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El legado de Ryszard Kapuscinski, amenazado por haber sido “un rojo comunista”

Ben Quinn

Él fue el corresponsal en el extranjero que, desde detrás del telón de acero, se ganó los aplausos de un mundo dividido por la Guerra Fría gracias a sus innovadores reportajes sobre las luchas de poder en África, América Latina y muchos otros sitios. Nueve años después de su muerte, el legado de Ryszard Kapuscinski es otra vez objeto de un tenso debate en Polonia, su tierra natal. Su viuda ha declarado que la agencia de noticias estatales en la que se hizo famoso ha estado planeando eliminar un premio informativo que lleva su nombre y que se otorga en su memoria.

Una cabreada Alice Kapuscinska aseguró en un canal de noticias polaco que dos fuentes anónimas independientes le habían dicho que la dirección de la Polish Press Agency (PAP) –la que su marido describía como su “segunda casa”– estaba a punto de acabar con su premio “porque fue un rojo comunista”.

El recién nombrado presidente del consejo de administración de la PAP negó las acusaciones de Kapuscinska. Artur Dmochowski aseguró a the Guardian vía mail que el premio no iba a ser suprimido y que el consejo no lo consideraba un problema.

Pero la polémica ha reactivado tensiones en las esferas políticas y culturales polacas entre los seguidores del partido conservador Ley y Justicia y sus oponentes, que para algunos no son más que los descendientes de los antiguos gobernantes comunistas del país.

Los medios de comunicación han sido un reciente campo de batalla político. Hubo una considerable oposición en las calles en torno a la promulgación, a principios de este año, de una ley de medios que permite al gobierno polaco el control de las cadenas estatales.

Ésta tampoco es la primera polémica en torno al legado de Kapuscinski. Una biografía de 2010 provocó controversia por sugerir que, frecuentemente, adornó la verdad en sus envíos desde la primera línea de la Guerra Fría. El libro, La no ficción de Kapuscinski, asegura que a menudo dejaba de lado las estrictas normas del “periodismo anglosajón” y era impreciso con detalles, asegurando que había presenciado eventos en los que en realidad no estuvo.

Sin embargo, su autor, Artur Domoslawski, cargó contra los los “nacionalistas radicales e idiotas” que ven a Kapuscinski con hostilidad. “No me extrañaría que eliminasen incluso el nombre de Dam Mickiewicz de los monumentos o que suprimieran la ley de la gravedad”, dijo el viernes. “Para muchos, hablar de Kapuscinski el comunista suena a acusación, no para mí”, aseguró.

“Kapuscinski fue comunista y miembro del partido durante unas tres décadas pero, una vez más, no hay nada escandaloso en torno a esto para mí. Con el paso del tiempo, se fue decepcionando más y más –como muchas otras personas de su generación– por los errores del sistema y, al final, renunció a su carnet del partido en el año 1981. Continuó siendo –como yo lo llamaría– un hombre de izquierdas, alguien que consideraba que la justicia social y la igualdad eran valores en los que creer, alguien que habló en nombre de los menos poderosos y los débiles”.

Kapuscinski, que se ganó los aplausos de la crítica por libros como Ébano o Un día más con vida, murió en enero de 2007. Proclamado por muchos admiradores el mejor periodista del siglo XX, nació en Pinsk, ahora Bielorrusia, y se embarcó en una carrera de periodismo después de pasar por la Universidad de Varsovia.

En 1964 se convirtió en corresponsal en el extranjero para la agencia PAP y durante los diez años posteriores cubrió la información de 50 países. Viajó a lo largo del mundo en vías de desarrollo durante las etapas finales del colonialismo europeo y fue testigo de 27 revoluciones y golpes.

El premio de la PAP no tiene nada que ver con otro que también lleva el nombre del periodista, el Ryszard Kapuscinski de reportaje literario, que organizan cada año la ciudad de Varsovia y otros colaboradores.

Traducido por Cristina Armunia Berges