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La ofensiva limitada de EEUU en Siria hace poco probable una intensificación del conflicto

Ewen MacAskill

La ofensiva que este fin de semana lanzó Estados Unidos contra el gobierno de Siria, en la que participaron aviones británicos y franceses, tuvo un alcance limitado: fue un ataque intenso y breve contra objetivos supuestamente relacionados con las armas químicas.

La intención es que no se repita. Mientras el presidente sirio Bashar Al Asad no vuelva a usar armas químicas, no hay nuevas acciones militares planeadas.

El ataque fue mucho más fuerte que el lanzado por EEUU en 2017 contra una base aérea siria con 59 misiles crucero Tomahawk.

En este ataque hubo el doble de armamento y sí se usaron aviones, además de los misiles. No significa en sí mismo una escalada importante. Los objetivos se limitaron a instalaciones de investigación y depósitos de almacenamiento supuestamente usado en la preparación de los ataques químicos. 

Además de enviar un mensaje a Asad para que desista de nuevos ataques con armas químicas, el principal objetivo era mantenerse lo más lejos posible de las posiciones iraníes y rusas, para evitar ampliar el conflicto involucrando a los dos países aliados de Damasco.

Pese a las declaraciones que a lo largo de la semana había hecho el gobierno ruso sobre posibles represalias en caso de ataque, la verdad es que Rusia tiene tantas ganas como Washington de evitar el conflicto. Salvo en armas nucleares, Estados Unidos supera a Rusia en casi todos los campos por el gasto y equipamiento militar.

Estados Unidos destina unos 550.000 millones de dólares al año a Defensa, frente a los 70.000 millones de Rusia. Por tomar sólo un indicador, Rusia tiene un solo portaaviones y está anticuado, mientras que Estados Unidos tiene una flota de 20. 

Si Rusia tratara de tomar represalias, sería con algún tipo de guerra híbrida. No un conflicto abierto sino una acción cuya autoría después pueda negar, como un conflicto cibernético.

Para evitar enfrentamientos, Estados Unidos advirtió a los rusos de que el ataque se iba a producir. También informó a Moscú de los corredores aéreos que utilizaría, pero no de los objetivos.

Como dijo Donald Trump antes del ataque químico sobre Duma, el objetivo de EEUU es abandonar Siria tan pronto como juzgue que ISIS ha sido totalmente derrotado. El ataque de este fin de semana no cambia esos planes: no se utilizó para intentar un cambio de régimen. Situado en una colina sobre Damasco, el palacio presidencial de Asad no formaba parte de la lista de objetivos.

Asad podría estar relativamente satisfecho con lo que ha terminado ocurriendo. El impacto que el ataque tendrá sobre él podría ser menor que el del año pasado.

Los estadounidenses, británicos y franceses que participaron en la ofensiva parecen haber salido ilesos. El relativamente sofisticado sistema de defensa antiaérea con el que Rusia ha equipado a Siria suponía un riesgo para ellos (en febrero, cuando se estrelló un avión israelí, los sirios aseguraron que lo habían derribado ellos). En esta última incursión, los aviones fueron atacados con misiles de superficie y misiles aéreos pero todos fallaron.

Riesgo bajo de contaminación

Otro riesgo potencial era la propagación del gas que se produciría si el ataque caía sobre un arma química. Pero los expertos británicos en armas químicas dijeron que el riesgo era mínimo.

Como explicó Hamish de Bretton-Gordon, un experto que dirigió los equipos británicos y de la OTAN de respuesta a las armas químicas, “la mejor manera de destruir las armas químicas es haciéndolas explotar”. 

Según Richard Guthrie, otro experto en armas químicas, el riesgo depende de la forma que tenga el material y de su almacenamiento. Refiriéndose a un estudio que aún no ha publicado sobre un ataque a una planta química de los Balcanes, habló de dos posibilidades. En un extremo, dijo, el ataque podría haber significado una gran cantidad de muertes. “En el otro extremo, un pequeño arsenal de materiales para armas químicas almacenados en forma binaria probablemente no represente un gran peligro si es bombardeado”. 

El otro riesgo era alcanzar con el ataque a soldados rusos o iraníes, o cometer un error de cálculo que provocase un alto número de bajas civiles. Aunque los militares estadounidenses y británicos insisten en que los misiles de hoy son más precisos y la inteligencia es mejor, los errores siguen produciéndose. En la guerra de Irak de 1991, el refugio antiaéreo de al-Amiriyah en Bagdad sufrió un ataque en el que murieron más de 400 civiles. En 1999 se produjo el bombardeo de la embajada china en Belgrado. 

Para evitar víctimas rusas y iraníes o la muerte de civiles sirios, los planificadores estadounidenses, británicos y franceses optaron por objetivos que parecían estar lo suficientemente alejados. 

Probablemente, la especulación de que el mundo estaba al borde de un conflicto mundial no tenía fundamentos. Al final, en comparación con el del año pasado, el ataque fue sólo una escalada de grado menor.