Cuando tu lengua natal es la del invasor: los ucranianos de Járkov que ahora rechazan el ruso
Gamlet Zinkivskyi creció en la ciudad de Járkov y siempre habló ruso, al igual que sus padres. Pero, cuando Vladímir Putin ordenó la invasión de Ucrania el 24 de febrero, Zinkivskyi se pasó completamente al ucraniano. “Desgraciadamente, crecí hablando ruso, pero no es agradable hablar el mismo idioma que el Ejército que está destruyendo zonas enteras de nuestro país”, dice Zinkivskyi, un artista callejero de 35 años muy conocido por los habitantes de Járkov, que suelen referirse a él por su nombre de pila.
Para Zinkivskyi, el cambio de idioma forma parte de un camino más amplio hacia una identidad ucraniana más acentuada, algo que comparte con muchos ciudadanos de habla rusa del este y del sur de Ucrania. Se trata de un proceso que se ha incrementado en los últimos tres meses, pero que lleva años gestándose.
De joven, Zinkivskyi soñaba con una exposición en Moscú. Járkov está a solo unos cuantos kilómetros de la frontera con Rusia y desde hace mucho tiempo es una zona de habla rusa casi en su totalidad. Culturalmente, Moscú se percibía como el centro del universo. Sin embargo, cuando Zinkivskyi consiguió una galería en la capital rusa en 2012, se sintió horrorizado: “Eran ofensivos y condescendientes con Járkov y Ucrania y, sinceramente, pensé: que se jodan”. Regresó a Járkov y se centró en la escena artística ucraniana.
Tras la anexión de Crimea en 2014, Zinkivskyi empezó a hablar algo de ucraniano con algunos amigos. Ahora ha cambiado por completo y, por primera vez, también está introduciendo temas políticos y patrióticos en su arte.
El debate lingüístico es constante en Járkov. Oleksandra Panchenko, una diseñadora de interiores de 22 años, cuenta que desde 2014 se esfuerza por mejorar su ucraniano, pero reconoce que todavía habla de vez en cuando en ruso con sus amigos. Sin embargo, quiere tener la suficiente fluidez como para hablar solo en ucraniano en casa cuando sea madre: “Crecí en una familia de lengua rusa, mis hijos crecerán en una familia de lengua ucraniana”.
En 2014 hubo rumores separatistas en Járkov. Algunas personas miraban la rápida anexión de Crimea y se preguntaban si todo el este de Ucrania estaría mejor dentro de Rusia. Pero, tras ocho años observando las pésimas condiciones de los territorios separatistas prorrusos de Donetsk y Lugansk, esos sentimientos se enfriaron y la invasión rusa los ha eliminado casi por completo.
Un antes y un después
Panchenko, que tiene las uñas pintadas de azul y amarillo y se describe a sí misma como una ferviente patriota, hace una estimación de las afinidades políticas de los habitantes de Járkov antes de la guerra, basándose en su amplio círculo de conocidos. Dice que alrededor del 10% de la ciudad solía ser lo que se conoce despectivamente como vatniki –agresivamente prorruso; que el 30% eran como ella –“Ucrania, Ucrania, Ucrania”–, y el 50% eran “neutrales, se sentían ucranianos pero no tenían un sentimiento tan fuerte”.
La guerra de Rusia en Ucrania ha empujado a los ucranianos más neutrales a escorarse hacia el lado más patriótico y este viraje ha dado lugar a una base proucraniana mucho más amplia y apasionada que la que existía antes, especialmente en el este del país. “Había muchas personas neutrales pero, en cuanto llegó la guerra, muchas de ellas decidieron luchar”, dice Vsevolod Kozhemyako, un empresario que dirige una compañía agrícola y que en su día figuró en la lista Forbes de los 100 ucranianos más ricos.
Kozhemyako estaba esquiando en Europa cuando empezó la guerra, y dejó a su familia para volver a Ucrania y crear un batallón de voluntarios. Su unidad tiene su base cerca de la línea del frente en las afueras de Járkov, en localidades que han sido objeto de un incesante fuego ruso. Tres de los cuatro abuelos de Kozhemyako eran rusos y, durante la época soviética, en su pasaporte constaba que su nacionalidad era rusa. Sin embargo, señala que desde la llamada Revolución Naranja de 2004 es un firme patriota ucraniano y rechaza la influencia de Rusia en Ucrania.
“Los rusos y los ucranianos son completamente diferentes. Yo hablo ruso, pienso en ruso y tengo tres cuartas partes de sangre rusa, pero la parte de sangre ucraniana que hay en mí ha dejado su huella”, dice en una entrevista en el centro de la ciudad de Járkov, en la que ahora se permite pasar algún día fuera de su unidad.
Un punto de encuentro
Kozhemyako y Zinkivskyi son viejos conocidos y, cuando el artista le dijo al empresario que quería alistarse, Kozhemyako le dio la bienvenida al batallón, pero le dijo que debía luchar con un pincel y no con un arma. Desde entonces, Zinkivskyi se ha dedicado a pintar lemas en los edificios dañados por los misiles rusos. También ha tachado los carteles de la calle Pushkin y la ha rebautizado como calle británica, lo que, según él, es un reconocimiento al apoyo militar británico a Ucrania.
“Gamlet es muy patriótico y sus obras son bastante filosóficas”, dice Kozhemyako. “Sus obras hacen que los ciudadanos reflexionen en torno a una nueva Ucrania. Esto es muy importante, especialmente ahora”, agrega.
La diversidad geográfica y cultural dentro de Ucrania fue una de las razones por las que Putin y otros líderes rusos intentaron afirmar que el país era una construcción artificial. Pero ahora se dan cuenta de que su cruenta invasión ha servido más bien para unir las diferentes partes de Ucrania bajo una identidad común, en oposición a Moscú.
La invasión rusa ha planteado un dilema a aquellos que podrían ser neutrales en sus lealtades sobre el tipo de país con el que quieren identificarse, y ha proporcionado un punto de encuentro que permite una idea amplia e inclusiva de lo que significa ser un patriota ucraniano.
Menos partidarios
En los primeros días de la guerra, el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, aprobó un decreto por el que se prohibían las actividades de varios partidos prorrusos y el político prorruso más conocido del país, Viktor Medvedchuk, fue detenido. Medvedchuk, cuya hija es ahijada del presidente ruso, ha sido considerado durante mucho tiempo como el hombre de Putin en Kiev. Sin embargo, incluso personas de su círculo más íntimo se han posicionado como patriotas tras la invasión.
El diputado Yuriy Zagorodny llevaba al lado de Medvedchuk desde que ambos trabajaron en la administración del expresidente Leonid Kuchma a principios de la década de 2000. Sin embargo, según dice, en los primeros días de la guerra decidió que su relación con Medvedchuk había terminado. “Ucrania es mi patria, Rusia es un agresor y Putin es el principal criminal del siglo XXI”, dice durante una entrevista en Kiev con una retórica radicalmente distinta a la que usó en otra entrevista a mediados de febrero.
Zagorodny explica que se había unido a la unidad de defensa territorial en su ciudad natal, al sur de Kiev, en los primeros días de la guerra. Pasó algunas noches en un puesto de control y otros días supervisando la construcción de trincheras. Cuenta que, durante horas, comprobó los documentos de los conductores de los coches que pasaban y luego, cuando tuvo que viajar a Kiev para asistir a las sesiones parlamentarias, le pararon en otro puesto de control, donde los hombres le sacaron del coche y le insultaron al ver que era un diputado del partido de Medvedchuk. Aseguró a los hombres que era un firme patriota: “Tengo sentimiento de culpa, pero lo que queríamos era una coexistencia pacífica entre los países. Por supuesto, ahora eso se ha acabado”.
“Cambiarse de zapatos al vuelo” es la expresión en ucraniano para referirse a este tipo de transformación rápida de las opiniones para adaptarse al clima imperante, pero por mucho que haya de por medio un cálculo cínico con el objetivo de sobrevivir, también existe la sensación de que la gente ha tenido que elegir: estar del lado de una Ucrania que lucha por el derecho a existir, o del de una Rusia que lanza misiles y bombas sobre ciudades que duermen, y donde la libertad de expresión ya no está protegida por ley.
Para muchos es una elección fácil, y al ordenar un ataque contra Ucrania de la forma en que lo hizo, Putin ha privado a Rusia de muchos de los partidarios natos que tenía en Ucrania.
“Mi sobrino de 11 años habla de 'Putler', una mezcla de Putin y Hitler. Se pasará toda la vida odiando a Rusia, y sus hijos también. Quizá dentro de varias generaciones eso cambie, pero no antes”, dice Zagorodny.
En el puerto de Odesa, el alcalde, Hennadiy Trukhanov, generalmente considerado como prorruso, publicó un vídeo en los primeros días de la guerra en respuesta a las afirmaciones del Kremlin de que estaba defendiendo a los rusoparlantes en el país. “¿A quién coño piensan defender aquí?”, preguntó. En la ciudad de Krivói Rog, el alcalde, Oleksandr Vilkul, antes visto como prorruso, también se ha convertido en patriota y ha asumido la defensa de la ciudad.
Además de reforzar el sentimiento de identidad ucraniana entre los políticos y la población en general en el sur y el este del país, la guerra también ha contribuido a aumentar el respeto por estas zonas en los bastiones patrióticos del oeste y el centro de Ucrania, donde algunos dudaban de la lealtad de algunas partes del este, especialmente después de 2014.
Kozhemyako sostiene que cualquier duda sobre el patriotismo de estas regiones se puede dar por zanjada: “Mucha gente del oeste de Ucrania ha visto cómo lucha Járkov”.
Traducción de Emma Reverter
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