La portada de mañana
Acceder
El jefe de la Casa Real incentiva un nuevo perfil político de Felipe VI
Así queda el paquete fiscal: impuesto a la banca y prórroga a las energéticas
OPINIÓN | 'Siria ha dado a Netanyahu su imagen de victoria', por Aluf Benn

¿Quién salvará a la izquierda francesa tras la impopular presidencia de Hollande?

Pierre Haski

El presidente de Francia, François Hollande, pronunció un discurso el pasado jueves, en una retransmisión en directo desde el Palacio del Elíseo. Fue enumerando sus logros por orden cronológico, desde el inicio de su mandato, cuatro años y medio atrás, hasta la actualidad. Podría haber sido el clásico discurso para anunciar que aspiraba a un segundo mandato. Sin embargo, su voz entrecortada y su emoción parecían indicar todo lo contrario.

Si bien a nadie debería sorprenderle que el presidente más impopular de la Quinta República haya decidido claudicar, lo cierto es que a los franceses les sorprendió, ya que los políticos de este país suelen luchar hasta el final. Este es el caso del expresidente Nicolas Sarkozy, que diez días antes había protagonizado una humillante derrota.

Hollande explicó que había tomado esta decisión para evitar que la izquierda francesa “se disperse o explote”. Sin embargo, su gesto no será suficiente para “salvar” a la izquierda y protegerla en las elecciones presidenciales del año próximo de sus divisiones internas, sus debilidades y su probable derrota.

La extrema derecha y la derecha conservadora tienen unos líderes muy definidos, Marine Le Pen y François Fillon, respectivamente. En cambio, la izquierda tiene una docena de candidatos potenciales; un grupo numeroso del que no saldrá un único candidato en la primera vuelta electoral, que se celebrará dentro de cinco meses.

La claudicación del presidente Hollande ha abierto la puerta a que el primer ministro, Manuel Valls, se presente como candidato. De hecho, antes de anunciar su candidatura, Valls, de 54 años, ya dejó entrever sus intenciones y esto generó tensiones. La posibilidad de que el presidente y su jefe de Gobierno compitieran en unas primarias era impensable y, sin duda, fue uno de los factores que Hollande sopesó al tomar su decisión.

Sin embargo, Manuel Valls no es el “candidato natural” de la izquierda. Primero, tendrá que defender su candidatura en las primarias del Partido Socialista, que se celebrarán en enero, y luchar contra otros pesos pesados, entre los que destacan dos exministros de su gabinete, el exministro de Economía Arnaud Montebourg y el ministro de Trabajo, Benoît Hamon. Ambos dejaron el gobierno en agosto de 2014 después de que el gobierno socialista, liderado por Valls, adoptase medidas que favorecen a las grandes empresas.

Montebourg y Valls se conocen bien. Ambos se presentaron a las primarias de 2011 que ganó Hollande, y representan dos estilos y dos orientaciones políticas muy diferentes dentro del Partido Socialista. Montebourg es un abogado de 54 años muy persuasivo que consiguió el 17% de los votos de la plataforma antiglobalización, muy por delante de Valls (5,6%), un defensor de la ley y el orden que tiende a impulsar medidas que favorecen a las empresas.

En esta ocasión, Montebourg vuelve a ser el candidato con más posibilidades. Con la candidatura de Valls, los votantes podrán decidir si el Partido Socialista, que tras cinco largos años en el Gobierno se ha quedado sin ideas innovadoras, debe escorarse más o menos hacia la izquierda.

La izquierda no empieza y termina en el Partido Socialista. Hasta el momento no es ni mucho menos seguro que Valls pueda ganar, ya que se verá obligado a defender medidas que se han impulsado en los últimos años y que han sido polémicas. En el supuesto de que ganara, tendrá que enfrentarse a dos candidatos de peso que no han querido participar en las primarias.

Uno de ellos es Jean-Luc Mélenchon, un exmiembro del Partido Socialista y ministro de 65 años que rompió con el partido en 2008 y fundó el Partido de Izquierdas. Es muy crítico con Hollande y con Valls. Se presentó a las elecciones presidenciales de 2012 y quedó en cuarto lugar, con el 11% de los votos.

Está decidido a asumir el liderazgo de la izquierda y espera quedar por delante del candidato socialista en las elecciones que se celebrarán el próximo mayo. Se trata de una batalla política y también de una venganza contra sus antiguos compañeros, a los que acusa de haber traicionado los valores de izquierda y de ser demasiado permisivos con los empresarios, Bruselas y la ortodoxia financiera de Merkel.

Si Hollande hubiera decidido presentar su candidatura, Mélenchon podría haber conseguido su objetivo. Los últimos sondeos le daban el doble de votos que al impopular presidente saliente. Está por ver que pueda obtener los mismos resultados con Valls como candidato, ya que éste es menos impopular que Hollande.

Por último, es una incógnita qué resultados puede obtener Emmanuel Macron, el exministro de economía, que se presenta como candidato independiente en el marco de una plataforma que apuesta por la reforma. Ha decidido apostar por un enfoque que no es ni de derechas ni de izquierdas y presenta su juventud –solo tiene 38 años–, como uno de sus activos. Lo cierto es que fue Hollande quien lo ayudó a entrar en política.

En una entrevista concedida a Le Monde el pasado viernes, el economista Thomas Piketty, que a principios de año intentó, en vano, organizar unas primarias independientes para todos los candidatos de izquierdas, pide a Mélenchon, Macron y a todos los candidatos socialistas que celebren unas primarias abiertas. “Todo es posible”, indica.

Las rivalidades personales, así como visiones políticas que en muchas ocasiones son radicalmente opuestas, hacen pensar que lo más probable es que en las elecciones del año que viene habrá más de un candidato de izquierdas, incluso si esto significa que ninguno de ellos pasa a una segunda vuelta.

La posibilidad de que gane la derecha, e incluso la extrema derecha, debería ser una amenaza lo suficientemente fuerte como para unirlos. Sin embargo, la confusión impera en la izquierda francesa y nada parece poner fin a estas diferencias.

Traducido por Emma Reverter