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Marine Le Pen se prepara para protagonizar el siguiente terremoto político en Europa

Angelique Chrisafis

París —

En una de las paredes de la nueva oficina de la líder del Frente Nacional, Marine Le Pen, han colgado el retrato de uno de los tipos más duros de Hollywood, Clint Eastwood.

Aunque a simple vista pueda parecer que el actor y director no es el típico chico de calendario del partido más nacionalista, de extrema derecha y antinmigración de Europa, lo cierto es que Le Pen admira la “valentía” de Eastwood, que votó a Donald Trump en las elecciones presidenciales de Estados Unidos celebradas el mes pasado. Harry El Sucio, al igual que Trump, se ha convertido en un reconfortante símbolo para la extrema derecha francesa, que quiere ocupar una posición de liderazgo en el país. Un Eastwood envejecido pero gruñón señala una rosa azul, el nuevo símbolo de la campaña de Le Pen.

La victoria de Trump ha demostrado que las predicciones fallan y los políticos más importantes de París son conscientes de que Francia podría protagonizar el siguiente terremoto electoral. Si Le Pen gana las elecciones presidenciales francesas que se celebrarán dentro de cinco meses, algo que hasta hace poco parecía imposible, Europa sufrirá la mayor conmoción desde la Segunda Guerra Mundial.

Estas muestras de pánico dejan entrever la sensación de fracaso de los principales partidos de derechas e izquierdas. Durante años han afirmado que el Frente Nacional es un partido peligroso, racista, xenófobo e islamófobo. Sin embargo, no han sido capaces de frenarlo; de hecho, han visto cómo poco a poco iba ganando terreno. Con el objetivo de quedarse con votantes del Frente Nacional, los principales partidos han hecho suyo el discurso de Le Pen en torno a la inmigración y al terrorismo. Sin embargo, y como solía afirmar Jean-Marie Le Pen, el fundador del partido, exparacaidista y padre de Marine, “los votantes prefieren el original, no la copia”.

Con un discurso contra los inmigrantes y que alerta del peligro que representa el islam para Francia al mismo tiempo que promete regresar a la nación Estado e impulsar medidas proteccionistas, Marine Le Pen podría, según los sondeos, llegar hasta la segunda vuelta de las elecciones presidenciales. Sin embargo, los mismos sondeos señalan que no podrá ganar porque un aluvión de “votos útiles” procedentes de la derecha y de la izquierda lo impedirán.

Le Pen afirma sentirse “reconfortada” por la victoria de Donald Trump. Para ella, el triunfo de Trump y el resultado del referéndum del Brexit en el Reino Unido son una prueba del nacimiento de un nuevo orden mundial. Trump es la prueba de que se puede poner a la élite política y mediática en su sitio y que las predicciones de la casta pueden ser erróneas.

“Trump nos ha dado esperanza”

Los votantes del Frente Nacional ya no responden a un estereotipo concreto. No son un nicho de votantes excomunistas y de clase trabajadora de la zona industrial del norte del país o votantes con una situación económica más holgada y de extrema derecha de la Costa Azul. Al igual que Trump, Le Pen es más popular entre los que tienen menos estudios, pero este no es el único factor. Su popularidad ha crecido en aquellas zonas en las que hay más desigualdad social; cuanto más lejos viva una persona de una estación de tren, más alta es la probabilidad de que vote al Frente Nacional. El partido también ha conseguido atraer a los trabajadores de empresas privadas y ahora ha penetrado en todos los estratos de la sociedad; desde pueblos alpinos hasta localidades suburbanas. El partido también se ha ganado el voto de la clase trabajadora de izquierdas y gana terreno en el sector público, que antes tenía una actitud hostil con la extrema derecha. Más de la mitad de policías y soldados votan al Frente Nacional.

Según Joël Gombin, profesor de ciencias políticas de la Universidad de Picardie Jules Verne y experto en movimientos de extrema derecha, a los votantes del Frente Nacional les une el sentimiento de “que el actual sistema político no les representa”. Están hartos de los partidos políticos tradicionales, ya que tienen la sensación de que estos no los han protegido de la crisis económica, los ataques terroristas y de los peligros que, según ellos, conlleva la inmigración.

Francia sigue en estado de emergencia. Teme sufrir nuevos atentados y que, si esto sucede, cambie la intención de voto. El Partido Socialista, impopular y en el Gobierno, todavía no ha elegido a su candidato presidencial y la izquierda está muy dividida.

La nueva sede de Le Pen, ubicada en una de las calles más caras de París y a pocos pasos del palacio presidencial, es una muestra de su creciente confianza.

“Trump nos ha dado esperanza”, explica sonriente Bernard Bradland, un trabajador de 69 años que vive en las afueras de París y que vitoreó a Le Pen en un evento ecuestre. La candidata no dudó en ponerse un sombrero de cowboy y montar a caballo (como descubrió Nicolas Sarkozy tras lucir una camiseta de cowboy y montar un caballo blanco en la región de la Camarga, esta actividad suma votos).

Bradland solía trabajar como mecánico pero cree que las multinacionales terminaron con las pequeñas empresas. Según él, Trump y Le Pen defienden a los “ciudadanos que sufren por culpa de la oligarquía”. “La nación y la familia son la base de todo”, indica. “No podemos abrir nuestras fronteras porque la cultura no es intercambiable. La globalización es como sentarse en el sofá, dejar la puerta abierta y decirle a los vecinos que pueden entrar y llevárselo todo”.

Está por ver si el “efecto Trump” impulsará la campaña de Le Pen. El crecimiento que ha experimentado el Frente Nacional desde que Le Pen tomó el relevo de su padre no tiene precedentes en la historia del partido. En los últimos años ha sido uno de los partidos con mayor número de votos en elecciones municipales y esto le ha permitido autodefinirse como “el primer partido de Francia”. La cifra de cargos electos, desde alcaldes hasta consejeros regionales y, por primera vez, senadores, se ha disparado. Es el partido más votado entre los franceses que tienen entre 18 y 24 años, si bien esta franja de edad probablemente se abstenga en las presidenciales.

Incluso si Le Pen no gana estas elecciones presidenciales, el Frente Nacional podría conseguir un mayor número de parlamentarios (de los dos actuales hasta 60 en las elecciones parlamentarias de junio, lo cual le daría mucho peso en el parlamento).

Similitudes con Trump

La campaña pública de Le Pen para presentar el movimiento xenófobo como una alternativa normal y atractiva es la última estrategia de relaciones públicas de un partido que tiene 45 años de historia. Si bien se ha distanciado, al menos en apariencia, de la imagen militar y antisemita de antaño, ha hecho juegos malabares para conservar algunas de sus ideas más radicales, entre ellas, la noción de que “Francia es para los franceses”, según la cual los nacidos en Francia tendrían preferencia a la hora de acceder a viviendas, obtener prestaciones sociales y conseguir un puesto de trabajo. También ha presentado el islam como la principal amenaza para el país.

El ambiente que se vive en Francia ha jugado a su favor. En los últimos 18 meses, más de 230 personas han muerto en ataques terroristas, 3 millones de personas no tienen trabajo en un país que ha visto cómo las cifras de desempleo no hacen más que aumentar desde hace décadas. Cada vez son más los que están dispuestos a escuchar un discurso que prometa endurecer las medidas de seguridad, promueva la identidad nacional y critique el islam y a los inmigrantes.

Sin embargo, como Le Pen sabe muy bien, muchos votantes aún tienen reparos. “Solo un tercio de la población cree que el Frente Nacional es capaz de gobernar el país y que Le Pen sería capaz de presidirlo”, señala la politóloga y experta en movimientos de extrema derecha Nonna Mayer.

Está por ver si la victoria de Trump puede fortalecer la credibilidad de Le Pen. Tienen un discurso parecido en torno a los inmigrantes, el proteccionismo económico, su distanciamiento de la “casta” y de la clase política tradicional y un supuesto deseo de terminar con la élite y los lobistas. Como a Trump, a Le Pen le gusta Putin.

Sin embargo, hay algunas grandes diferencias. Trump era el candidato del Partido Republicano mientras que Le Pen es la líder de un movimiento secundario. Trump viene del mundo de los negocios y era un político “novato” mientras que Le Pen forma parte de una dinastía política y es la más pequeña de tres hermanas que siempre han hecho campaña junto a su padre y han encarnado la auténtica nación francesa. Ocupa un cargo político desde hace 20 años. Trump hizo comentarios escandalosos durante sus mítines e ignoró la corrección política de su partido. En cambio, Le Pen ha moderado el tono de su discurso para captar al votante de los partidos tradicionales.

El padre de Marine Le Pen solía interpretar el mismo papel que Trump; con un discurso crítico e indignado. Sin embargo, la hija ha terminado con los gritos y, de hecho, expulsó a su padre del partido después de una intensa disputa causada porque el hombre negaba el Holocausto. “Le Pen no pertenece al sistema y ahora intenta apropiarse del discurso y los códigos de los partidos tradicionales. Trump es alguien que pertenece al sistema pero que se presenta como ajeno a él”, indica Gombin.

La diferencia clave entre Trump y le Pen radica en el sistema electoral estadounidense y francés. El presidente francés ostenta el mayor grado de poder ejecutivo de cualquier democracia occidental y es elegido a través de un sistema electoral a dos vueltas. En la última vuelta solo quedan dos candidatos y el ganador debe conseguir más del 50% del voto popular. En Estados Unidos el presidente es elegido a través del sistema de colegio electoral y Trump ganó con el 46% del voto popular. En Francia no se consideraría un ganador.

“No diré que es imposible pero es extremadamente improbable”, afirma Gombin en referencia a la posibilidad de que Le Pen gane las elecciones presidenciales francesas en 2017. Este partido no tiene ningún aliado con el que sumar fuerzas en la segunda vuelta y en el pasado el voto útil procedente de otros partidos ya ha conseguido frenar su ascenso.

Cuando en las elecciones presidenciales de 2002 Jean-Marie Le Pen consiguió llegar a la segunda vuelta, causó una gran conmoción. Cayó fulminado cuando el 82% de los electores votó a Jacques Chirac. En esta ocasión, que Marine Le Pen pasara a la segunda vuelta no sería una sorpresa y el resultado podría ser más ajustado.

El principal reto del equipo de Le Pen es atraer a nuevos votantes; especialmente, votantes mayores. En general, los electores de más de 60 años no se abstienen pero, a diferencia de lo que pasó en Estados Unidos, en Francia esta franja de edad es la que ve a Le Pen con mayor recelo. Les preocupa que su victoria lleve a una situación de caos y también qué pasaría con sus ahorros si Le Pen decide salir de la zona euro.

“Podemos conseguir que lo imposible sea posible”

Louis Aliot es un diputado del Frente Nacional del sudoeste de Francia y uno de los líderes del partido. Es la pareja de Le Pen desde hace siete años. Si lo comparamos con las parejas de otros candidatos, como por ejemplo la esposa galesa del candidato de derechas François Fillon o con la esposa del candidato independiente Emmanuel Macron, que tiene 24 años más que él y que lo conoció porque era su profesora en el instituto, Aliot aparece menos en las revistas del corazón y puede trabajar sin que lo persigan los fotógrafos. Le Pen, que se ha divorciado en dos ocasiones, no suele hablar de su vida privada, si bien en una ocasión colgó una selfie en la que se la veía besando a Aliot para desmentir que pasaban por una crisis, como aseguraba una revista.

Aliot indica que la victoria de Trump demostró que las predicciones de la casta no eran correctas y que esto animaba al equipo de Le Pen. “La gente se ha percatado de que cuando todos los medios, la élite y los empresarios demonizan a un candidato e intentan manipular los sondeos, al final aflora la verdad”, afirma: “La gente piensa…'dijeron que no ganaría y lo ha hecho', y se dan cuenta de que otro candidato también puede conseguirlo. Cambia la forma de pensar de la gente”.

La pregunta clave es contra quien se enfrentará Le Pen si consigue llegar a la segunda vuelta. Los sondeos señalan que probablemente sería François Fillon, el exprimer ministro de Sarkozy y candidato de Los Republicanos. Los valores conservadores de Fillon en lo relativo a la familia y sus ideas muy escoradas a la derecha, así como sus declaraciones en torno a “las raíces cristianas de Francia”, su énfasis en el “patriotismo”, sus críticas en torno a la inmigración y al islam y su agenda de política extranjera “pro-Putin” coinciden en gran medida con el programa de Le Pen. Esto representa un peligro para la candidata.

Sin embargo, Fillon se confiesa un seguidor de las ideas de Margaret Thatcher. Apuesta por el libre mercado y por suprimir puestos de funcionarios. Esto podría dar una ventaja a Le Pen, que ha prometido un Estado proteccionista y defender a los más vulnerables de los abusos de las clases privilegiadas que votan a Fillon. “Sinceramente, para nosotros Fillon es una posibilidad mejor que otras”, indica Aliot, que avanza que algunas de las medidas propuestas por Fillon lo convierten en un candidato “repulsivo” para los votantes de izquierdas, que aunque quieran frenar el ascenso de Le Pen no van a dar un voto al candidato.

“Creo que Le Pen no puede conseguir más del 50% de los votos, como exige el sistema electoral francés, pero eso no significa que ella no tenga motivos para estar esperanzada”, indica Jean-Yves Camus, director del Observatorio de Radicalismo Político de la Fundación Jean Jaurès en París: “Para Le Pen, el voto de las mujeres es clave”.

Le Pen ha conseguido atraer a más mujeres, a diferencia de su padre, cuya base de votantes estaba formada mayoritariamente por hombres.

“La mayoría de mujeres que votan al Frente Nacional son dependientas, también cajeras”, señala Camus: “Tal vez su situación laboral sea precaria, tienen contratos temporales, salarios bajos, pocos estudios, son madres solteras, es decir, el tipo de persona que ha sufrido más durante la crisis económica”.

Uno de los principales mensajes que ha lanzado Le Pen durante la campaña es que el islam hace peligrar los derechos de las mujeres en Francia y que su simple presencia ya limita las libertades de las mujeres. Ha mantenido una actitud deliberadamente permisiva en torno al aborto con el objetivo de atraer nuevos votos de mujeres. Sin embargo, esta actitud ha generado incomodidad dentro de la familia Le Pen y ha abierto una brecha en el partido.

Marion Maréchal-Le Pen, la sobrina más católica, con valores sociales más conservadores y más de derechas, es contraria al aborto y lo dice sin tapujos. A sus 27 años, es la parlamentaria más joven de Francia, es extremadamente popular entre los votantes creyentes y tiene ambiciones políticas. Ella preferiría que el partido volviera a apostar por un discurso más duro, aprovechara su legado de extrema derecha y apostara por el conservadurismo social religioso. En cambio, su tía cree que, para ganar, el partido debe atraer a un segmento de votantes de izquierdas que es clave y que, para hacerlo, debe moderar el tono de su mensaje. La tensión entre las dos mujeres podría ser una de las principales dificultades de esta campaña.

El Frente Nacional tiene problemas. Tiene que lidiar con una investigación legal en torno a supuestas irregularidades en la financiación de la campaña. El partido niega estas acusaciones pero sus rivales no darán el caso por cerrado. Como ha señalado el politólogo holandés Cas Mudde, “desde el fin de la segunda guerra mundial, ningún candidato populista de extrema derecha ha conseguido ganar por mayoría en una democracia”.

Sin embargo, a Le Pen, que quedó en tercer lugar en las últimas elecciones presidenciales con más de 6 millones de votos, le gustan los retos. “Se prepara para una dura batalla”, afirma Aliot. La rosa azul de Eastwood encarna su nuevo lema; algo que la naturaleza no puede crear pero que, sin embargo, existe. “Podemos conseguir que lo imposible sea posible”.

Traducido por Emma Reverter