He procesado a criminales de guerra por el genocidio de Srebrenica, pero muchos otros siguen libres
Este sábado, como cada 11 de julio, fecha del aniversario del genocidio de Srebrenica, los restos de víctimas recién identificadas serán enterrados junto a las miles de víctimas que ya descansan en el cementerio y lugar conmemorativo de la ciudad bosnia. No obstante, los cuerpos de Almir Halilović, Sakib Kiverić, Emin Mustafić y Fuad Ðozić, que murieron en la matanza de 1995, no estarán entre ellos.
Hace 25 años, altos dirigentes serbios de Bosnia cometieron un genocidio contra los musulmanes bosnios de Srebrenica. La ciudad había sido designada zona segura por Naciones Unidas. Sin embargo, las fuerzas serbobosnias la sitiaron, capturaron y ejecutaron de forma sistemática a más de 7.000 hombres y niños musulmanes, enterrándolos en fosas comunes. Aterrorizaron a 35.000 musulmanes bosnios más –mujeres, niños y ancianos– antes de expulsarlos de la zona.
Almir, de 15 años, junto con Sakib, Emin y Fuad, estaban entre los 1.200 hombres y niños llevados a uno de los campos de exterminio, la granja militar de Branjevo. Milagrosamente, consiguieron salir con vida de los montones de cuerpos masacrados por los disparos.
Más tarde, un soldado serbobosnio que alimentaba a su ganado descubrió a los cuatro supervivientes cubiertos de sangre y refugiados bajo un manzano. En lugar de informar a su unidad militar, les dio ropa y comida. Su hijo, que también servía en el ejército serbobosnio, les indicó cómo llegar hasta el territorio bosnio controlado por los musulmanes.
Pero nunca llegaron a un lugar seguro. Las fuerzas serbobosnias los capturaron. Durante el interrogatorio revelaron la ayuda prestada por el padre y el hijo, que fueron encarcelados por su gesto de humanidad.
Almir, Sakib, Emin y Fuad sobrevivieron a la granja Branjevo, pero no sobrevivieron a su segunda captura. Están entre los casi 1.000 hombres y niños de Srebrenica que siguen desaparecidos hasta la fecha. En un macabro intento de ocultar sus crímenes, los líderes serbobosnios ordenaron que se desenterraran las fosas comunes originales y que se volvieran a ocultar los restos.
Sin embargo, el mundo ha logrado conocer la verdad, gracias a los testimonios de valientes supervivientes y a los esfuerzos de las familias de las víctimas.
El Tribunal Penal Internacional para la Antigua Yugoslavia (ICTY), creado por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, y en el que trabajé durante 10 años como fiscal jefe, también desempeñó un papel relevante. Las sentencias del tribunal son claras: en Srebrenica se cometió un genocidio. La matanza fue planeada al más alto nivel de liderazgo político y militar y ejecutada a través de una acción coordinada para eliminar a la población musulmana de Srebrenica. Entre las personas condenadas por los delitos cometidos en Srebrenica figuran el expresidente serbobosnio, Radovan Karadžić, y el excomandante del Estado Mayor del ejército serbobosnio, Ratko Mladić, cuya sentencia se encuentra en proceso de apelación.
No obstante, queda mucho por hacer para lograr justicia y se pueda así iniciar una etapa de reconciliación en la región. Tras la disolución del ICTY en 2017, los tribunales nacionales de la región son ahora los encargados de seguir con este proceso. En Bosnia y Herzegovina las autoridades han logrado importantes avances, aunque todavía quedan por tramitar 3.000 casos más, incluidos algunos relacionados con Srebrenica.
Lo más inquietante es que varios presuntos genocidas, entre los que se encuentran dirigentes políticos y comandantes militares, han huido a Serbia, donde han encontrado refugio. Es profundamente angustioso que tantos presuntos autores de genocidio aún no hayan rendido cuentas ante la justicia. He sido testigo del dolor de los supervivientes y familiares de las víctimas que deben enfrentarse a la realidad de que algunos de los presuntos asesinos de sus seres queridos todavía pueden caminar libremente por las calles.
Como si esta situación no fuera suficientemente dolorosa, la negación del genocidio y la glorificación de los criminales de guerra infligen un enorme sufrimiento a los supervivientes y a sus familias. Líderes de la región han negado públicamente el genocidio e incluso han afirmado que Srebrenica no es más que un bulo y una mentira. Los criminales de guerra condenados por el Tribunal Penal Internacional para la Antigua Yugoslavia suelen ser aclamados como héroes por figuras prominentes, mientras que el sufrimiento de las víctimas es ignorado, negado y menospreciado.
Como fiscal penal internacional, mi mensaje es claro: si continuamos tolerando que se cuestione, de cualquier forma, que se perpetró un genocidio, estamos volviendo a fallar a las víctimas de Srebrenica como lo hicimos hace 25 años. Durante demasiado tiempo la comunidad internacional ha esperado que este problema simplemente desaparezca. No lo hará. Debemos escuchar a los familiares de las víctimas y a los supervivientes. Sus historias nos recuerdan vívidamente cómo la polarización, la discriminación y el odio pueden dividir, e incluso destruir, a las sociedades durante las generaciones venideras. Por eso debemos hablar con una sola voz cuando se niega el genocidio y se glorifica a los responsables.
Después de trabajar durante más de una década con las víctimas y los supervivientes del genocidio, tengo el firme convencimiento de que la comunidad internacional tiene la responsabilidad moral de llevar a los criminales de guerra y los genocidas ante la justicia, no sólo por las víctimas del genocidio de Srebrenica, sino por todas las víctimas de atrocidades masivas. Y todos debemos poner de nuestra parte para salvaguardar la verdad y preservar la memoria de las víctimas. Se lo debemos a todos ellos, incluyendo a Almir, Sakib, Emin y Fuad, cuyas familias, hasta el día de hoy, siguen esperando la paz que les daría un lugar de descanso final para sus seres queridos.
Traducido por Emma Reverter
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