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The Guardian en español

Irlanda está perdiendo la guerra contra las bandas criminales

Policías en el escenario del asesinato de Eddie Hutch, miembro de una de las principales mafias de Irlanda, esta semana en Dublín.

The Guardian

Henry McDonald (Dublín), Mark Townsend (Londres) —

La semana pasada, los barrios obreros de Dublín se parecían al Belfast de los años oscuros del conflicto de Irlanda del Norte. Policías armados organizaron controles en las carreteras que llevan a los baluartes de los señores de las mafias enfrentados en una guerra.

Ahora el hermano de Veronica Guerin, una reportera de investigación asesinada hace veinte años, cree que el Estado irlandés está perdiendo la guerra contra el crimen organizado que inició tras el asesinato de Guerin. Jimmy Guerin afirma que las medidas están fracasando, ya que los rivales mafiosos están librando batallas en las calles de Dublín.

Uno de los “homenajes” a su hermana, tiroteada por criminales en 1996, fue la creación de la Oficina de Bienes Delictivos (CAB, por sus siglas en inglés), un organismo con gran capacidad para incautarse de los beneficios y recursos de los gánsters irlandeses. La creación de esa institución ayudó a perseguir a muchos de los famosos delincuentes que controlaban el mercado negro de las drogas, las armas de fuego y las falsificaciones. Algunos huyeron a Amsterdam y a la Costa del Sol española, sacando sus millones de Irlanda y llevándolos lejos de su alcance.

Veinte años después del asesinato de su hermana, Guerin cree que la oficina ha dejado de ser efectiva en la persecución de la riqueza de los mafiosos. “Es el momento de un segundo CAB, uno con competencias aún mayores que el original”, dijo este viernes desde la caravana de campaña en el norte de Dublín para las elecciones generales que se celebrarán a finales de este mes. Se presenta en una candidatura contra el crimen y, como concejal de esa zona de Dublín, puede contar historias de la miseria provocada por la llegada de la heroína, el crack y, más recientemente, nuevas variantes de drogas sintéticas altamente adictivas fabricadas en lugares tan lejanos como China.

“El año pasado traté dos casos estremecedores en el norte de la ciudad, en los que hombres jóvenes tenían deudas con los traficantes por la droga. En uno de ellos, los traficantes destrozaron la casa de una mujer porque su hijo les debía 2.500 euros”, contó Guerin. “Cuando ella vino a pedirme consejo, le pregunté si se planteaba denunciarlo. Respondió que era lo último que haría porque se tacharía a su hijo de 'rata' y que ella suplicaría y pediría préstamos para que pudiera saldar la deuda”.

“El otro caso me recordó a cómo eran las cosas en Irlanda del Norte durante el conflicto, cuando los paramilitares expulsaban a gente de sus casas porque se habían enfrentado a ellos. Otro chaval debía 3.100 euros por drogas y, cuando no pudo pagarlos, le dijeron que saliera del país o le pegarían un tiro. Huyó a Londres durante un tiempo, antes de que su madre pudiera recaudar el dinero para pagar la deuda. La madre ni tan siquiera se planteó en ningún momento denunciar nada de esto a la Policía”, explicó.

Ese ambiente de miedo lo fomentan personajes que Guerin describe como “más despiadados, más asesinos y más inhumanos” incluso que los responsables de ordenar y ejecutar el asesinato de su hermana mientras esperaba en su coche frente a un semáforo en una carretera al oeste de Dublín en junio de 1996.

Esa “gente” a la que Guerin se refiere incluye a los dos bandas implicadas en lo que fuentes policiales describen como la pelea de mafias potencialmente más peligrosa de la historia delictiva de Irlanda. Los dos bandos también personifican la globalización de los gángsters irlandeses y su gran expansión por varios continentes en el siglo XXI. La participación de la Interpol junto a la Agencia Nacional del Crimen (NCA), que se centra en desmantelar mafias globales que afectan a Reino Unido, pone de relieve el alcance de los grupos criminales de Dublín.

Aunque la NCA no es directamente responsable de investigar los disturbios en las calles de Dublín, se implica a fondo “donde hay bandas criminales significativas haciendo cosas que afecten a Reino Unido”. La NCA conoce vínculos delictivos establecidos a lo largo del mar de Irlanda hasta Merseyside (Inglaterra) y Glasgow (Escocia), aunque la Policía escocesa no hace declaraciones sobre su implicación en ese asunto.

El líder de una facción de Dublín -de la que uno de los miembros fue asesinado a tiros hace unos días en el Hotel Regency de la ciudad- es Christy Kinahan, un capo inteligente, autodidacta y políglota. Kinahan, procedente de uno de los barrios más pobres del sur de Dublín, pasó tres condenas en prisión cursando estudios universitarios de Economía y Ciencias del Medio Ambiente y aprendiendo español y holandés. Vive en una casa de lujo de 6 millones de euros en Estepona, en el sur de España, y está vinculado a una red delictiva mundial en la que están implicados carteles de la droga colombianos e incluso últimamente la mafia china Snakehead.

Hace unos seis meses, Kinahan mantuvo negociaciones de paz con su mayor enemigo criminal en Irlanda, Gerry “el Monje” Hutch, un atracador de bancos del norte de la ciudad. El lugar del encuentro entre los dos mayores mafiosos del país fue el aeropuerto de Schiphol, en Amsterdam, en el que ambos se sentían confiados en medio de la alta seguridad de uno de los mayores aeropuertos de Europa. El objetivo de la conversación era evitar un estallido de la contienda que está haciendo pedazos el mundo criminal de Irlanda.

Sin embargo, pocas semanas después de las conversaciones de Schiphol, un sobrino del Monje, Gary, fue perseguido en una villa andaluza en Mira de Flores. Gary huía para salvar su vida de dos hombres armados que acabaron matándolo junto a la piscina. Gary Hutch era un objetivo porque Kinahan y sus secuaces sospechaban que era un confidente que pasaba información a la Policía irlandesa, la española y la Interpol.

Para Hutch, el asesinato de su sobrino fue una traición del “acuerdo de caballeros” pactado en Schiphol. El capo criminal que organizó una serie de audaces atracos bancarios a finales de los 80 y principios de los 90 quería venganza contra Kinahan. Las fuentes policiales irlandesas, sin embargo, creen que en el famoso asalto en el Hotel Regency hay mucho más que una sed de venganza visceral. Apuntan a un grupo de gángsters escoceses establecidos en el sur de España que han estado en contacto con Hutch y están ansiosos por hacerse con el imperio de Kinahan, que las autoridades irlandesas estiman que vale como mínimo 100 millones de euros.

Una veterana fuente policial ha manifestado a The Observer que “esta guerra está lejos de acabar” y que “de hecho solo está empezando”. Mientras la Policía irlandesa se prepara para el funeral de David Byrne, un soldado de Kinahan, que se celebra este lunes en Crumlin, un barrio periférico de Dublín. En él habrá agentes armados junto a decenas de policías uniformados. Esa fuente ha añadido que está en juego el control de un imperio de contrabando de drogas que se extiende desde Sudamérica hasta China y en el que la mafia de Kinahan ha sido rápida para explotar los últimos narcóticos sintéticos.

Mientras Jimmy Guerin llenaba las calles de Dublín con el mensaje de que solo una operación agresiva y coordinada contra las mafias podrá acabar con esta guerra, le formularon la que es para él la pregunta más dura de todas: ¿murió su hermana en vano? “Cuando ves la situación actual, compruebas que el Estado es débil y las bandas criminales están prosperando. En este punto, tienes que llegar a la conclusión de que el legado de Veronica al menos ha sido traicionado y de que la guerra que el Estado inició tras su asesinato se está perdiendo”.

Traducido por: Jaime Sevilla

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