ANÁLISIS

¿Pueden las fuerzas ucranianas recuperar la ciudad ocupada de Jersón?

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En la primera fase de la guerra en Ucrania, el arma decisiva fue sin duda el bazuca antitanque NLAW, de fabricación británica, que ayudó a repeler a las fuerzas rusas en las afueras de Kiev. La segunda fase estuvo dominada por la artillería de 152 mm, con la que Rusia bombardeó las ciudades hasta convertirlas en escombros antes de que sus fuerzas terrestres entraran gradualmente.

Ahora se habla del impacto de la artillería de cohetes Himars, de fabricación estadounidense, que las fuerzas ucranianas han estado utilizando para detener el avance ruso atacando los depósitos de municiones en la retaguardia –un total de 50, según el ministro de Defensa ucraniano, Oleksiy Reznikov–. Asimismo, se habla de si Ucrania puede generar las condiciones para un avance exitoso hacia Jersón, una de las mayores ciudades capturadas por los invasores.

Jersón, capturada a principios de marzo, ha sido durante mucho tiempo un objetivo para los ucranianos. Desde abril, los defensores del país han logrado avances limitados en el terreno que se extiende entre Mykolaiv y la ciudad en cuestión. Pero, aparentemente, ayudados por las armas de mayor alcance, con una distancia efectiva de disparo de hasta 80 kilómetros, los ucranianos están ganando confianza.

Sergiy Khlan, ayudante del jefe de la administración de la región de Jersón, dijo en la televisión ucraniana que se ha alcanzado un punto de inflexión, y que la región “estará definitivamente liberada en septiembre”. Se trata de una afirmación atrevida a tenor de las pruebas disponibles, y quizá no sorprenda que el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, haya hablado, en cambio, de liberar Jersón “paso a paso”.

Un equilibrio difícil

Los Himars –Ucrania tiene 12 y hay otros cuatro en camino– parecen estar teniendo impacto, ya que permiten a las fuerzas de Kiev apuntar a cuatro puentes clave que llevan a Jersón. La ciudad, el único bastión ruso al oeste del río Dniéper, es claramente vulnerable desde un punto de vista estratégico, en caso de que Ucrania pueda reunir la fuerza necesaria para expulsar a los ocupantes.

Pero el relato sobre los puentes ilustra, en parte, algunas de las dificultades a las que se enfrenta Ucrania a la hora de recuperar sus principales núcleos de población. Las publicaciones de Khlan en las redes sociales dejan claro que el objetivo de Ucrania no es destruir los puentes clave –en este caso, el puente Dariv que cruza el río Inhulets al este de la ciudad–, sino más bien dañarlos hasta el punto de que los rusos no puedan transportar equipos pesados a través de ellos.

El Ejército ucraniano quiere garantizar que los suministros de alimentos puedan seguir cruzando hacia la ciudad, y por ello, añadió Khlan, las Fuerzas Armadas del país “harán todo lo posible para no destruir la estructura”. Puede ser un equilibrio difícil de alcanzar, incluso teniendo en cuenta la mayor precisión de los Himars, pero lo más importante es que revela una limitación clave en la capacidad de los ucranianos para contraatacar.

Según la agencia de noticias rusa RIA Novosti, autoridades rusas reconocieron daños en otro de los puentes clave, cerca de la central hidroeléctrica de Kajovka, al otro lado del Dniéper, a unos 64 kilómetros al este de Jersón. Los daños, según los rusos, procedían de los Himars. La agencia de noticias publicó poco después imágenes que aparentemente mostraban a trabajadores rellenando un agujero en la carretera.

Inclinar la balanza

Si aislar la ciudad destruyendo los puentes es un reto, capturarla, dada la población civil que queda, será aún más difícil. Rusia ha demostrado que estaba dispuesta a destruir ciudades como Mariúpol y Severodonetsk antes de capturarlas. Pero para Ucrania, que busca liberar su propio territorio, esa no es, obviamente, una opción. Expulsar a los rusos puede ser difícil si estos deciden quedarse en la propia ciudad.

Tampoco es obvio que la llegada de un arma de mayor alcance pueda crear las condiciones para un avance general más rápido. Ucrania no dispone de un poder aéreo significativo, por lo que debe confiar en reunir sus fuerzas terrestres preponderantes contra un enemigo que ha mantenido la ciudad bajo su control durante casi cinco meses. Mientras tanto, los suministros occidentales siguen llegando de forma gradual y no en la cantidad que Ucrania necesita.

Reznikov dijo este lunes que los primeros tres de los 15 blindados antiáreos Gepard prometidos por Alemania en abril habían llegado a Ucrania, y que esperaba recibir pronto varias decenas de tanques Leopard, probablemente desde España. El aumento del suministro puede ayudar a inclinar la balanza en una parte del frente, pero hasta ahora no ha habido pruebas de que los defensores sean capaces de lograr un avance.

Tras cuatro meses del avance gradual de Rusia en el este y el sur, la llegada de los Himars y la artillería de cohetes parece haber inclinado la balanza militar hacia una posición de equilibrio. Pero aún no es evidente que se pueda hacer retroceder a los invasores: quizá no sea de extrañar entonces que Khlan haya sugerido, con optimismo, que la mejor opción para los rusos será entregar Jersón por voluntad propia.

Traducción de Julián Cnochaert.