En la mañana del 8 de junio, Ahmed Damoo recibió una llamada. Le informaron de que su casa, una pequeña construcción de hormigón en el campo de refugiados de Nuseirat, en el centro de Gaza, había sido alcanzada por un misil del Ejército israelí. Cuando regresó a lo que quedaba de su hogar, descubrió que su familia había quedado sepultada bajo los escombros.
Sus vecinos habían sacado uno a uno los cadáveres: entre los muertos estaban los dos hijos de Damoo, Hala (de 13 años) y Mohannad (de 10 años), que estaban jugando en el salón cuando el mísil impactó en la casa, así como sus suegros. Su esposa, Areej, y su hija pequeña, Tala, estaban heridas de gravedad, pero seguían con vida.
No conseguían encontrar a su cuarta hija, Mazyouna, de 12 años. Cuando finalmente Damoo dio con ella, estuvo a punto de desmayarse: “Tenía la cara desfigurada y la mandíbula le colgaba, literalmente, del rostro”, recuerda. “Mi preciosa niña estaba completamente irreconocible”.
En el Hospital Al Aqsa, los médicos utilizaron los pocos recursos de que disponían para suturar la cara de Mazyouna y mantener en su sitio lo que quedaba de ella. Mohammed Tahir, un médico británico que trabaja como voluntario en Gaza, la atendió durante sus rondas por la sala. “Es uno de los casos más impactantes que he visto”, afirma: “Le faltaba la mitad de la mejilla y tenía los huesos al descubierto”.
“Los médicos han hecho todo lo que han podido, pero en Gaza no es posible llevar a cabo el trabajo de reconstrucción facial que la niña necesita”, concluye Tahir. Por ello, desde junio, la familia y FAJR Scientific (una organización estadounidense sin ánimo de lucro que proporciona atención médica gratuita a los palestinos de Gaza y Cisjordania) han intentado evacuar a Mazyouna para que reciba tratamiento en Estados Unidos, donde un equipo de cirujanos está esperándola.
Sin embargo, el organismo militar de Israel encargado de los pasos fronterizos del país con la Franja de Gaza –Coordinación de Actividades Gubernamentales en los Territorios (COGAT)– ha denegado cinco veces sus peticiones sin ofrecer ninguna explicación.
Cinco meses después, la situación de la niña es desesperada. Todavía tiene metralla en el cuello y sufre cada vez que se mueve. No puede comer ni hablar. El platino utilizado por los cirujanos para reconstruirle la cara se está deshaciendo y su mandíbula apenas se sostiene con un vendaje. Los médicos afirman que sus heridas están infectadas y que poco pueden hacer para evitar que la infección se extienda.
Si no la operan inmediatamente, podría morir. “Todos los días contemplo a mi preciosa hija, que ya ni siquiera soporta mirarse en el espejo”, lamenta Damoo. “No hay nada más duro para un padre que ver sufrir a su hijo y no poder hacer nada para aliviar su dolor. Ya he perdido a dos de mis hijos; perder a otro nos destruiría por completo”.
Evacuaciones vitales
Según el Fondo de la ONU para la Infancia (UNICEF), cerca de 2.500 niños de Gaza necesitan atención médica urgente y requieren ser evacuados de inmediato. Mazyouna es una de esos niños y niñas.
La semana pasada, la organización Médicos Sin Fronteras (MSF) denunció que el Gobierno israelí bloqueó la evacuación médica de ocho niños gazatíes que necesitan atención médica, sin ofrecer explicaciones, entre ellos un niño menor de dos años con amputaciones en ambas piernas. Los niños y sus acompañantes no pudieron viajar a Jordania, donde podían ser atendidos en la clínica de la ONG.
MSF afirma que, de los 32 niños cuya evacuación médica de Gaza a Jordania ha solicitado en los últimos meses, solo se ha permitido la salida de seis. “Los largos procedimientos y las denegaciones inexplicables bloquean la prestación de tratamiento médico a niños gravemente heridos en Gaza”, denunció Moeen Mahmood, director de MSF en Jordania. “Es completamente escandaloso e indignante que Israel impida salir de Gaza a niños que necesitan tratamiento esencial. La negativa de Israel a realizar evacuaciones médicas urgentes desafía la razón y la humanidad”, agregó en un comunicado.
El doctor Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), ha lamentado que desde mayo las evacuaciones médicas “prácticamente se han paralizado”.
Por su parte, UNICEF dice que la media de niños evacuados de Gaza es de menos de un niño al día. James Elder, portavoz de esta agencia, lamenta que “los niños gazatíes se están muriendo, no solo por las bombas, las balas y los proyectiles que los alcanzan, sino porque, incluso cuando se producen milagros y los niños sobreviven, Israel les impide salir de Gaza para recibir la atención urgente que les salvaría la vida”.
“No se trata de un problema logístico: tenemos la capacidad de transportar a estos niños fuera de Gaza de forma segura. No es un problema de capacidad; de hecho, hace unos meses estábamos evacuando a un mayor número de niños. El problema es, simplemente, que Israel está haciendo caso omiso de esta situación”, según Elder.
A los padres de Mazyouna las autoridades israelíes no les han dado un motivo por el que no se ha permitido la evacuación de su hija para recibir la ayuda que necesita. Otros padres con niños que necesitan ser evacuados y a los que se les ha denegado el permiso para salir de Gaza han explicado a The Guardian que las autoridades hebreas alegaron “motivos de seguridad”, sin proporcionar más explicaciones. El periódico británico se han puesto en contacto con COGAT y las Fuerzas de Defensa de Israel, pero no han respondido a sus preguntas.
Las organizaciones humanitarias afirman que en muchos casos COGAT aprueba la evacuación de niños, pero rechaza que sean acompañados por sus progenitores o familiares. “Nadie les puede garantizar que luego se podrán volver a encontrar con sus hijos”, explica Somaya Ouazzani, cofundadora de la organización británica de ayuda médica Children Not Numbers, que hasta ahora ha ayudado a evacuar a más de cien niños heridos de Gaza: “Esta situación es completamente inaceptable”.
Una generación de niños con amputaciones
En una habitación de un gran hospital militar a una media hora del centro de El Cairo, Sadeel Hamdan, una bebé de 11 meses, yace acurrucada en una cama reservada normalmente para soldados heridos. Su pequeño cuerpo está lleno de tubos y, cada pocos minutos, su lenta respiración se ve interrumpida por los pitidos de un monitor. “Solo necesita a su madre”, dice Tamer Hamdan, el padre del bebé, sentado en un sillón, exhausto: “Ningún niño en esta situación debería estar sin su madre”.
Sadeel nació dos meses antes de que estallara la guerra en Gaza y le diagnosticaron una enfermedad hepática crónica. A medida que la guerra arreciaba y su estado empeoraba, una acumulación de líquido en el abdomen ha dejado a la pequeña agonizando y con dificultades para moverse o respirar.
Los médicos advirtieron que, sin un trasplante de hígado urgente, solo le quedaban unos días de vida. La solicitud de su madre, Huda, fue rechazada; había estado amamantando a su bebé hasta el día de su partida. Las autoridades permitieron que el padre de la bebé viajara con ella porque ha sido su donante de órganos.
La guerra de Gaza también ha dado lugar a una generación de niños con amputaciones. UNICEF afirma que entre octubre y enero pasados, al menos 1.000 niños de Gaza perdieron una o ambas piernas, lo que equivale a diez niños que sufrieron amputaciones al día. Sin duda, esa cifra ha aumentado a medida que el conflicto ha superado un año de duración. La ofensiva israelí dio comienzo en octubre de 2023, después de que milicianos palestinos de Hamás y la Yihad Islámica asaltaran el sur de Israel el día 7 de ese mes y mataran a unas 1.200 personas, y tomaran a otras 250 como rehenes.
Desde entonces, han muerto casi 44.000 palestinos, en su mayoría mujeres y niños, según las autoridades sanitarias de Gaza. Cerca del 90% de los 2,3 millones de habitantes de la Franja ha tenido que desplazarse. Los hospitales están llenos de niños conocidos con el acrónimo de WCNSF (niño herido, sin familia superviviente, por las siglas en inglés). En el caso de los niños a los que las autoridades israelíes han permitido salir de Gaza para recibir tratamiento en otro país, no se sabe con certeza si algún día podrán regresar junto a sus familias.
En la zona de El Shorouk, cerca de la capital egipcia, Layan al Atta se sienta en una silla de ruedas y mira por la ventana de un balcón. Layan resultó herida durante un ataque aéreo israelí contra una escuela de la ONU en Deir al Balah (centro de Gaza), donde se había refugiado con su familia. Sufrió graves lesiones en la médula espinal y en la pierna derecha, que más tarde tuvieron que amputarle.
Cuando fue evacuada a Egipto, su madre obtuvo permiso para acompañarla, pero su padre y sus hermanos se quedaron atrás. “No solo he perdido la pierna, he perdido a mi familia y mi hogar”, lamenta la niña. “Siento como si me lo hubieran arrebatado todo, y también a todas las personas que más quiero”.
Traducción de Emma Reverter