Si eras una chica adolescente en la Brisbane de los años 80, necesitabas ir armada con la dirección de una clínica de abortos en Tweed Heads, Nueva Gales del Sur. Si tú o una de tus amigas afrontaba el dolor y la vergüenza de poner fin a un embarazo no deseado, te metías en un coche con el apoyo de un equipo de amigas y emprendías una carrera fugitiva al sur de la frontera, a dos horas de distancia, o te arriesgabas a que te acusaran de un delito.
Estoy hablando de la década de 1980, no de 1880, aunque por supuesto la legislación de Queensland sobre el aborto ha cambiado poco desde el siglo XIX. Y sin embargo, aquí estamos, en el XXI, leyendo sobre una niña de 12 años a la que han obligado a ir a los tribunales para obtener una autorización legal para abortar, tras un mes intentándolo. Mientras tanto, su embarazo –de otro niño de la misma edad– ha llegado a las nueve semanas.
La niña, conocida como “Q”, ha intentado suicidarse dos veces en el pasado y se ha autolesionado. También ha pedido ayuda junto con sus padres a un médico, un trabajador social, un ginecólogo y un psiquiatra para abortar. Todo esto podría haber ocurrido sin pasar por los tribunales: parece claro que el riesgo para su salud mental y física es suficientemente preocupante para entrar en las circunstancias excepcionales que requiere la ley. Pero la legislación de Queensland sobre el aborto puede complicar las cosas.
Pensemos en el caso extraordinario de una pareja de Cairns –Tegan Leach, de 20 años, y Sergie Brennan, de 22– que se enfrentó a cargos criminales por importar el medicamento abortivo misoprostol e inducir un aborto en casa. Leach fue acusado de provocar su propio aborto y pidieron hasta siete años de cárcel para ella, mientras que a Brennan lo acusaron de proporcionar medicamentos para provocar un aborto y pedían hasta tres años.
En la mente de la gente razonable, ese resultado sería poco probable –de verdad, ¿no lo sería?–, pero cuando te enfrentas incluso a una ligera posibilidad de que te declaren culpable de un delito así, te pones en lo peor cada vez que te despiertas. Este trauma duró para Leach y Brennan 18 meses.
La razón sí que acabó prevaleciendo y se les declaró no culpables pero, como señala la profesora de Obstetricia y Ginecología Caroline de Costa en declaraciones a la edición de the Guardian en Australia, después de ese caso muchos médicos en Queensland dejaron de practicar abortos. Sugiere que el miedo y la incertidumbre en la comunidad médica en relación con la práctica de abortos estaban en juego en el caso de “Q”, y que “el médico o médicos y la administración del hospital querían algo de certeza sobre la decisión. Pero parece que, si ambos progenitores daban su consentimiento, era innecesario”.
“Da la impresión de que la niña, o joven mujer, tenía bastante capacidad mental. Desde luego no es la única chica de 12 años de Queensland embarazada, y en la mayoría de casos se practica el aborto porque se acepta el embarazo como un riesgo para la salud física y mental de la madre”, apunta De Costa. “En este caso, parece que las partes implicadas no se sentían suficientemente seguras dentro de la ley”.
Un proyecto para legalizar el aborto
Puesto que la legislación data de 1899, bajo el Código Penal de Queensland, y se incluye en la sección de “delitos contra la moral”, es una buena noticia que el diputado independiente de Queensland Rob Pyne tiene intención de presentar un proyecto de ley para sacar el aborto del Código Penal en la próxima sesión parlamentaria. “Estamos hablando de alguien que es vulnerable, y yo diría que tener que pasar por ese proceso es un tratamiento cruel e inusual para dispensar a una niña de 12 años”, cuenta Pyne a the Guardian.
Cruel, sí. ¿Inusual? Sin duda. Es imposible pensar que el hecho de que una niña de 12 años sea madre no sea dañino para ella, sea cual sea su estado mental o la red de apoyos que tenga. Y aunque una chica con la capacidad de quedarse embarazada puede ser físicamente una mujer, si tiene 12 años es una niña para cualquiera, mental y emocionalmente incapaz de ser madre (y sin duda no puede entender los procesos legales, especialmente cuando son un asco).
También hay quienes, en los márgenes cristianos, creen que “con el apoyo adecuado”, la niña en cuestión podría haber continuado con su embarazo, dado a luz y entregado al bebé en adopción. Sí, una niña que había intentado suicidarse dos veces. Eso es un crimen contra la moral moderna. Es como decir que se debería obligar a una niña a ser adulta. Tener hijos a los 12 años podría estar en línea con las leyes y costumbres de 1899, pero ¿en 2016?
La mayoría de los australianos considerarían ofensiva esta perspectiva sesgada de la “santidad de la vida”. Somos un país favorable a la libertad de decidir: la mayoría de nosotros creemos que una mujer tiene derecho a pedir el aborto en el primer trimestre, sin condiciones, y después en ciertos casos.
En la Encuesta Australiana de Actitudes Sociales de 2003, el 81% de los encuestados consideraron que la mujer debe tener derecho a elegir si abortar o no. El sondeo también indicó que las creencias religiosas y el apoyo al aborto legal no son mutuamente excluyentes: el 77% de quienes se identificaban como religiosos también apoyaban el derecho a decidir de las mujeres. Solo entre el 5 y el 9% se opusieron al aborto en cualquier circunstancia.
En el caso de “Q”, el juez McMeekin dictaminó que todas las pruebas juegan a favor de la interrupción del embarazo, y mencionó el riesgo de problemas de salud mental “significativos y posiblemente de por vida” si no se autorizaba el aborto. También citó al obstetra que aseguró a Q que “los riesgos de seguir con el embarazo –algunos de los cuales pueden poner en peligro su vida– son 'mucho mayores' que los de terminarlo”. “También señaló que tener un hijo a los 12 años tiene implicaciones psico-sociales, al haber una 'carga para toda la vida, que es probable que afecte a la salud mental'”, manifestó el juez.
Todo el mundo ha apoyado el derecho de esta niña a abortar, y es moralmente correcto hacer eso. Pero unas leyes arcaicas se han puesto de por medio. Esperemos que la propuesta legal de Rob Pyne traiga a la fuerza la idea de moral de Queensland al siglo XXI.
Traducción de Jaime Sevilla Lorenzo