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¿Por qué Italia no ha sufrido ataques terroristas en los últimos años?

Stephanie Kirchgaessner | Lorenzo Tondo

Roma | Palermo —

Cada vez que Youssef Zaghba aterrizaba en Bolonia, se encontraba con alguien que lo estaba esperando en el aeropuerto. En Italia era un secreto a voces que este joven de 22 años de nacionalidad italiana y que había nacido en Marruecos, identificado ahora como uno de los tres terroristas que perpetraron el atentado del puente de Londres, estaba sometido a una estrecha vigilancia.

“Hablaban con él en el aeropuerto. Durante su estancia en Italia, los policías lo iban a visitar un par de veces al día para ver qué estaba haciendo”, explica su madre, Valeria Collina, a the Guardian. “Eran amables, le preguntaban qué había estado haciendo ese día y querían saber cómo estaba”.

En las semanas que han pasado desde el atentado, el papel que ha desempeñado Zaghba ha permitido constatar las diferencias entre Italia y el Reino Unido en todo lo relativo al seguimiento de los sospechosos de terrorismo. Su madre explica que cuando Zaghba aterrizó en Londres nadie lo estaba esperando en el aeropuerto para interrogarlo, a pesar de que las autoridades italianas habían alertado a las británicas de que el joven representaba una amenaza.

Franco Gabrielli, director del cuerpo de la policía en Italia, ha descrito los esfuerzos que hicieron las autoridades del país para alertar al Reino Unido: “Tenemos la conciencia tranquila”. En cambio, Scotland Yard, afirmó que ni la policía ni el MI5 consideraban que Zaghba representara una amenaza.

En las últimas décadas, Italia se ha visto sacudida por actos violentos de naturaleza política, entre los que se incluyen los asesinatos en la década de los noventa de dos célebres jueces que instruían casos vinculados con la mafia. Sin embargo, a diferencia de otros países europeos, no ha tenido un atentado terrorista masivo desde la década de los ochenta.

¿Esto se debe a la suerte? ¿Podría ser que las medidas antiterroristas impulsadas como consecuencia de la lucha contra la mafia y la labor de los servicios de inteligencia, así como la sangrienta década de los setenta hayan jugado a favor de las autoridades italianas? ¿Debemos contemplar otros factores para comprender cómo han conseguido esquivar las acciones del Estado Islámico?

Sin inmigrantes de segunda generación radicalizados

“Una diferencia clave es que Italia no tiene, a diferencia de otros países europeos, un gran número de inmigrantes de segunda generación que se hayan radicalizado o se puedan radicalizar”, indica Francesca Galli, profesora adjunta en la Universidad de Maastricht y experta en medidas para luchar contra el terrorismo.

Si se quiere hacer un seguimiento constante de un sospechoso, se necesitan unas 20 personas. Eso implica que para vigilar a un gran número de sospechosos es necesario contar con muchos recursos.

Dos hechos recientes, el caso de Zaghba y el apuñalamiento de un soldado y un policía por parte de un italiano de ascendencia africana, sugieren la posibilidad de que Italia podría sufrir la amenaza terrorista en un futuro. Sin embargo, Galli indica que en términos generales la policía y las unidades de contraterrorismo no han tenido que lidiar con un gran número de sospechosos de haberse radicalizado, a diferencia de Francia, Bélgica y el Reino Unido.

Esto no quiere decir que Italia haya conseguido esquivar la actividad terrorista dentro de sus fronteras. Se cree que Anis Amri, el tunecino que el año pasado atacó un mercado navideño en Berlín, se radicalizó en una cárcel siciliana. La policía italiana constató que Mohamed Lahouaiej-Bouhlel, el tunecino que el año pasado perpetró el atentado de Niza, había vivido durante un tiempo en la localidad fronteriza de Ventimiglia.

Algunos expertos consideran que Italia ha podido esquivar la amenaza que representa el Estado Islámico porque domina algunos mecanismos legales y policiales que desarrolló durante los años que luchaba contra la mafia y la investigaba. Estos mecanismos nacieron, a su vez, durante los llamados “años de plomo”, un periodo entre finales de la década de los sesenta y principios de los ochenta que se caracterizó por actos de terrorismo político cometidos por extremistas de derechas y de izquierdas.

Según cifras del Ministerio del Interior del gobierno de Italia, entre marzo de 2016 y marzo de 2017, las autoridades que luchan contra el terrorismo han interceptado e interrogado a 160.593 personas, 34.000 de ellas en aeropuertos. Unas 550 personas sospechosas de terrorismo fueron arrestadas y 38 han sido condenadas. También han cerrado más de 500 páginas web, y siguen de cerca más de medio millón de páginas.

Giampiero Massolo, que fue director de los servicios de inteligencia de Italia entre 2012 y 2016, indica que no existe una “forma italiana” de luchar contra el terrorismo.

“Aprendimos la lección a golpes durante los años de terrorismo político –indica–, aprendimos que es muy importante que las agencias de inteligencia y la policía mantengan un diálogo constante. La prevención es clave”.

También señala que “también es importante controlar el territorio. Desde este punto de vista, el hecho de que no tengamos guetos como los que tienen las grandes ciudades de Francia y que en nuestro país abunden las localidades pequeñas y medianas hace que sea más fácil controlar la situación”.

También hay factores más concretos. Arturo Varvelli, un veterano investigador y experto en terrorismo del think tank Ipsi, indica que el hecho de que no haya muchos italianos de segunda y tercera generación que puedan ser más vulnerables a la propaganda del Estado Islámico ha hecho que las autoridades se centren en el control de inmigrantes y que los deporten tan pronto como intuyan que pueden representar una amenaza. Desde enero, han expulsado a 135 personas del país.

Otro método de las autoridades italianas consiste en interceptar llamadas telefónicas. A diferencia del Reino Unido, pueden utilizarse como prueba en un juicio y, en casos vinculados con la mafia o el terrorismo, la policía puede conseguir una orden para pinchar un teléfono si detecta una actividad sospechosa, sin necesidad de aportar pruebas sólidas.

Como en la lucha contra el crimen organizado, es decir, la Camorra que opera en torno a Nápoles, la Cosa Nostra en Sicilia y la ’Ndràngheta en el sur del país, para infiltrarse y terminar con las redes terroristas es necesario romper relaciones estrechas e incluso entre miembros de una misma familia.

Galli explica que a los sospechosos de pertenecer a grupos yihadistas se los persuade para que cooperen con las autoridades italianas. Les prometen permisos de residencia y les ofrecen otros incentivos. También se han percatado del peligro que representa tener a los sospechosos de terrorismo en la cárcel, ya que como ocurría con la mafia, la prisión es un lugar natural de reclutamiento.

“Creo que hemos ido acumulando experiencia y ahora sabemos cómo lidiar con una red criminal. Tenemos a muchos agentes secretos que hacen una gran labor interceptando comunicaciones”, afirma.

La policía no puede detener indefinidamente a sospechosos de terrorismo sin presentar cargos. Los puede tener cuatro días en un centro de detención, como ocurre con cualquier otro sospechoso. El Tribunal Europeo de Derechos Humanos ha criticado a Italia por considerar que los acusados permanecen demasiado tiempo bajo custodia hasta que se celebra el juicio.

Galli indica que la posibilidad de que las tácticas utilizadas por las autoridades italianas vulneren los derechos y libertades civiles no representan una fuente de preocupación. Se entiende que los métodos de vigilancia, entre los que se incluyen las escuchas telefónicas, solo se utilizan para los sospechosos de pertenecer a grupos terroristas o a la mafia, y no se relacionan con los criticados métodos de vigilancia masiva utilizados por Estados Unidos y el Reino Unido.

Traducido por Emma Reverter