Cuando Courtney Buckman tomó la difícil decisión de abortar, la solución más obvia debería haber sido ir a su clínica más cercana en el estado de Montana. Sin embargo, terminó desplazándose tres mil kilómetros de distancia, a Nueva York. Ella es una de las muchas mujeres, cada vez más, que se desplazan a Nueva York para abortar tras la oleada de restricciones que está dificultando el acceso a este derecho en muchos estados del país.
Según el Instituto Guttmacher, desde que Trump es presidente se han firmado 27 leyes que prohíben o limitan el aborto en 12 estados del país, entre ellos, Georgia, Ohio, Kentucky, Alabama, Missouri y Mississippi. Y, por eso, cada vez entran más mujeres al centro médico Choices en el barrio de Jamaica, en Queens.
“La semana pasada supe que estaba embarazada… de seis semanas”, indica Buckman, de 24 años. Ha acudido a la clínica con su hija de tres años, Belle. La niña está viendo una película en el teléfono móvil de su madre. “Ya tengo una niña y mi embarazado afecta mucho a mi situación personal porque vivir en Montana es muy caro… no me puedo permitir todos los gastos que acarrea tener otro hijo ahora. De hecho, ahora mismo dependo bastante de mi familia porque soy madre soltera”, cuenta Buckman.
Aunque la joven podría haber abortado de forma legal en su estado, en Montana escasean las clínicas que practican abortos y tendría que haber hecho un viaje de seis horas y en un día laborable. Buckman trabaja en un servicio de atención al cliente y la podrían haber despedido. Por suerte, ya tenía planeado viajar a Nueva York y pudo conseguir una cita en la clínica de Queens para esa fecha.
La sentencia del Tribunal Supremo 'Roe vs Wade' de 1973 marcó un antes y un después garantizando el derecho al aborto para las mujeres en Estados Unidos. Aunque la jurisprudencia no ha cambiado desde entonces, a pesar de los recientes esfuerzos de varios estados para limitar este derecho, lo cierto es que nunca ha sido fácil abortar. Las mujeres se enfrentan a muchos obstáculos, entre ellos, la escasez de clínicas de planificación familiar por la alta exigencia en la normativa impuesta a estos centros, el elevado coste de la intervención y las campañas en contra del aborto.
La enmienda 'Hyde' impide que el programa Medicaid, lo más similar a una sanidad pública que hay en Estados Unidos, financie abortos con fondos federales excepto cuando la vida de la paciente está en peligro o en casos de violación o incesto.
Como parte de un sistema federal y estatal, algunos estados, pero no la mayoría, cubren el coste de los abortos con sus propios fondos para que Medicaid pueda ofrecer este servicio. En cuanto a las aseguradoras privadas, la mayoría no cubren este supuesto, ofrecen una cobertura limitada o, en el caso de estados gobernados por el Partido Republicano, tienen prohibido cubrir este servicio.
Según el Centro Bixby para la Salud Reproductiva Global, el 30% de las mujeres de Estados Unidos habrá abortado antes de cumplir los 45 años. Según una investigación del centro publicada en 2014, para la mitad de las mujeres encuestadas el coste total de la intervención, desplazamiento y dietas incluidos, ascendían a más de un tercio de sus ingresos mensuales. Para Buckman, el coste del procedimiento, que ella ha pagado sin ayuda, fue de unos 600 euros. Y en Montana habría sido más caro.
Las autoridades neoyorkinas han anunciado que traspasarán 250.000 dólares (221.600 euros) al Fondo de Acceso al Aborto de Nueva York (NYAAF, por sus siglas en inglés), convirtiéndose así en la primera ciudad del país que cubre los costes del aborto de forma directa. El año pasado, un tercio de las pacientes que se beneficiaron de las ayudas de las clínicas de Nueva York procedían de otros estados. La NYAAF ya ha avanzado que los fondos ayudarán a satisfacer la creciente demanda que tendrá de este tipo de usuarias.
La historia se repite
“Antes de la sentencia 'Roe vs Wade', la ciudad de Nueva York era un refugio para las mujeres que querían tener control sobre sus cuerpos y sobre las decisiones que afectan a su salud”, indicaba la concejal Carlina Rivera, copresidenta del Comité de Mujeres del Ayuntamiento. “Es hora de que nuestra ciudad vuelva a ser el faro del país”, apuntaba.
Sin embargo, los centros de la ciudad que cubren el coste del aborto se enfrentan a muchas trabas. Todos los sábados, manifestantes en contra del aborto se concentran delante de la clínica Choices, que atiende a más de 35.000 pacientes al año de las que unas 10.000 abortan. Los activistas conservadores acuden con carteles e imágenes de fetos, e intentan disuadir a todas las pacientes que se dirigen al centro.
Choices ha visto cómo en los últimos meses ha aumentado la cifra de pacientes de otros estados, entre ellos, Ohio, Texas, Pennsylvania, Alabama, Georgia y recientemente, dos mujeres de las islas Bermudas. Buckman conoce a personas que han viajado a California y Washington para abortar, y cree que las prohibiciones y las leyes restrictivas no impedirán que las mujeres dejen de interrumpir embarazos no deseados. “Si realmente quieren abortar, sea legal o no, lo van a hacer, de forma segura o no segura”, argumentaba.
Considera “ridículo” que sean políticos hombres, que lideran la mayoría de los estados que han promulgado medidas contra el aborto este año, los que puedan determinar el destino de las mujeres y sus cuerpos. “A menos que quieran tener un bebé y sean capaces de dar a luz a uno, creo que no deberían tener voz y voto en lo que yo puedo y no puedo hacer. Personalmente, en mi situación, no estoy tratando de ser egoísta, solo quiero poder mantener a la hija que ya tengo”, puntualiza.
Para las mujeres que quieren abortar, el coste de esta intervención sigue siendo el principal problema, indica la asesora económica de la clínica Choices, Angelica Din. Sin embargo, para garantizar el acceso a la intervención a mujeres con menos recursos, el centro colabora con varias entidades como la NYAAF: para encontrar la manera de financiar el aborto, desde el alojamiento hasta el tratamiento médico y los viajes. Merle Hoffman, presidenta de Choices, ha llegado a pagar algunas intervenciones de su propio bolsillo.
“Hago todo lo que está en mis manos para conseguir el dinero porque sé que es una decisión muy difícil y es muy duro”, explica Din. Hace poco, una paciente rompió a llorar cuando Din le comunicó que había encontrado la manera de pagar su procedimiento, que ascendía a 2.600 dólares. “Me aseguro de encontrar fondos por distintas vías... No he tenido ni un solo paciente que no haya podido acceder a nuestra clínica por falta de dinero”, asegura.
Hoffman fundó la clínica en 1971 y señala que el aumento en el número de mujeres que vienen a Nueva York para abortar le recuerda a la situación anterior a la sentencia 'Roe contra Wade', cuando las mujeres llegaban de todo el país para interrumpir sus embarazos. “En 1970 cinco estados despenalizaron el aborto, entre ellos Nueva York. Así que entre 1970 y 1973, miles y miles de mujeres se desplazaron hasta Nueva York para abortar... ahora esta situación se repite”, señala.
En su despacho tiene una percha de gran tamaño que llevó a una manifestación a favor del derecho a decidir ante la catedral de San Patricio, en Manhattan, en 1989. “[Prohibir el aborto] es decirles a las mujeres que durante casi medio siglo han sido independientes, han podido decidir cuándo y cómo ser madres... que ahora ya no pueden. Es una cuestión de lucha de poder, eso es lo que es”, sentencia.
Antes de la reciente ola de restricciones, que en su opinión afectará en especial a las mujeres pobres y racializadas, Choices atendía semanalmente a cuatro o cinco pacientes de fuera del estado. Ahora atiende entre siete y nueve. Hoffman indica que “a medida que las restricciones se implementen aumentará la cifra de mujeres que se desplazan hasta Nueva York para abortar. En estos momentos se está intentando recurrir estas medidas y las podremos frenar durante un tiempo pero lo cierto es que la ola generalizada que quiere limitar los derechos, libertades, autonomía y potestad moral de las mujeres es una realidad”, lamenta.
Traducido por Emma Reverter