término sueco para tomarse un día libre para cuidar a un niño. Además, a menudo trabaja desde casa.
El vicealcalde de trabajo de la ciudad, Fredrik Lindstålla, considera que la flexibilidad laboral que ofrece Estocolmo atrae a los trabajadores de mejor formación que necesita la industria tecnológica. “El Ayuntamiento promueve activamente la imagen de Estocolmo como una ciudad ideal para comenzar una familia y a la vez mantener una carrera de alto nivel”, explica. “Lo han hecho muy bien a la hora de impulsar esto como un motivo primordial para elegir la ciudad”, recalca.
Robin Bagger-Sjöbäck trabaja en Carnegie, el banco principal de inversiones de Suecia. Antes de mudarse a la ciudad tuvo en cuenta este aspecto conciliador entre la vida familiar y laboral, cuenta. Robin regresó a Estocolmo en 2014, tras pasar tres años trabajando entre doce y catorce horas al día en la sede londinense del banco francés Crédit Agricole. Estas decisiones de cambio son comunes entre los trabajadores del sector bancario escandinavos, explica.
“Muchos escandinavos se marchan de Londres al cumplir los 30, cuando llega el momento de casarse y, tarde o temprano, tener hijos”, afirma. “Muchas personas que conozco se han ido de Londres y ahora han formado sus familias aquí en Estocolmo, en Copenhage o en Oslo”, apunta.
Gracias al cambio ahora la mayoría de los días Robin lleva a su hijo al colegio. A menudo, cuenta, mientras atiende una llamada. Aunque a veces debe trabajar hasta tarde para terminar tareas, ahora mira con escepticismo la cantidad de horas que se trabaja en ciudades como Londres o Nueva York.
“Creo que si siempre trabajas 18 horas al día, 80 o 90 horas a la semana, hay algo que no estás haciendo muy bien. Esas cinco o seis últimas horas extras, en mi opinión, están de más. No creo que el cuerpo aguante si haces eso durante mucho tiempo”, señala.
Johanna Lundin, directora ejecutiva de Equalate, una empresa que asesora a otras compañías sobre cómo promover la igualdad de género, afirma que el equilibrio entre el trabajo y la vida familiar logrado en Estocolmo está basado en varias décadas de esfuerzo para promover la igualdad entre hombres y mujeres. “Es esencial crear una norma social en la que los hombres y las mujeres se repartan por igual el cuidado de los hijos. Esto permite que las mujeres tengan una carrera profesional y a la vez permite a los hombres formar parte de la vida de sus hijos”, remarca.
En Estocolmo, la mayoría de las empresas ofrecen a sus empleados horarios flexibles, aunque exige que estén en la oficina entre las nueve o diez de la mañana hasta las tres o cuatro de la tarde. La ley sueca recoge como derecho pedir el día libre para cuidar a un niño enfermo, manteniendo un salario del 80% por el día perdido.
Uno de los elementos más importantes del sistema es la baja paterna, que incluye 480 días pagados de baja por cada niño, casi un total de dos años de días laborales y que pueden repartirse como los padres lo deseen. Para promover que los hombres pidan más tiempo de excedencia, existen los llamados tres “meses del padre”, a los que solo tiene derecho uno de los progenitores.
Bagger-Sjöbäck estuvo dos meses en casa cuidando a su hija recién nacida, y cuenta que otros hombres que trabajan en Carnegie se han tomado cinco o seis meses sin que representara un problema en sus carreras. “Tengo un colega que estuvo de baja por paternidad todo el otoño, deben haber sido unos cinco meses”, recuerda. “Él siempre ha estado muy bien considerado en la empresa, tanto antes como después de la baja, y que yo sepa nadie ha hecho ningún comentario al respecto”, señala.
En los últimos tres años, cerca de un centenar de los 300 empleados de la oficina de Carnegie en Estocolmo han estado de baja por el nacimiento de un hijo, 60 de ellos han sido hombres. Sin embargo, no todo es color de rosa, a veces la conciliación no es tan sencilla.
“Es difícil cuando tienes un hijo en el colegio y otro en la guardería”, admite Martin Vogel, regidor del Royal Dramatic Theatre de Estocolmo, mientras camina con sus dos hijos hacia la escuela antes de las ocho de la mañana en el popular distrito de Södermalm.
“Es una batalla, una batalla constante”, lamenta Jakob Lagander, jefe de operaciones de la empresa informática Pedab, que echa a correr a la estación de metro más cercana. Su mujer es banquera en Estocolmo y Lagander dice que en la capital sueca no está bien visto tener una canguro. Ayuda con la que sí contaría una pareja con sueldos igual de buenos en Londres.
Los empleadores en Suecia son mucho más comprensivos ante los desafíos que supone tener hijos, reconoce. Compara su experiencia actual con Dublín, donde vivió tres años y trabajando para la empresa estadounidense IBM. “En Dublín, los padres no podían marcharse antes de las cuatro de la tarde. Tengo la sensación de aquí la cosa es mucho más relajada”, explica.
Una forma de que los empleados cumplan con la misma cantidad de trabajo en menos horas, señala Lagander, es ahorrando tiempo de conversación y socialización en la oficina. Uno de los aspectos que menos gustan a los empleados extranjeros que trabajan en Suecia es el poco contacto que tienen con los compañeros más allá del horario de oficina.
“Creo que durante el día somos mucho más eficientes”, afirma Lagander. “En otros países pierden mucho el tiempo, especialmente en Estados Unidos. Trabajan muchas horas, pero de forma ineficiente”, sentencia.
Traducido por Lucía Balducci