Hollywood se rinde ante la superpotencia china

Nigel M. Smith

Wang Jianlin no se anduvo por las ramas el lunes pasado. En un discurso dirigido al mundo de Hollywood, el hombre más rico de China, cuya fortuna personal asciende a unos 32.500 millones de dólares, criticó la obsesión de la meca cinematográfica por las secuelas y los remakes: “Hollywood es famosa por las historias que cuenta, pero ya no son tan buenas como antes. Puede que todas esas secuelas funcionaran en otra época, pero el público chino se ha vuelto más refinado. Si quieren abrirse paso en el mercado cada vez más grande de mi país, tendrán que mejorar la calidad de las películas”.

Las duras palabras de Wang, presidente del Dalian Wanda Group, una corporación inmobiliaria que intenta transformarse en marca global del sector del entretenimiento, no fueron ninguna sorpresa para los que están familiarizados con él. En el año 2012 pagó 2.600 millones de dólares por la segunda cadena de cines de los Estados Unidos, la AMC Entertainment; y su agresiva campaña empresarial está lejos de haber terminado.

Hasta ahora, se ha hecho con el mayor grupo europeo (Odeon and UCI), ha adquirido Legendary Entertainment (la productora estadounidense de Parque Jurásico y la trilogía del Caballero Oscuro) y ha anunciado que tiene intención de comprar uno de los seis principales estudios cinematográficos de EEUU y que ha entablado conversaciones para obtener la propiedad de Dick Clark Productions, productora de los premios Golden Globe, American Music y Billboard Music.

Siguiendo instrucciones de Cheryl Boone Isaacs (presidente de la Academy of Motion Pictures Arts and Sciences) y de Eric Garcetti (alcalde de Los Ángeles, que se refiere a él como su “amigo”) Wang ha iniciado la construcción de un nuevo estudio cinematográfico en el Este de China. El estudio, que abrirá el año que viene y tendrá un coste aproximado de 8.200 millones de dólares, pretende ofrecer un reembolso del 40% sobre la producción de películas y espectáculos televisivos, tanto chinos como extranjeros. “No se trata de competir con Hollywood —dice Wang—. De hecho, nuestra metrópolis será una oportunidad para Hollywood que aumentará sus posibilidades”.

No obstante, su asalto a la meca del cine ha despertado la desconfianza de algunos políticos estadounidenses, preocupados con la posibilidad de que Wang ofrezca al gobierno chino una plataforma para extender la ideología comunista.

“La expansión de la influencia cultural china es uno de los objetivos del Partido Comunista chino (PCCh)”, afirma Michael Forsythe, periodista del New York Times en Hong Kong que investiga los negocios de Wang desde hace años. “No creo que nadie lo ponga en duda. Y eso es lo que está haciendo. A mí me parece evidente”. Forsythe asegura en un artículo que Wang, miembro del PCCh desde 1976, estuvo en octubre del año 2011 en una reunión de líderes del partido destinada a analizar formas posibles de aumentar la influencia cultural china en otros países. Pocos meses después, Wang compró la AMC Entertainment.

El mes pasado, 16 congresistas de los Estados Unidos firmaron una carta donde se citaba la compra de AMC y Legendary Entertainment para exigir un examen más detallado de las inversiones chinas en la industria estadounidense. John Culberson, presidente del subcomité del Congreso sobre Comercio, Justicia, Ciencia y Agencias Relacionadas, pidió en dicha carta que John Carlin, ayudante del fiscal general, sopese una posible reforma de la Foreign Agents Registration Act que permita una investigación más a fondo de las adquisiciones de Wanda. En su opinión, las relaciones de Wang con el gobierno chino y el PCCh pueden tener “implicaciones profundas en el sector de los medios de comunicación”.

La carta de los congresistas y el artículo de Forsythe llegan meses después de que Richard Berman, abogado y ejecutivo de relaciones públicas, iniciara la campaña China Owns Us (China es dueña de EEUU) y alquilara una valla publicitaria en el corazón de Hollywood para afirmar lo siguiente: “Los cines de la AMC son marionetas rojas de China”. Los responsables de la campaña se muestran “preocupados” en su exposición de motivos por la posibilidad de que “las inversiones chinas en los Estados Unidos estén relacionadas con la promoción de propaganda afín a China a costa de Estados Unidos”.

Sin embargo, hay personas que no tienen miedo de los movimientos de Wang en Hollywood. Adam Minter, reportero de Bloomberg View en Asia, afirma que Wang no tiene “razón empresarial” alguna para exportar la ideología comunista a Hollywood. “Salvo que alguien cite alguna razón empresarial concreta que justifique esa actitud, yo diría que llevar a los EEUU una propaganda que ni siquiera funciona en China sería tan buen modelo de negocio como exportar la comida caducada que ni los propios chinos quieren”, dice Minter. “Los chinos no están interesados en ella y los estadounidenses, tampoco.”

Para demostrarlo, Minter menciona La Sirenita, la película china más popular de toda la historia del cine: una fantasía original sin el menor trasfondo propagandístico. Y, a pesar de que Beginning of a Great Revival: The Founding of a Party (2011) tuvo buen recibimiento cuando se estrenó en China, hay quien dice que las autoridades ordenaron a las salas que inflaran las ventas para asegurarse de que la épica historia sobre los comunistas que se unieron para cambiar un país humillado por potencias extranjeras fuera un éxito.

Stanley Rosen, profesor de ciencias políticas en la USC y experto en China, comparte las afirmaciones de Minter. Cree que “el público estadounidense reaccionaría mal” a cualquier intento de “introducir ideología comunista” en las películas y que eso “haría daño a los estudios”. Desde su punto de vista, “si Wang quiere adquirir uno de los estudios grandes, sabrá que la economía es importante y no hará nada que sea negativo para su empresa”.

Para Bill Bishop, editor de The Sinocism China Newsletter, hay un problema más real y preocupante: la autocensura de Hollywood, destinada a tranquilizar a los estrictos censores chinos. Y hasta el propio Wang está de acuerdo con él, como demostró en unas declaraciones a la CNN donde recordaba que es Hollywood quien cambia contenidos y añade elementos locales para facilitar su extensión en el mercado cinematográfico de la República Popular China, y no al revés.

Los guiños a China están presentes en todo tipo de películas, desde Transformers: la era de la extinción hasta Gravity, ganadora de siete estatuillas de los Oscar. En el año 2011, la MGM llegó al extremo de cambiar los villanos chinos por villanos norcoreanos en su remake de Amanecer Rojo y se rumorea que Marvel ha contratado a la actriz británica Tilda Swinton para que interprete el papel de El Anciano en Doctor Strange y evite así un posible conflicto con China, dado que el personaje original es tibetano.

Los estudios parecen dispuestos a hacer todo tipo de concesiones para tener contentas a las autoridades locales y evitar posibles pérdidas de estrenos en un país que sólo permite que se proyecten 34 películas extranjeras al año en sus cines. “Es sutil e insidioso”, afirma Bishop. “¿Qué están sacando de las películas [para contentar a los chinos]? ¿Qué actores se están quedando sin papeles? Se están cambiando muchas cosas”, añade.

El caso de Warcraft, el legendario éxito basado en un videojuego popular, es paradigmático. La película costó 160 millones de dólares y sólo había conseguido 47,2 en los Estados Unidos cuando se dejó de proyectar. Sin embargo en China fue muy diferente: tras cinco días de proyección, ya había llegado a la asombrosa cifra de 156 millones. ¿La razón? Que la mitad de los jugadores mundiales de Warcraft están en el país asiático, lo cual aseguraba el éxito de la película. De hecho, la disparidad de los resultados fue tan grande que se rumorea que la secuela de la película se estrenará antes en China que en EEUU.

“Si quieren obtener beneficios del que está destinado a convertirse en el mayor mercado cinematográfico [del mundo], tendrán que entender al público chino”, dijo Wang durante su duro discurso a Hollywood. “Hay políticos estadounidenses que piden películas ‘políticamente independientes’, pero esa petición atenta contra el sentido común empresarial. En mi opinión, los negocios son los negocios. Es mejor que no lo convirtamos en política”

El efecto chino en cinco éxitos cinematográficos

Ahora me ves 2 (2016)

Jon M. Chu, el nuevo director de la franquicia, contrató a la estrella taiwanesa Jay Chou (casi un desconocido en Estados Unidos) y grabó gran parte de la película en la región china de Macao. Chu declaró a Vulture que sus decisiones no respondían a un “esfuerzo consciente” de apelar al público chino, pero admitió que en Lionsgate estaban encantados con ellas. De hecho, su estreno en China supuso un récord de beneficios para el estudio.

Transformers: la era de la extinción (2014)

La secuela de Michael Bay, rodada en colaboración con la televisión estatal china y una empresa especializada en acuerdos entre inversores chinos y estudios de Hollywood estaba tan llena de productos de la potencia asiática que el Hollywood Reporter la describió como “canal de compras para la nueva clase media y los ricos” de dicho país. Además, mostraba un Gobierno chino benevolente en contraposición con corruptas e indecisas agencias estadounidenses.

Iron Man 3 (2013)

La versión china del éxito de la Marvel tenía cuatro minutos más: los necesarios para incluir un corte propagandístico de Gu Li Duo, una popular marca de batidos que estaba bajo sospecha antes del estreno porque se había encontrado mercurio en algunos lotes. Además, se cambió el villano original de origen chino (el Mandarín) por un personaje de origen misterioso interpretado por el actor británico Ben Kingsley.

X-Men: Días del futuro pasado (2014)

Se contrató a la estrella china Li Binbing para satisfacer a sus muchos fans y se rodó media hora de película en Hong Kong. Además, un grupo de pop chino hace un cameo relativamente largo.

Guerra mundial Z (2013)

Los guionistas de la película protagonizada por Brad Pitt cambiaron un detalle del libro de Max Brooks: el origen del virus que provoca el apocalipsis zombie ya no estaba en China, sino en Rusia.

Información adicional por Tom Phillips

Traducido por Jesús Gómez