PERFIL

Liz Truss, la nueva primera ministra británica que se hizo con el liderazgo 'tory' por los pelos

Toby Helm / Michael Savage

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Cuando empezó la búsqueda de un sustituto para Boris Johnson, hace más de siete semanas, y Liz Truss anunció que “estaba preparada para ser primera ministra desde el primer día”, no parecía ni remotamente probable que pudiera llegar al número 10 de Downing Street.

El lanzamiento de la campaña “Liz for leader” fue poco profesional y caótico, y no auguraba nada bueno. El ministro de Empresas, Energía y Estrategia Industrial británico, Kwasi Kwarteng, fue el encargado de presentarla en el acto, pero durante un minuto, que se hizo insoportablemente largo, Truss no hizo acto de presencia. Dispuesta a servir, tal vez, pero no a explicar por qué debería hacerlo.

Cuando finalmente apareció sobre el escenario, Truss, ministra de Asuntos Exteriores, titubeó en sus palabras, mencionando en un momento dado “la espantosa guerra de Putin en Ru... Ucrania”. Cuando terminó, no encontró la manera de salir de la sala, y se fue directa a una ventana.

Los primeros pasos en falso de Truss contrastaron, y coincidieron, con un aumento del apoyo a la inicialmente más segura Penny Mordaunt. Aunque Rishi Sunak encabezó la votación de los diputados conservadores en todo momento, Mordaunt, exministra de Defensa, parecía, durante su breve momento de gloria, una heredera más probable de Margaret Thatcher que Truss.

La remontada de Truss

Durante la presentación de su candidatura, con el lema PM4PM (“Penny Mordaunt para primera ministra”, por sus siglas en inglés), que tuvo lugar en la víspera del evento de Truss, Mordaunt apareció envuelta en la bandera de Reino Unido. Mordaunt había conseguido tocar la fibra sensible de los conservadores, recordando que había visto zarpar de Portsmouth a la flota de las Malvinas cuando era una niña. Esta imagen, y su sostenido apoyo al Brexit, la ayudaron a situarse durante un breve periodo en segunda posición, por detrás de Sunak, en la votación de los diputados.

En esos primeros días de campaña, cuando la contienda entre los distintos candidatos se centraba en lograr el apoyo de los diputados, no parecía que Truss estuviera en igualdad de condiciones respecto a sus rivales. Se la criticó por su falta de sofisticación y carisma, y por su falta de naturalidad. El hecho de que en 2016 se posicionara en contra del Brexit y fuera militante de los liberaldemócratas en su época de estudiante no eran cualidades en su curriculum que fueran a ayudar en una carrera conservadora.

Tampoco contaba con el apoyo de sus colegas en el Parlamento. En la primera ronda de votaciones, solo recibió 50 apoyos en un grupo parlamentario de 357 miembros, solo 10 más que la secretaria de Estado Kemi Badenoch, que consiguió titulares mucho más positivos.

Sin embargo, la fijación por Mordaunt resultó ser efímera y Badenoch se quedó sin fuerzas. Mordaunt tachó el liderazgo de Boris Johnson de “modelo fallido”, lo que no gustó a algunos diputados de la derecha del partido. La lealtad residual y la llamativa nostalgia de los tories por Johnson desempeñaron un papel importante a lo largo de la campaña, tanto entre los diputados como entre los afiliados del partido, lo que ayudó a Truss en todo momento.

Sin embargo, lo que realmente hizo que la burbuja de la campaña de Mordaunt estallara en mil pedazos fueron sus opiniones sobre las cuestiones transgénero, que hundieron sus esperanzas y revivieron a Truss. En un bombardeo sostenido durante varios días, la prensa conservadora arremetió contra Mordaunt por sus opiniones woke (algo así como 'progre') y sugirió que sus intentos de restarles importancia eran poco sinceros e impropios de una futura primera ministra. En la derecha se alcanzaron acuerdos entre los parlamentarios que habían apoyado a la ex fiscal general Suella Braverman y la campaña de Truss.

En el papel de candidata continuista que había permanecido fiel a Boris Johnson, Truss superó a Mordaunt en la última y decisiva votación de los diputados para llegar al último cara a cara con Sunak. Tras seis semanas de campaña de los finalistas en todo Reino Unido, los aproximadamente 150.000 afiliados tories han tomado la decisión final.

Este lunes, Truss ha culminado una extraordinaria remontada y un éxito sorprendente de campaña entre los militantes tories cuando ha sido anunciada como la ganadora y nueva líder del partido. Este martes volará a Balmoral, en Escocia, para reunirse con la reina Isabel II y regresar como primera ministra, antes de nombrar a sus ministros y el resto de su Gobierno.

Una victoria difícil de explicar

Los resultados de las tres anteriores campañas para liderar el Partido Conservador son fáciles de explicar.

En 2005, David Cameron era un político joven y que iba a modernizar el partido, la respuesta de los conservadores a Tony Blair, mientras que David Davis representaba demasiado a la vieja guardia. En 2015, Theresa May ganó sin el voto de los miembros cuando Andrea Leadsom optó por retirar su candidatura.

Luego, en 2019, Boris Johnson era el claro favorito del partido que había llevado al país al Brexit y prometía materializar la salida. Eso le permitió derrotar al exministro de Sanidad Jeremy Hunt, un candidato menos carismático pero más sólido, partidario de la permanencia en la Unión Europea y tecnócrata.

Sin embargo, los historiadores tendrán más dificultades cuando analicen la victoria de Truss. Llegó a la ronda final con el apoyo de solo el 32% de los diputados tories, frente al 38% de Sunak. Johnson, en la misma fase en 2019, tuvo el 51%. La noche en la que Truss venció por poco a Mordaunt y se aseguró su puesto en el cara a cara con Sunak, varios diputados tories se mostraron abiertamente desesperados ante la posibilidad de un liderazgo de Truss. Uno dijo que era “como si en 1995 hubiéramos elegido a John Redwood [candidato contra el ex primer ministro John Major]”.

Tampoco parece muy popular entre el electorado conservador que votó en 2019, un grupo mucho más amplio que el de los afiliados, sin duda, pero con muchas coincidencias y claramente vital para las posibilidades de volver a ganar que tiene el partido. En la encuesta de Opinium de este fin de semana, solo el 21% de los votantes conservadores de 2019 dicen que parece una buena candidata a primera ministra (nueve puntos menos desde el 3 de agosto), frente al 27% que dice que Sunak sí lo parece (tres puntos menos).

Sus puntos fuertes

Entonces, ¿cómo ha conseguido Truss convencer a los miembros del Partido Conservador de que ella es la mejor candidata para este cargo?

El exdiputado conservador Paul Goodman, que ahora edita la web ConservativeHome, lo resume en una palabra: “adaptabilidad”. “Es una expartidaria a la permanencia en la UE que ahora es el ojito derecho de los partidarios al Brexit. Es la exmiembro de los liberaldemócratas que ahora es la heroína de la derecha conservadora y es la gran novedad a pesar de haber estado ocho años en el gobierno”.

Otro ex alto cargo del Gobierno y diputado tory señala que Liz Truss “se mueve de forma muy astuta con un excelente instinto político que no siempre se percibe”. “Ha pasado mucho tiempo con las bases de su partido, la gente que vota”.

Es esa experiencia la que le ha ayudado a valorar con astucia cómo dirigir su atractivo a los intereses muy particulares de los afiliados que votan en el partido tory, un grupo muy a la derecha de los partidarios conservadores en general.

Según sus partidarios, parte de su capacidad de adaptación consiste en encontrar formas sencillas de transformar sus aparentes debilidades en fortalezas, jugando las cartas de la honestidad y la lealtad por todo su valor. Desde el principio, también hizo de sus pendientes baratos de 4,50 libras (algo más de cinco euros) una virtud, destacando el contraste con los zapatos de Prada de 450 libras (500 euros) de Sunak.

Luke Tryl, exasesor especial de los conservadores y director de More in Common, una organización que ha auspiciado debates sobre los candidatos, indica que a los ciudadanos les gusta la aparente franqueza de Truss, su sencillez como persona y como política. Son cualidades que tienen más atractivo en la calle que en la burbuja de Westmister.

“Liz convirtió en fortalezas lo que muchos analistas veían como debilidades. La gente dijo repetidamente que le gustaba el hecho de que hablara con franqueza y 'respondiera realmente a las preguntas”, dice Tryl. “Les gustó que hablara de que procede de un colegio de Leeds. Sé que la gente de la periferia del suroeste de Londres está harta de oírlo, pero obviamente ha sido una novedad para la mayoría del público”.

“Cuando afirmó 'no soy la candidata más hábil', a la gente le gustó porque sonó honesta y humilde. Lo que más se desprende de los grupos de discusión es que los ciudadanos no están buscando en 2022 un Blair 2.0, sino alguien que 'los entienda' en un contexto de crisis del coste de la vida, y creen que ella los entiende”, dice. “En cambio, los mismos elementos que hicieron que Sunak fuera tan atractivo para muchos analistas son los mismos que han hecho que gran parte del público piense que es demasiado refinado. Tampoco les gustó cómo trató a Liz en los debates. Cuando le preguntó de qué se arrepentía más –de ser liberaldemócrata o de votar a favor de la permanencia en la UE– la gente pensó que estaba cayendo bajo”.

Contra Sunak

Por el contrario, la historia reciente de Sunak, revelaciones sobre su extrema riqueza y asuntos fiscales, y su decisión de dimitir por los errores de liderazgo de Boris Johnson, ha causado sorpresa, y ha contribuido a la impresión de que Truss está de alguna manera más en sintonía con los valores de los afiliados del partido.

Los diputados dicen que la lealtad de Truss a Johnson ha sido clave a la hora de decantar la opinión de los militantes. “Un factor clave es que una gran parte de los miembros –y una buena parte de los diputados también– se oponían completamente a Rishi (Sunak)”, dice un diputado de alto perfil. “A sus ojos, era el hombre que apuñaló a Boris por la espalda. Cuando hablo con diputados me percato de que en realidad hay muy poco entusiasmo por Truss. Todo ha sido 'no puede ser Rishi”.

Incluso los partidarios de Truss reconocen que ha tenido suerte con el momento de la contienda. “Si Rishi hubiera podido optar al liderazgo a finales del año pasado [antes de que salieran a la luz las informaciones sobre sus asuntos fiscales], lo habría conseguido”, dice un exministro. “La situación ha evolucionado desde entonces. Hemos tenido la crisis del coste de la vida y mucha gente consideró que Rishi no estaba dando respuestas. En todo caso, era demasiado escurridizo. Creo que la gente pensó que a este hombre le faltaba autenticidad. Y también tuvo algunos deslices, como la referencia al desayuno de sus hijas en el McDonald's que no está a la venta desde hace dos años. Y también su riqueza, que yo no veía como un problema, pero los afiliados sí. También era evidente que se moría de ganas de ser primer ministro. Muchos tenían la sensación de que había que bajarle los humos”.

Algunos partidarios de Sunak creen que ha habido un componente de racismo latente, aunque no pueden demostrarlo. “Todavía hay algunos que piensan que necesitamos un hombre blanco o una mujer blanca”, dice uno de ellos. Otro diputado señala: “Entre las bases hay un sentimiento de que hay que tener a alguien como nosotros en el gobierno. Está ahí, pero es en gran medida algo subconsciente”.

Truss se presentó más como la candidata optimista. Ofreció esperanza en contraste con la sombría evaluación de Sunak sobre la economía. Mientras que Truss puso los recortes de impuestos en el centro de su campaña, una referencia clave a Thatcher, Sunak insistió en que ahora no era el momento, que ese planteamiento en el clima actual era una economía “de cuento de hadas” que alimentaría la inflación, y que incluso era “inmoral”.

Un ex alto cargo del Gobierno que dimitió por el liderazgo de Johnson y luego apoyó a Sunak opina que, de hecho, Sunak ha sido más directo y honesto, pero le ha costado caro. “Lo que creo que Sunak no entendió es que a la gente le gustan los cuentos de hadas... les encanta que les ofrezcas la luna y no les digas cómo van a tener que pagarla”, dice.

Truss se había reposicionado sobre el Brexit –de una manera que fue objeto de burla por parte de muchos parlamentarios, incluso muchos partidarios del Brexit– como la mujer que había logrado numerosos acuerdos comerciales post-Brexit, a pesar de que la mayoría de ellos eran acuerdos prorrogados de cuando Reino Unido estaba en la UE. “Este tipo de cosas han funcionado. Les daban sentido al Brexit”, dice otro diputado que apoyaba a Sunak. “Podían decir que ella había auspiciado los acuerdos. Todo ello permitió al Daily Express llamarla la superwoman del Brexit”.

Rob Ford, profesor de política en la Universidad de Manchester, cree que Truss ha tenido éxito porque se ha alineado más estrechamente que Sunak con los intereses e instintos de los miembros de la derecha conservadora. “Al principio de la contienda por el liderazgo, mi instinto me decía que el candidato que saliera de las múltiples votaciones de los diputados como abanderado de la derecha sería inmediatamente el favorito para ganar entre la militancia. Liz Truss acabó siendo esa candidata, y ha sido la gran favorita desde el momento en que comenzó la campaña centrada en los afiliados”.

La nostalgia por Johnson

Ford señala que este factor y su lealtad a Johnson han sido claves. “Una parte sustancial, probablemente decisiva, de los afiliados conservadores nunca ha dejado de apoyar a Johnson. La decisión de Truss de no dimitir cuando Johnson cayó en desgracia le ha dado una ventaja decisiva en la batalla con Rishi Sunak, que fue la figura de mayor rango que renunció a su cargo en el Gobierno. Recuperar a los seguidores de Boris siempre fue una lucha ardua para Sunak, cuya temprana salida y sus mordaces críticas al ex primer ministro contribuyeron en gran medida a su caída. Todo lo que Truss ha tenido que hacer es parecer más leal a su predecesor que el traidor de Sunak”.

El diputado conservador Robert Haywood señala que la nostalgia por Johnson creció en las semanas posteriores a su destitución, y Truss ha sacado tajada de ello. “A medida que avanzaba la campaña, se desarrolló un grupo fuerte de leales a Boris para los que Liz se convirtió en la persona en torno a la que aglutinarse, mientras que Rishi era percibido como parte de la brigada de los idus de marzo, de las puñaladas por la espalda”.

Como primera ministra, a Truss se le presentarán una serie de retos de enormes proporciones, entre los que destaca la crisis del coste de la vida, que no tiene parangón en la historia reciente. Habrá que tomar decisiones clave sobre los niveles de ayuda económica que el país puede permitirse. La economía se precipita hacia una profunda recesión y la inflación se dispara, lo que plantea dudas sobre si los recortes fiscales que ha prometido son realmente el camino a seguir.

El apoyo de Truss en el Parlamento es peligrosamente pequeño y bastante inestable. Los miembros de la derecha del partido que la han apoyado querrán ver sus recortes fiscales y sus promesas de adoptar una línea dura con respecto al protocolo de Irlanda del Norte.

El hecho de que se haya hecho con el liderazgo del partido con el apoyo de los aliados de Johnson –así como de él– también la sitúa en una trayectoria de colisión con los partidarios del actual primer ministro si desagrada al ya exlíder tory en alguna de sus primeras decisiones. “En el momento en que los traicione, volverá a ser percibida como la partidaria a la permanencia de la UE”, dice un diputado. Otro apunta que su cercanía a los aliados de Johnson y a las figuras de la derecha del partido la llevaría a cometer “exactamente el mismo error” que May, es decir, dar cargos a personas que se irán y desencadenarán una crisis.

Tan febril y frágil es su apoyo, alegan algunos, que ya hay rumores sobre cuándo y cómo podrían presentarse cartas para una moción interna [contra ella]. Entre los parlamentarios se habla bastante de si llegará o no a las elecciones, un punto de partida insólito antes de que haya empezado a gobernar. Otros creen que la tradicional disciplina del Partido Conservador, especialmente potente cuando se acercan las elecciones, entrará en acción.

“No es muy estable, sobre todo si se ha pasado todo el verano diciendo básicamente a la derecha del partido lo que quiere oír”, dice un diputado. “Espero que su primer acto como primera ministra sea dar marcha atrás en todo eso y anunciar un paquete de ayuda masivo, incluyendo las ayudas de las que dijo estar en contra”.

Traducción de Emma Reverter.