En Praga, en un impresionante castillo del siglo XIX que alguna vez fue sede del poder de emperadores romanos, Miloš Zeman tiene una preocupación prosaica que contrasta con la magnificencia del entorno.
“¿Usted fuma?”, pregunta el presidente de la República Checa, encendiendo el primero de los varios cigarros que fumará durante la entrevista con the Guardian en la lujosa residencia oficial con vistas a la ciudad.
“Desafortunadamente los fumadores somos una minoría discriminada y se nos persigue en todos los hoteles, todos los restaurantes, en todas partes”, continúa indignado, defendiendo el hábito que él mismo alguna vez calificó de “inofensivo” si no se inicia antes de los 27 años. “Es como la Ley Seca que tuvo Estados Unidos. El whisky salía mucho más caro y era de mala calidad. Y ahora prohíben fumar”.
La contradictoria ortodoxia científica moderna está a años luz de la autoridad moral que emanaba uno de sus predecesores, Václav Havel, un antiguo disidente anti-comunista que llegó a ser el primer presidente de la República Checa después de su separación de Checoslovaquia en 1992.
Fiel a las costumbres y a los pasatiempos
Esta imperturbable defensa de las costumbres tradicionales y los pasatiempos populares es característica de Zeman, que fue elegido presidente en las primeras elecciones directas del país en 2013.
El año pasado el presidente, cuyo gusto por la bebida es conocido –hasta el punto de haberse presentado ebrio en público en varias ocasiones–, generó polémica al desearle “la muerte a los abstemios y a los vegetarianos” durante una reunión con enólogos.
Su portavoz aclaró que el presidente se refería a Adolf Hitler, famoso abstemio que no comía carne. Como sea, Zeman se volvió sin dudas muy popular entre sus seguidores de la clase trabajadora que habitan predominantemente en provincias alejadas de la culta y cosmopolita Praga.
Esta sencilla rusticidad resuena aún más fuerte más allá de las fronteras de la República Checa y puede tener importantes consecuencias en el futuro de Europa. Toca una fibra sensible en las vecinas Eslovaquia, Hungría y Polonia, que –junto con la República Checa– conforman el Grupo Visegrád. Cuando este viernes se reúnan todos los miembros de la UE en Bratislava, la capital eslovaca, para la primer cumbre desde el Brexit, se espera que este potente populismo de Europa del Este se haga notar.
Porque además Zeman parece estar más a gusto que nunca cuando expresa su negativa a aceptar refugiados musulmanes de Siria o de cualquier otro sitio para aliviar la crisis migratoria en Europa.
El presidente checo ha hecho un fusilamiento retórico de los inmigrantes musulmanes tan brutal que deja a otros anti-islámicos como Robert Fico, el primer ministro eslovaco, o incluso Viktor Orbán, el primer ministro húngaro que hará un referéndum el mes que viene para establecer si la población acepta o rechaza a los inmigrantes, como bebés de pecho.
Zeman ha advertido que la República Checa, hogar de sólo 3.500 musulmanes en una población de 10,5 millones de personas según cifras oficiales, podría ser objetivo de un atentado yihadista y alentó a los checos a que se armen contra lo que él definió como un posible “súper holocausto”. Su preocupación al parecer llevó a la introducción sin precedentes de detectores de metales para examinar a los turistas que visitan el castillo de Praga.
Socialdemócrata y comunista
El mensaje alarmista es especialmente llamativo porque, al contrario de la mayoría de los políticos anti-inmigrantes de Europa Occidental, Zeman (de 71 años) es social-demócrata (y excomunista) más que de derechas, y además a la República Checa no ha llegado la cantidad de refugiados que sí pasaron por las vecinas Austria y Hungría en su camino hacia Alemania.
Zeman ha sumado urgencia –y popularidad– al oponerse de forma agresiva a la propuesta de repartir refugiados por Europa según un sistema de cuotas, y se lo manifestó con vehemencia a la canciller alemana Angela Merkel durante su visita a Praga el mes pasado.
“Lo primero que le dije a la señora canciller cuando la vi fue: 'Si tú invitas a alguien a tu casa, no lo envíes a comer a donde los vecinos'. Estuve muy educado, ¿verdad?”, relató Zeman en inglés, utilizando un tono apabullantemente paternalista para esconder sus autoritarias afirmaciones. La líder alemana le respondió con una simple sonrisa, dice él.
Pero hay pocas razones para sonreír cuando Zeman empieza a hablar de lo que él ve como la amenaza del radicalismo islámico y de incluso los musulmanes “moderados”, que según él podrían radicalizarse y cometer atentados terroristas, así como el pueblo alemán alguna vez llegó a fanatizarse y apoyar a Hitler.
“En los años 30, la mayoría de los alemanes eran gente decente, la nación de Goethe y Schiller y muchos más,” afirma. “En pocos años se convirtieron en nazis. Y la radicalización de la población musulmana moderada podría ser un caso como el alemán. Podría incluso resultar más fácil que la radicalización alemana, porque estamos hablando de una ideología radical basada en una religión”.
Cuando se le pide que intente justificar por qué aplica este pensamiento también a musulmanes seculares y no practicantes, Zeman cita a un antiguo ministro de Educación checo que llamó al islam “la religión de la muerte” y apunta a lo que él dice son las enseñanzas del Corán.
“Tú podrías decirme que la migración islámica está compuesta por personas pacíficas. Déjame darte un ejemplo. La actitud del islam –y no hablo de los yihadistas, sino del islam– hacia las mujeres, que conforman la mitad de la población. Como sabes, el Corán considera a la mujer algo como la mitad de un hombre”.
El Donald Trump checo
El lenguaje desmedido, y para algunos tremendamente ofensivo, de Zeman le ha valido acusaciones de populista e inevitables comparaciones con el candidato republicano a la presidencia de Estados Unidos, Donald Trump. Él contraataca citando a Winston Churchill.
“Winston Churchill siempre fue populista y tenía razón. Y todos los que lo criticaban estaban equivocados,” afirma Zeman. “¿Qué significa ser populista? Es un eslogan, una etiqueta, nada más.”
Las críticas también apuntan al euroescepticismo del presidente, manifiesto en sus acusaciones contra las sanciones de la UE a Rusia por su anexión de Crimea. Zeman ha pedido referendos sobre la permanencia de la República Checa en la UE y la OTAN, mientras advierte que él defendería permanecer en ambos.
La necesidad del país de permanecer en la UE, a la cual se unió en 2004, está justificada por el “dinero, dinero, dinero”, dice, antes de comenzar una breve pero desentonada versión del clásico de ABBA. “Mi explicación cínica es que no somos pagadores netos en la UE. Nos dan muchísimos subsidios de los fondos europeos,” aclara. “No es la misma situación del Reino Unido, claro está”.
Sin embargo, advierte que la UE no sobrevivirá al Brexit sin provocar más deserciones a menos que haya un cambio de liderazgo y una reforma radical para cortar de raíz “directrices sin sentido”.
La UE, dice, es como el tren destartalado de un chiste soviético sobre el colapso del comunismo. “La tercera parte del chiste tiene a Brezhnev a bordo del tren”, explica. “Y dice, ‘camaradas, si el tren se detiene, cerraremos las cortinas y fingiremos que el tren sigue andando’. La UE es como la tercera parte de este chiste. Quieren cerrar las cortinas del tren y fingir que sin ningún cambio de estrategia, el tren sigue andando”.
Entonces el presidente quiere concluir la entrevista, pero duda al ver que no se ha acabado el último cigarro, lo que le da tiempo para reflexionar sobre el impacto del Brexit en el Reino Unido.
“Que viva Gran Bretaña. Pero me pregunto si Escocia seguirá siendo parte de Gran Bretaña”, reflexiona.
¿Cree que el “Divorcio de terciopelo” de Checoslovaquia, que dio lugar a la República Checa y Eslovaquia, puede ser un ejemplo para el Reino Unido y una posible Escocia independiente? “No os deseo un aislamiento espléndido. El aislamiento es espléndido a largo plazo, pero ya sabes lo que decía Keynes: a largo plazo, estaremos todos muertos. Adiós”.
Traducido por Lucía Balducci