La secretaria del Tesoro de Estados Unidos, Janet Yellen, llegó este jueves a Pekín con el objetivo de aliviar tensiones y afianzar los lazos económicos entre las dos superpotencias. Uno de los temas prioritarios de la agenda es cómo abordar la incipiente guerra entre China y Estados Unidos en torno a los chips.
El viaje de Yellen se produce después de la visita a China del jefe de la diplomacia estadounidense, Antony Blinken, y también busca mejorar la comunicación después de que un globo chino fuera avistado en los cielos de Estados Unidos y derribado el pasado febrero.
A pesar de la voluntad de un acercamiento diplomático por ambas partes, la competencia en el desarrollo de tecnología punta entre las dos superpotencias no da señales de remitir.
El lunes, Pekín generó un clima hostil antes del viaje de Yellen al establecer restricciones a la exportación de dos minerales que, según Washington, son esenciales para la producción de semiconductores y otras tecnologías avanzadas. Dos días más tarde, el tabloide del Estado chino Global Times afirmó que “no hay motivos para que China siga agotando sus recursos minerales, sólo para evitar que persiga el desarrollo tecnológico”.
Las medidas se producen en un momento en el que la Administración de Joe Biden se dispone supuestamente a ampliar las restricciones a la venta de microchips avanzados a China.
¿Qué preocupa a Estados Unidos?
A Washington le preocupan dos cosas: la primera, que el Ejército Popular de Liberación de China (EPL) pueda superar al estadounidense en términos de potencia total; la segunda es que pueda utilizar tecnología estadounidense para lograrlo.
El presidente chino, Xi Jinping, ha ordenado que el ejército se convierta en un cuerpo “de primera” de aquí a 2049, centenario de la llegada al poder del Partido Comunista de China. Para ello es necesario desarrollar armamento autónomo, incluidos misiles hipersónicos, y utilizar la inteligencia artificial para diversas aplicaciones, como la guerra electrónica.
No está claro lo cerca que está China de alcanzar su objetivo. Según el informe anual del Departamento de Defensa de EEUU sobre el poder militar chino, el Ejército “persigue alcanzar capacidades de combate de nueva generación (...) definidas por el uso ampliado de la inteligencia artificial y otras tecnologías avanzadas en todas las fases de la guerra”.
Aunque China sea líder mundial en determinadas aplicaciones de IA, como el reconocimiento facial, su industria nacional aún no es capaz de producir los semiconductores más avanzados que impulsan estas tecnologías. Por ello, las empresas chinas y el Ejército dependen de las importaciones para adquirir los chips avanzados. Y EEUU quiere cerrarle el grifo de las importaciones.
Restricciones a las exportaciones
En octubre la Administración Biden impuso amplios controles a la exportación, dirigidos a limitar el acceso de China a los semiconductores de origen estadounidense y sus productos relacionados. Las empresas e individuos chinos ya no pueden comprar chips avanzados y tecnología de fabricación de chips a proveedores estadounidenses sin que el vendedor obtenga una licencia específica de las autoridades estadounidenses.
Estados Unidos reforzó esos controles en enero, logrando que Países Bajos y Japón frenaran las exportaciones de tecnología utilizada en la producción de chips. Ambos países estaban en el punto de mira porque cuentan con las tecnologías de fabricación de chips más avanzadas del mundo, incluida la de la empresa holandesa ASML. La compañía es la única capaz de suministrar equipos de fotolitografía por escáner de última generación, que se utilizan para grabar circuitos diminutos en obleas de silicio.
El 30 de junio Países Bajos confirmó que sus controles a la exportación entrarán en vigor el 1 de septiembre.
Jake Sullivan, asesor de seguridad nacional de Biden, afirma que las restricciones están diseñadas para proteger las tecnologías fundacionales con un “patio pequeño y una valla alta”. Xi y otros altos cargos del Partido Comunista de China acusan a Estados Unidos de una estrategia de “contención” al estilo de la Guerra Fría.
Jensen Huang, consejero delegado de Nvidia, uno de los principales fabricantes de chips del mundo, aseguró que las restricciones pueden causar un “daño enorme” a la industria tecnológica. Entre febrero de 2022 y febrero de 2023, los ingresos de esa empresa procedentes de China y Hong Kong disminuyeron casi un 20%.
En los últimos meses, Nvidia ha empezado a ofrecer un chip menos avanzado, el A800, a los compradores chinos. Pero las nuevas restricciones que baraja Washington afectarían incluso a estos.
Las empresas chinas también se han visto afectadas. Según datos de la Administración General de Aduanas de China, en los cinco primeros meses de este año las importaciones de chips se redujeron casi un 30% respecto al mismo periodo de 2022.
China, enfadada
La reacción de Pekín ha sido airada, como poco. El Diario del Pueblo, periódico oficial del Partido Comunista, acusó a Estados Unidos de “contención y supresión”. En mayo el ministro de Comercio, Wang Wentao, instó a Japón a abandonar sus controles de exportación, subrayando la “firme oposición” de China a las medidas.
Pekín también ha prohibido que los chips fabricados por la firma estadounidense Micron se utilicen en proyectos de infraestructuras críticas, en una medida que se considera una represalia a las restricciones estadounidenses.
Sin embargo, las empresas chinas siguen deseando hacerse con chips de alta gama y utilizan técnicas creativas para eludir los controles a la exportación. Algunas alquilan chips o los compran a través de intermediarios, según el periódico Financial Times. A su vez, existe un floreciente mercado negro de semiconductores de contrabando.
Estados Unidos quiere acabar con estas lagunas y ampliar el alcance de las restricciones. Además de restringir la venta de los chips A800 de Nvidia, la Administración Biden sopesa restringir el alquiler de servicios en la nube que algunas empresas han utilizado para esquivar las normas. También se espera que Holanda amplíe el alcance de sus restricciones a la exportación.
Pekín y Washington afirman que están trabajando para que se produzca un acercamiento diplomático. Pero lo cierto es que en lo que respecta al desarrollo de la tecnología más avanzada del siglo XXI, la distancia que separa a ambos países es cada vez mayor.