Esta es la historia de Drag Queen Story Hour en una biblioteca pública de San Francisco y de un niño de seis años llamado James Mendenhall intentando llegar al fondo de las cosas. “¿Eres un chico o una chica”, le preguntó a la cuentacuentos de metro ochenta, que llevaba un vestido de satén granate, un sugerente pañuelo rosa, unos zapatos plateados de tacón alto y unas pestañas postizas. La drag queen, que se hace llamar Honey Mahogany, se inclinó hacia él con su cabello rubio delicadamente trenzado e hizo una pausa para causar efecto.
“Bueno, supongo que nací niño”, contestó. “Pero me gusta vestirme como una chica. Lo hago para divertirme”.
Para los aproximadamente 175 padres e hijos que acudieron al evento el pasado fin de semana en la biblioteca más importante de San Francisco, el programa –el cual también se organiza regularmente en bibliotecas de Nueva York y esporádicamente en tiendas de libros y aulas de todo el país– ofrece un entretenimiento que combina orgullo gay y entretenimiento para todos los públicos.
“Para los niños es muy divertido ver una princesa, disfrazada y maquillada”, cuenta la portavoz de la biblioteca Katherine Jadine, que apunta que el programa es una manera para que los niños aprendan cosas sobre la diversidad de la ciudad.
Recientemente, esta actividad ha estado en el punto de mira en publicaciones republicanas que acusan a estos espacios de utilizar recursos públicos para adoctrinar a niños con puntos de vista de izquierda. “Al parecer, la gente de todo el país está interesada en gastar sus impuestos en pagar a drag queens para que lean cuentos a los niños”, escribió la bloguera sobre educación Amelia Hamilton en la National Review el mes pasado.
“Aunque la hora de cuentos aparentemente tiene por objetivo ofrecer a los niños nuevas ideas y abrir sus mentes, está claro que la actividad tiene una dirección política particular. ¿Hasta qué punto sería un clamor que hubiera una actividad para niños promoviendo el excepcionalismo estadounidense o los valores tradicionales? ¿O un encuentro literario sobre el derecho a portar armas o el valor de la vida en el útero? No, eso nunca se haría”.
Los ataques también han aparecido en medios como Breitbart News y como un tema de debate en el portal religioso Rapture Forum. El ultra conservador Daily Wire publicó un artículo titulado: “Los izquierdistas quieren llevar la Drag Queen Story Hour a escuelas y bibliotecas”.
Pero las bibliotecas de San Francisco insisten en que esta actividad, que inició en el año 2015 la escritora Michelle Tea, no utiliza los impuestos de los contribuyentes. Por cada sesión de Drag Queen Story Hour, la organización sin ánimo de lucro Friends of the Library –una organización privada– paga 250 dólares a la compañía que creó el espectáculo, Radar Productions. Jardine dice que cree que gran parte de este pago es para las drag queens.
Virgie Tovar, la directora general de Radar Productions, asegura que, más allá de la reacción airada en la prensa conservadora, la recepción ha sido muy positiva. “Cada día recibimos mails de lugares como Australia o Suecia. Estamos pensando seriamente hacer un tour Drag Queen Story Hour”.
La comunidad drag tiene mucho que compartir
Lyn Davidson, que dirige la biblioteca de niños más importante de San Francisco, explica que la biblioteca “trata de dar a todo el mundo un acceso igualitario a libros, historias o ideas. Se trata de abrir nuestras puertas y que cada miembro de nuestra comunidad esté incluido. Nuestra comunidad drag queen también tiene algo especial que compartir”.
Para empezar la sesión del sábado, Honey Mahogany leyó en primer lugar Familias, familias, familias, un libro sobre la diversidad de los núcleos familiares. “¿Cuántos de vosotros reconocéis a vuestras propias familias aquí en este momento?”, preguntó haciendo gestos por toda la habitación con su brazalete de plata brillante destellando bajo la luz. “Porque las familias pueden tener todo tipo formas y tamaños, ¿verdad?”.
Después de una interpretación de la canción Heads, Shoulders, Knees and Toes, Honey Mahogany leyó un segundo libro sobre un perro que no quería ser un perro normal y que quería bailar ballet. De vez en cuando, un pequeño bailaba hacia ella, alzando las manos para tocar sus capas alborotadas de tul rosa, para después volver a sentarse entre el resto del público.
Después de la lectura, una larga cola de niños esperaron turno para poder hablar un rato con Honey Mahogany.
Heather Bird no solo llevó a sus dos hijos, sino que también convocó a otras familias del colegio de sus hijos para que acudiesen también al evento. “Fue mucho más interesante que cualquier cosa que fuésemos a hacer en nuestra casa esa mañana”, comenta. “No sé por qué la gente malgasta su tiempo en criticar a gente que está siendo amable y que se unen en comunidad”.
Un estudiante de secundaria de San Francisco de iniciales C.J. (pidió que no se publicase su nombre completo) acudió al evento porque había visto a Honey Mahogany en Rupaul's Drag Race, un reality en el que concursantes drag compiten para llegar a ser la “reina”.
La lucha contra la transfobia
“Ha sido genial porque he conocido a alguien que sale en la tele”, comentó añadiendo que es un programa genial también para los niños. “Inculca en los niños la idea de que pude haber más de dos géneros, así que igual cuando sean más mayores no sean tan crueles. El mundo necesita menos transfobia”.
Honey Mahogany, que es copropietaria de un negocio y también es trabajadora social, dice que es ridículo pensar que mostrar a los niños la problemática del género pueda hacer que de alguna manera les convierta en gays. Pero, para aquellos que se cuestionan su identidad de género, tener un modelo puede salvarles la vida.
“Me crié sin modelos LGBT cerca y aún así me hice gay”, comenta irónicamente. “Las familias tienen que apoyar y aceptar a sus hijos, porque esa es la diferencia entre tener una familia sana y feliz o tener un hijo con muchas más probabilidades de suicidio”, advierte.
Panda Dulce es otra drag queen cuenta cuentos. A veces se presenta con una peluca brillante verde azulada, y con los labios y los ojos del mismo color. Solo en un día de trabajadora social, Dulce pudo entender perfectamente lo duro que resulta ser diferente.
“Cuando salí del armario en séptimo, perdí a todos mis amigos”, cuenta Dulce, cuyo nombre legal es Kyle Casey Chu. “Pensaba que el armario era el lugar más solitario, pero estaba equivocada. Estaba expuesta, sola y era vulnerable. Drag Queen Story Hour es muy importante para mí porque hace que nuestras diferencias pasen de producirnos vergüenza a hacernos sentir poderosas”.
Panda Dulce recuerda cuando, durante un cuentacuentos, un niño con brillante sombra azul en los ojos llegó corriendo para decirle a viva voz: “¿Sabías que soy un chico?”
Hacia el final de la cola que se formó el sábado, un niño de seis años, Mendenhall, estaba esperando con otra pregunta lo suficientemente atrevida como para hacer que una drag queen llegue a sonrojarse. “¿De dónde sacaste tus pechos?”, preguntó el pequeño a Honey, que miró hacia su modesta delantera y decidió ceñirse a la verdad: “Le dije que eran falsas y que me las puse bajo el sujetador”, cuenta divertida. “¿Qué le podría haber dicho si no?”
Traducido por Cristina Armunia Berges