Arabia Saudí ha pedido a sus ciudadanos que salgan inmediatamente de Líbano, aumentando así las tensiones de un conflicto regional con Irán centrado en este frágil Estado. Arabia Saudí denuncia que Líbano está dirigido por Hezbolá, un agente externo de Irán.
La decisión se produce tras una semana de retórica belicosa lanzada desde el núcleo de poder árabe suní contra su rival chií. Además, Arabia Saudí cuenta con el apoyo de Donald Trump y de Israel. Los tres insisten en que Irán está creando bastiones por toda la región.
El enfrentamiento ha llevado las tensiones entre Riad y Teherán a nuevos niveles y ha despertado el miedo a que décadas de desconfianza y maniobras entre ambos puedan evolucionar hacia una confrontación militar respaldada por la administración Trump y a la que se uniría Israel.
La orden saudí a sus ciudadanos, imitada también por Bahréin y Kuwait, aliados de la monarquía, se produce tras el anuncio del ministro de Exteriores de Arabia Saudí, Adel al Jubeir, en el que informó de que su país trataría a Líbano como un estado hostil mientras Hezbolá estuviese en el Gobierno. El ministro describió la participación de Hezbolá en el Gobierno como un “acto de guerra” contra Arabia Saudí.
El ministro de Inteligencia israelí, Yisrael Katz, afirmó este jueves que creía que las condiciones eran las adecuadas para iniciar una ofensiva diplomática contra Irán y Hezbolá en la ONU. El ministro dijo que esta ofensiva serviría a Israel para buscar una mejor aplicación de un acuerdo de alto el fuego de 2006 que pedía a Hezbolá su desarme y que se mantuviese alejado de la frontera.
Las afirmaciones sobre la existencia de un pacto, al menos de facto, entre Arabia Saudí e Israel se reforzaron tras revelarse que Israel había pedido a sus diplomáticos repetir los argumentos de forma casi idéntica a las declaraciones hechas por los líderes saudíes tras la dimisión el pasado sábado del primer ministro libanés, Saad Hariri. En este sentido, Arabia Saudí señaló que Hezbolá había hecho imposible el trabajo de Hariri.
La aparición del supuesto informe enviado a las misiones israelíes por todo el mundo recuerda mucho a las declaraciones públicas del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, y su ministro de Defensa, Avigdor Lieberman.
Una dimisión a petición de Arabia Saudí
La salida de Hariri se produjo a petición de los líderes saudíes, que posteriormente lanzaron una ofensiva retórica sin precedentes contra Irán y liderada por el propio Hariri. Acusan a Hezbolá de dominar la vida en Líbano y de subvertir el sistema político del país.
Hariri había liderado el Gobierno en Líbano durante 11 meses tras cinco años en el exilio, principalmente en Riad. Arabia Saudí fue un destacado patrocinador de Hariri, pero este cayó en desgracia con sus anfitriones tras el derrumbe del sector de la construcción, durante el cual una empresa que él dirigía, Saudi Oger, contrajo fuertes deudas.
La semana pasada Hariri actuó como enviado de Riad, viajando a Bahréin y Abu Dhabi para hablar sobre su dimisión. Las afirmaciones de autoridades libanesas sobre que su antiguo líder está “secuestrado” han sido ridiculizadas por el propio personal de Hariri y por destacadas figuras saudíes.
El líder de Hezbolá, Hassan Nasrallah, ha sugerido que Hariri estaba retenido en el reino en contra de su voluntad y que parecía como si Arabia Saudí hubiese forzado su dimisión.
Este jueves, el presidente francés, Emmanuel Macron, hizo una visita no programada a Arabia Saudí en un contexto en el que aumentan las tensiones. Macron afirmó que quería “enfatizar la importancia de la estabilidad e integridad de Líbano”. “Mi deseo es que todos los políticos libaneses vivan en libertad... lo que implica tener una posición muy exigente con aquellos que podrían amenazar a cualquier líder”, añadió. Preguntado si Hariri había pedido asilo en Francia, Macron aclaró: “No hemos recibido ninguna solicitud”.
Arabia Saudí e Israel no tienen vínculos diplomáticos y los sucesivos líderes saudíes han afirmado que no cambiarán su posición a menos de que se llegue a un acuerdo con los palestinos.
En los últimos meses, destacados políticos israelíes han hablado en varias ocasiones sobre el papel de Irán y Hezbolá en Siria y Líbano, en el contexto de una creciente convicción de que una guerra con Hezbolá puede ser inevitable.
Netanyahu: “Debemos parar esta toma de poder de Irán”
Israel ha estado animando a Estados Unidos para que tome una posición más dura con respecto a Irán, tanto en relación con el acuerdo nuclear al que llegó la administración de Obama como con respecto a la creciente influencia del país. El mes pasado, Trump se negó a certificar elementos del acuerdo.
En los últimos meses ha tenido lugar mucho tráfico diplomático y el ministro saudí de asuntos del Golfo viajará a Washington para hablar sobre el enfrentamiento. Jared Kushner, consejero y yerno del presidente estadounidense, viajó a Riyadh para una reunión,que no fue difundida, con el príncipe heredero saudí, Mohammed bin Salman.
A principios de otoño, autoridades de Israel dieron a entender que una autoridad de alto rango saudí viajó a Tel Aviv en la que sería la primera reunión de esta naturaleza entre las dos partes enfrentadas. Además, durante una reunión, Netanyahu advirtió a su homólogo ruso, Vladimir Putin, que Israel podría llevar a cabo decisiones unilaterales sobre la creciente influencia de Irán al norte del país.
“Cuando los israelíes y los árabes, todos los árabes y todos los israelíes, estemos de acuerdo en una cosa, la gente deberá prestar atención. Debemos parar esta toma de poder iraní”. Éstas fueron las palabras de Netanyahu a la BBC durante su reciente visita a Reino Unido.
El destino político de Líbano lleva en disputa desde el fin de la guerra civil hace casi 25 años. Irán y Arabia Saudí se unieron a Francia, Estados Unidos, Siria y Turquía en su afán por configurar el futuro del país. Sin embargo, los principales protagonistas han sido siempre Riad y Teherán, el último con Hezbolá como fuerza para vencer a los saudíes, que han ido forjando su influencia por medio de apoyo financiero.
Hezbolá ha consolidado su posición desde la guerra en 2006 con Israel, y se ha hecho más fuerte desde la formación del gobierno de Hariri. Hariri fue designado presidente tras casi dos años sin jefe de Estado y con el consenso de las dos capitales. Aunque desde entonces se ha llegado a un estancamiento institucional.
Y lo que es más importante, Irán ha ido expandiendo su influencia en países vecinos. En Siria ha defendido junto a Rusia al régimen de Bashar al Asad, ayudando a sus fuerzas a afianzar una posición de victoria en el campo de batalla frente a grupos de la oposición e ISIS.
En Irak también han obtenido una influencia importante desde la destitución, apoyada por Estados Unidos, de Sadam Husein. Ha conseguido entrar en el vacío dejado por ISIS, reforzando la construcción de un camino que pretende conectar Teherán con la ciudad portuaria de Tartús en Siria. La frontera entre Siria e Irak es una parte central del plan y la liberación en las últimas semanas de Deir al Zur, Al Mayadín y Al Bukamal, es estratégica para Irán.
Irán critica la alianza
El presidente iraní, Hasán Rouhaní, acusó a autoridades de Arabia Saudí de haber cometido un error de estrategia al considerar aliados a Estados Unidos y al “régimen sionista”, el término con el que Irán se refiere a Israel. Rouhaní afirmó que Israel y Estados Unidos están intentando hacerse con el dominio de la región para “saquear su riqueza y su petróleo” y que la administración de Trump es “hábil a la hora de robar” a Arabia Saudí.
“No puedo imaginarme este tipo de demostración de fuerza de Arabia Saudí contra Irán y Hezbolá sin algún tipo de apoyo por parte de Estados Unidos e Israel. Estoy convencido de esto. Se está cociendo algo”, dice Joseph Bahout, académico visitante en la Fundación Carnegie para la Paz Internacional. “Aunque los saudíes suelen malinterpretar las señales que les mandan. ¿Les dieron una señal clara o un guiño? Y, ¿son capaces de notar la diferencia?”, añade el académico.
“Puede que Arabia Saudí e Israel estén alineados estratégicamente, pero no lo están a nivel táctico”, sostiene Daniel Shapiro, exembajador de Estados Unidos en Israel y actualmente profesor visitante en el Instituto para el Estudio de la Seguridad Nacional en Tel Aviv.
“MBS [Mohammed bin Salmán] no suele consultar mucho, incluso con los que comparten sus intereses. Es un hombre impaciente, quiere que otros respondan a sus movimientos, más que planear estratégicamente”, explica Shapiro.
Shapiro dice que el Príncipe Salmán puede que intente llevar a Hezbolá hacia un conflicto, pero que no está claro cómo responderá el grupo, y que Israel tampoco parece preparado para meterse en un conflicto ahora. “Israel lleva un tiempo preparándose para la próxima guerra contra Hezbolá, pero ha buscado posponerla lo máximo posible”, dice Shapiro.
Mientras tanto, el comunicado de la Casa Blanca deja su postura clara: “Condenamos la actividad del régimen iraní y apoyamos a Arabia Saudí”.
Traducido por Javier Biosca y Marina Leiva