Harvey Weinstein y el laberinto de espejos progresista
Analicemos por un momento la peculiar mentalidad de Harvey Weinstein, el productor de Hollywood caído en desgracia. Weinstein ocupa portadas porque muchas mujeres lo acusan de acoso sexual e incluso de violación. Sin embargo, hasta no hace mucho era famoso por una faceta completamente diferente: la de generoso mecenas de causas y políticos progresistas.
El hombre que podría haber cometido acciones tan condenables apoyó incondicionalmente a Barack Obama y a Hillary Clinton. Criticó con dureza el racismo, el machismo y la censura. Organizó lujosas fiestas para recaudar dinero para la lucha contra el SIDA.
En 2004, apoyó a un grupo de mujeres llamado “madres contra Bush”. Tras el atentado terrorista contra la revista francesa Charlie Hebdo, defendió la libertad de prensa. En declaraciones a Variety, Weinstein afirmó que “nadie puede acabar con el don de los grandes artistas de mostrarnos el mundo”.
Llamarlo hipócrita es afirmar lo evidente. A este supuesto defensor de las mujeres ahora se lo acusa de acoso sexual a gran escala. El supuesto defensor de la libertad de prensa era un maestro del arte de manipular a los medios y se rumorea que en una ocasión llegó a atacar a un periodista que le hizo preguntas que no le gustaron.
Tal vez su progresismo siempre fue fingido. Lo que es seguro es que su comportamiento no ha sido coherente o sólido. Por ejemplo, nunca le gustó Bernie Sanders. Y en la noche electoral de noviembre de 2008, Weinstein celebró la victoria de Barack Obama con un mensaje peculiar: “esto hará subir los mercados bursátiles del mundo entero”.
El progresismo de este magnate de Hollywood también tenía mucho de militarista. Al presentar la película Código Gerónimo: La caza de Bin Laden, pura propaganda de guerra, declaró a la CNN: “Colin Powell es el genio militar de nuestro tiempo y apoya al presidente Obama. Los militares lo adoran. He hecho esta película. Sé cómo son los militares. Respetan a este hombre por todo lo que ha hecho. Ha matado a más terroristas en poco tiempo que George Bush en ocho años. Es el verdadero halcón”.
En el mundo de Weinstein, la política a menudo iba acompañada de una ostentación de productos de lujo. Martha’s Vineyard, la Riviera o los Hamptons se convirtieron en los lugares idóneos para dedicar un brindis al candidato o para recaudar dinero para una buena causa. Como muestra, esta breve descripción de Roger Ebert de un acto organizado por Weinstein para recaudar dinero para la investigación sobre el SIDA, organizado en Canes en 2008:
“Tras la subasta y el desfile de moda, los invitados cenaron y participaron en una subasta pública diseñada por el jefe de Miramax Harvey Weinstein, que este año no solo ha ofrecido entre los bienes o servicios subastados un masaje de Heidi Klum, sino que además hizo que los actores [Kenneth] Branagh y [James] Caan se quitaran sus camisas para que la modelo pudiera demostrar sus habilidades. Alguien pagó 33.000 dólares por el masaje. El director James Gray no dudó en afirmar que Karl Marx ha muerto”.
En todas las fiestas hay depravados, nos recuerda Donald Trump con frecuencia, pero lo cierto es que el caso de Harvey Weinstein es poco común. Se declaró devoto de unas creencias que luego dinamitó sistemáticamente.
¿Cómo se explica su identificación con causas progresistas? Tal vez tiene que ver con compartir intimidad con el poder, el placer de ser amigo de Bill Clinton.
O tal vez sea una forma de absolución moral, de la misma forma que las listas de “empresas con consciencia” siempre está integrada por corporaciones como Walmart, Goldman Sachs o Exxon-Mobil. En el mundo de los ricos, el progresismo político sirve para contrarrestar tu comportamiento rapaz en otras áreas de tu vida. No es una coincidencia que en su primera declaración tras las acusaciones, prometió luchar contra la Asociación Nacional del Rifle y crear becas para mujeres.
Sin embargo, tal vez se trata de algo más profundo. La mayoría de personas de izquierdas creen que resisten a la autoridad. Sin embargo, para muchos de sus líderes, el progresismo de nuestros días no es más que una forma de ejercer el poder de clases. Más concretamente, el poder de lo que a algunos les gusta llamar “la clase creativa” y que en realidad son ejecutivos adinerados de sitios como Wall Street, Silicon Valley y Hollywood.
El hecho de idolatrar a personas “tan especiales” ha permitido a los demócratas recaudar tanto dinero como los republicanos y ha hecho que el partido sea popular en los barrios más ricos de Estados Unidos.
No debería sorprendernos que esta corriente del progresismo haya atraído a hipócritas como Harvey Weinstein, con su capacidad superlativa para recaudar dinero para el partido y su reverencia por “los grandes artistas”. Recuerden que Weinstein es el hombre que publicó un escrito pidiendo clemencia para Roman Polanski, en parte con el argumento de que el director era “un gran artista”.
Harvey Weinstein parecía estar muy integrado en este mundo progresista. Se trata de un grupo que suele mezclar un sentimiento de que la verdad está de su parte con su consciencia de que son miembros de la clase adinerada. Lo que explica algunas de las afirmaciones hechas en Martha's Vineyard y los Hamptons. Esta izquierda considerada que entre los famosos del mundo del espectáculo y las personas normales y corrientes es de intimidad y confianza.
Innumerables personas que deberían haber estado al corriente de las acciones de Weinstein se declaran sorprendidas ante las acusaciones. Sin embargo, lo cierto es que su ceguera es todavía más grave. Están perdidas en un laberinto de espejos de moralidad, con lágrimas de admiración en los ojos hacia su virtud y buen gusto.
Traducido por Emma Reverter