En el verano de 2019 la doctora June Raine parecía estar cerca de jubilarse. A sus 67 años dirigía el departamento de Vigilancia de Medicamentos y Control de Riesgos dentro de la Agencia Reguladora de Medicamentos y Productos Sanitarios de Reino Unido (MHRA, por sus siglas en inglés), un cargo tan importante y complicado para los desconocedores en el tema como parece.
Tras una carrera de 35 años ejemplar, pero poco reconocida, en el ámbito de la salud pública, era comprensible que Raine contemplara con ilusión la opción de jubilarse y tener más tiempo para sus aficiones, como viajar e ir a la ópera. Pero eso no era una opción en 2020.
En lugar de desacelerar, Raine dio un paso adelante y se puso al frente de la MHRA, el regulador de medicamentos de Reino Unido, y se embarcó en el que posiblemente sea el proyecto más importante de la historia de la agencia: evaluar y aprobar las vacunas que se supone que pondrán fin a la crisis del coronavirus, y asegurarse además, que la prisa por tenerla no vaya en perjuicio de la seguridad de los pacientes. Si la vacuna es la “caballería”, como dijo Boris Johnson, entonces June Raine es la responsable del establo.
Ahora la MHRA ha aprobado la vacuna de Pfizer/BioNTech, allanando así el camino a la inmunización para aquellos con más riesgo empezando la semana que viene y convirtiendo a Reino Unido en el primer país occidental en aprobar una vacuna contra el coronavirus.
“Normalmente el proceso de hacer una vacuna y someterla a ensayos clínicos dura entre 5 y 10 años”, dice Gordon Duff, exdirector de la MHRA. “Con el coronavirus ha tenido que hacerse en menos de un año y sin comprometer la seguridad ni los estándares. Es la MHRA la que nos dice si una vacuna es segura. En última instancia, es su responsabilidad”.
Evaluación rigurosa
Con una aparición estelar en una rueda de prensa este miércoles por la mañana, Raine se ha visto en el mismo foco mediático en el que antes se vieron los asesores científicos británicos Chris Whitty y Patrick Vallance.
“La seguridad de la población siempre será lo primero”, ha afirmado con seguridad delante de las cámaras. “Esta recomendación se ha concedido tras la más rigurosa evaluación científica de toda la información disponible”.
Los que han trabajado con ella están seguros de que es perfecta para un papel que exige un aura de confianza. “En una película, ella podría representar el papel de una amable médica de familia o de una diplomática”, dice Stephen Evans, antiguo compañero de Raine y profesor en la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres.
“Es prudente, cortés, cariñosa. Pero toda su vida se ha dedicado a la salud pública y su firmeza en la defensa de esa causa es inquebrantable. La he visto en reuniones y ella es la que hace las preguntas difíciles. Si hay riesgos de seguridad, será una mano de hierro en un guante de seda”.
Como comenta un experto a The Guardian, la MHRA ha recibido críticas por ser “una caja negra, una organización que no siempre ha seguido los mejores estándares de transparencia científica”. “En lo básico trabajan bien, pero si no haces las cosas de forma abierta, te expones a perder la confianza pública”.
Con el Gobierno pidiendo a la agencia reguladora que empiece el proceso de aprobación para la vacuna de Oxford/AstraZeneca a pesar de las preguntas sobre la fiabilidad de la afirmación que sostiene que puede proteger hasta el 90% de la gente, la presión sobre Raine para proporcionar garantías claras sobre la fiabilidad del proceso serán especialmente importantes.
“La seguridad pública siempre será lo primero”, afirmó el mes pasado Raine durante una rueda de prensa. La misma frase que ha repetido este miércoles. “No hay absolutamente ninguna posibilidad de poner en peligro los estándares de seguridad o de eficacia”.
Raine tiene experiencia con las presiones, las adversidades y las pérdidas dolorosas. A principios de los años 70, conoció a su marido, Tony Raine, en el departamento de farmacología de la Universidad de Oxford y tuvo dos hijos con él. En 1995, con 46 años, él falleció debido a un cáncer de colon. Como ella, él también era conocido por su talento excepcional, su motivación y su cortesía. Los obituarios lo describieron como “uno de los mejores intelectos de su generación”. Una revista profesional dijo de la pareja que formaban “el mejor de los matrimonios”.
Tres años después, falleció la doctora Susan Wood, una de las personalidades más relevantes de la agencia que precedió a la MHRA y que, para Raine, había sido una figura mentora. También tenía 46 años. “Siempre recordaré el momento en que el director ejecutivo de entonces entró en la reunión y le susurró al oído que Sue Wood se había ido”, dijo Evans. “Ella tuvo que salir de la sala. De la agencia solo fueron unas pocas personas al funeral, pero ella era una de esas personas. Creo que tal vez esa historia, esa empatía, la convirtieron en la persona profundamente humana que es cuando trabaja para los pacientes”.
Más restrictiva
Sus antiguos compañeros cuentan que Raine se volcó en el trabajo. En 2006, la nombraron directora del departamento de Vigilancia de Medicamentos y Control de Riesgos en la MHRA, encargado de supervisar los productos médicos en uso y de restringir su utilización o de retirarlos del mercado cuando sea necesario.
Bajo su dirección, el departamento fue más restrictivo con las dosis recomendadas en paracetamol para niños como el Calpol, además de introducir nuevas advertencias en las medicinas opiáceas adictivas. Sir Gordon Duff también recuerda la retirada de la venta del analgésico Coproxamol, relacionado con los suicidios, una decisión que, según se comprobó luego, salvó cientos de vidas.
Para las familias con hijos perjudicados por el valproato sódico, un fármaco contra la epilepsia, Raine fue la persona de confianza cuando presidió las audiencias públicas sobre su uso. Como dijo Susan Cole, de la Red de Afectados por el Valproato, esas audiencias sirvieron en última instancia para reducir el uso del medicamento durante el embarazo. “Ella se ocupó de la gente importante en los centros de investigación y en el Servicio Nacional de Salud, se aseguró de que nos escucharan y se aseguró de que la escucharan”.
La carrera de Raine no ha estado exenta de obstáculos. Uno de sus compañeros cree que la doctora ha sufrido misoginia por parte de sus superiores y durante algunas de las reuniones con ministros, “una visión machista que interpretaba su cortesía como falta de fuerza, la trataban de forma condescendiente”. Sin embargo, Raine no cejó en su empeño.
Para Susan Cole, cualquiera que asuma estos prejuicios tendrá que atenerse a las consecuencias. “Con nosotros, se levantó para defender lo que era justo. Fue mesurada y comprensiva. Sobre todo, se comportó como una servidora pública. No quedan muchas personas así”.
Traducido por Francisco de Zárate