En un rincón de un concurrido campo de refugiados a 64 kilómetros de Raqqa, un pequeño grupo de mujeres y niños se mantiene lejos del resto. Detrás de un edificio azul, niños de pelo rubio y castaño corretean entre las sábanas colgadas por sus madres para hacer de puertas de sus pequeñas, húmedas y frías habitaciones. Los demás refugiados del campamento Ain Issa los llaman “los Daeshis”, que significa los familiares de ISIS. Nadie quiere saber nada de ellos.
Las mujeres son viudas de combatientes de ISIS. Todas son extranjeras y tienen un futuro mucho más sombrío que el de los aproximadamente 12.000 desplazados de Irak y de Siria en el campamento, o que el de millones de víctimas de la guerra y la rebelión que ahora viven en tiendas de campaña por todo Oriente Medio.
Estas familias llegaron entre la multitud de personas que viene huyendo de Raqqa desde principios de mayo. Sus rostros, y los de sus hijos, son fácilmente distinguibles por la población local, que rápidamente informó de su situación a los oficiales kurdos a cargo del campamento. Las familias de yihadistas relevantes que los servicios de inteligencia consideran derrotados ya fueron separadas y trasladadas a otro lugar. El resto de familias rotas que ha quedado en el campo no se considera de mucha utilidad.
A medida que ISIS desaparece, los miembros más vulnerables de sus filas quedan cada vez más expuestos. En el norte de Siria, donde las fuerzas kurdas han penetrado en Raqqa; y en Irak, donde el Ejército y las milicias estatales chiíes han desalojado al grupo terrorista de todos los centros urbanos, las mujeres y los niños de ISIS no tienen dónde esconderse.
Las agencias internacionales de ayuda y los gobiernos luchan por determinar el número de viudas y huérfanos que, según se cree, corren grave peligro en este momento, tanto dentro de sus sociedades como a manos de las crueles autoridades locales. Según Ahmed al Raqqawi, un combatiente contra ISIS de 25 años en el centro de Raqqa, “nadie quiere encargarse de ellos, ni siquiera acercarse”. “Cuando estaban aquí, solían pensar que eran reyes, incluso las mujeres”, dice.
Según algunas estimaciones, durante los últimos cuatro años, unas 5.000 mujeres han dado a luz a niños de padres extranjeros en países que, incluso en épocas normales, les ofrecerían muy poca protección civil. Estigmatizados, traumatizados y apátridas, algunos familiares solicitan ser aceptados en los países de sus esposos fallecidos. Hasta el momento, la respuesta ha sido, en su mayoría, débil: Reino Unido, Francia, Australia y la mayoría de los países occidentales admiten que todavía no han decidido qué hacer con los hijos de ISIS. Según una autoridad británica, “las mujeres que decidieron abandonar Reino Unido para ir a ese lugar tienen que hacerse responsables de su decisión. No van a regresar a este país. Sin embargo, los niños merecen compasión”, concede.
El viernes, Francia pareció avanzar en su postura cuando su ministro de Defensa, Florence Parly, dijo en la radio francesa que los hijos de ciudadanos franceses muertos podían ser aceptados en el país, pero no sus madres. “Dependiendo de la preferencia de sus padres, los niños que están en custodia local pueden quedarse con su familia mientras sus padres son juzgados por la justicia de ese lugar o pueden ser repatriados a Francia, donde quedarán a cargo de los servicios sociales. Por lo general, son muy jóvenes, pero podrían estar radicalizados, así que por eso deben ser vigilados. Nuestro desafío es convertirlos nuevamente en ciudadanos”, dijo.
En los últimos tres meses, Naciones Unidas ha presionado en aquellos países cuyos ciudadanos tuvieron hijos en territorio de ISIS para que encuentren una solución. Según Rula Amin, portavoz para Oriente Medio y el norte de África de ACNUR, la agencia de la ONU para los refugiados “está muy preocupada por el futuro de esos niños y por el riesgo que enfrentan de convertirse en apátridas”. “ACNUR tiene la orden de apoyar a los gobiernos para evitar la apatridia y para proteger a los apátridas”, dijo.
“Nosotros, por tanto, abogamos enérgicamente por que los gobiernos de los países involucrados registren los nacimientos de estos niños y les garanticen una nacionalidad. Esto es de suma importancia para permitir que estas jóvenes e inocentes víctimas de la guerra, que ya han padecido y presenciado demasiado sufrimiento, residan legalmente en un país junto a sus familias, crezcan con el sentido de identidad y pertenencia a una sociedad, vayan a la escuela, desarrollen su potencial y tengan la esperanza de un futuro pacífico y constructivo”, concluye Amin.
“No tienen lugar aquí, nuestra paciencia se ha acabado”
Dentro del campamento Ain Issa, las tiendas de campaña están reservadas para familias que vienen de zonas de ISIS, pero que no necesariamente pertenecen a la organización terrorista. Algunos son familiares de dirigentes. Algunos encontraron alojamiento cuando ISIS llegó a la ciudad hace tres años y otros, como Abu Jassem, de la ciudad iraquí de Faluya, tienen una afiliación que se remonta a una década. Rodeado de hombres muy recelosos, Jassem contó que en los últimos tres años se había mudado desde Faluya a Bukamal, en la frontera iraquí, y, luego, a Deir Azzour: “Donde quiera que vayamos, los ataques aéreos nos siguen”.
Los hombres dijeron no saber nada sobre las viudas de ISIS que vivían a tan solo unos metros de distancia y no parecían interesarse por ellas. Desde detrás de una cortina, aparece un hombre empujando la silla de ruedas de una niña de unos 12 años con una discapacidad grave: no puede moverse ni hablar. La niña nació tras la segunda guerra en Faluya. Desde aquella batalla, la cantidad de nacimientos de bebés con defectos congénitos en la ciudad ha sido mucho más alta que el promedio para todo el país. Todavía nadie ha podido determinar la causa. “Tenemos muchas más cosas de qué preocuparnos antes que ellos”, indica Abu Suhail. “Ellos eligieron su destino”.
A lo largo de la frontera iraquí, al sur de Mosul (reconquistada por las fuerzas iraquíes en julio), el subcomandante de una división antiterrorista, Abdul Wahab al-Saadi, confiesa su perplejidad. Sus fuerzas protegen a unas 1.800 personas entre mujeres y niños en edificios abandonados. Casi todos, extranjeros.
“Se habla mucho de rehabilitación, algo que en mi opinión personal es la manera más compasiva de hacer esto”, explica al Saadi. “Según las leyes iraquíes, no se puede hacer responsable a los familiares de un criminal ni juzgarlos por sus acciones. Pero eso es lo que estamos haciendo. El tema es que nuestra comunidad, las tradiciones y valores iraquíes no permitirán que se perdone tan fácilmente a estas familias. La comunidad internacional debe tomar cartas en el asunto; la sociedad civil iraquí, junto con las autoridades locales, deberían trabajar en más programas de rehabilitación para reincorporar a estas personas a nuestra sociedad”.
Es muy poco probable que las comunidades locales lo hagan. En un volante distribuido entre las familias de los miembros de ISIS, se podía leer: “Sus hijos de ISIS han maltratado y dañado a la buena y pacífica gente de esta ciudad. Deben irse, no tienen lugar aquí y nuestra paciencia se ha agotado. No se interpongan en el camino de las balas destinadas a sus desvergonzados hijos. Ustedes no traen más que vergüenza y deshonra; nuestros mártires, gloria y eternidad”.
Los funcionarios de Mosul han pedido a la responsable de la Oficina para la Mujer y los Niños de la provincia de Nineveh, Sukainah Mohamad Younes, una solución para los niños desesperados que hay en su región. “Hay más de 1.500 familias de ISIS divididas entre los campamentos de Hamam Al Alil, Jadaa y Qayyara. Hay sirios, rusos, chechenos y gente de otras nacionalidades. Hace poco, envié a 13 hijos de combatientes de ISIS a un orfanato”, contestó.
Younes dijo que había logrado “enviar a algunos huérfanos a la escuela a pesar de ser apátridas y de no tener identificaciones; pero algunos ni siquiera tienen zapatos… Estos niños de ISIS son víctimas”.
“Los niños de padres locales están separados de los de padres extranjeros. No sabemos qué pasará con unos ni con otros. No hay ningún plan concreto. No hace mucho, un líder checheno se llevó a cuatro niños chechenos. Una delegación rusa se llevó a una pequeña niña rusa. La situación de los niños locales es mucho más dura: ¿quién se los va a llevar? Nadie… Nadie está dispuesto a hacerlo y no creo que puedan regresar a sus ciudades de origen, no son bien recibidos. Pero ¿por qué es culpa de los niños? Déjenme decirles algo y escuchen bien, si no nos hacemos cargo de estos niños, locales o extranjeros, cuando crezcan serán peores que ISIS”, advierte Younes.
Todos los días llegan a Ain Aissa camiones con refugiados de Siria. En Raqqa, todas las semanas algunos rezagados de los distritos controlados por el ISIS se dirigen al lado kurdo. “No les molestamos, les enviamos directamente a las fuerzas de seguridad ”, explica Elyas, líder de un equipo que trabaja en el frente. “Permanecen con ellos durante aproximadamente un mes y, luego, muchos de ellos quedan en libertad”.
No sucede lo mismo con los refugiados extranjeros en el campamento. En la pared de una de las habitaciones, una mujer ha escrito en árabe: “Oh Dios, deja que llueva en mi corazón, así ahoga todo mi dolor”.
Información adicional de Nadia al-Faour y Mohammed Rasool
Traducido por Francisco de Zárate