Este domingo, en solo 12 horas, el estado de ánimo pareció cambiar drásticamente en el bando del primer ministro británico, Boris Johnson. Días antes, los ministros de su gabinete habían pronosticado con confianza que no se celebraría ninguna moción, e incluso informaron de los nombres de algunos de los críticos más acérrimos del primer ministro, a los que esperaban convencer.
Incluso en los programas del domingo por la mañana, el ministro de Transportes, Grant Shapps, que era el “hombre de los números” de Johnson y que manejaba sofisticadas hojas de cálculo para rastrear los apoyos a su campaña de liderazgo del partido, dijo que no esperaba esa votación.
Pero más tarde, esa misma noche, el secretario de Economía, Paul Scully, prácticamente admitió que se produciría. Eran necesarias 54 cartas de censura para desencadenar una votación y el peso de los números estaba en contra del primer ministro. En total, 50 diputados conservadores han criticado públicamente la posición de Johnson sin decir expresamente que debería seguir en el puesto dadas las circunstancias.
Otros 36 no habían hecho declaraciones públicas desde el informe de Sue Gray sobre el escándalo 'partygate', pero habían sugerido previamente a sus votantes que tomarían su decisión basándose en sus conclusiones.
Graham Brady, el jefe del Comité 1922 —que agrupa a los diputados conservadores que no tienen ministerios—, no es un hombre que llame a los bomberos a la primera señal de humo. Cuando supervisó la votación interna contra Theresa May dijo que el umbral de cartas para desencadenarla estaba viendo “tráfico en ambas direcciones”: la gente ponía cartas y también las retiraba.
Pero Brady llamó a May -y cabe suponer que también a Johnson- cuando consideró que se había superado claramente el umbral, a pesar de que algunas cartas se habían retirado.
Caída en picado
Incluso si Johnson gana la confianza de los diputados este lunes por la noche, como él espera, la caída en picado ha sido extraordinaria. Hace apenas tres años y medio que los conservadores forzaron la última moción de confianza contra su líder. Desde entonces, Johnson ganó el liderazgo 'tory' con el respaldo arrollador de los diputados conservadores en el Parlamento y de los miembros del partido.
A continuación, se aseguró una victoria electoral aplastante: una mayoría de 80 escaños tras una época de coaliciones profundamente imprevisibles y mayorías minúsculas. Sacó a Reino Unido de la Unión Europea, la culminación de un proyecto que había sido el deseo más febril de muchos de sus partidarios.
Sin embargo, tal vez solo este primer ministro podría haber dilapidado todo eso tan rápidamente: el 'partygate' encapsuló un sentimiento de “una norma para ellos” que ha sido el aura constante a lo largo de la carrera política de Johnson. Fue arrogante con la verdad. Vaciló en la toma de decisiones difíciles. Su trabajo en Downing Street era caótico. Su cumplimiento de las promesas clave fue escaso.
Ahora sus críticos van desde los más predecibles exministros destituidos hasta los acérrimos del Brexit que tramaron la destitución de su predecesora; desde los “red wallers” de 2019 [en referencia a los tradicionales votantes laboristas que votaron por Johnson en 2019], hasta los presidentes de comisiones y los escépticos del confinamiento por la COVID-19.
Lastre electoral
Las probabilidades de que el primer ministro convenza a la mayoría de los diputados conservadores para que lo mantengan siguen siendo altas. Su mejor oportunidad es ponerse en modo campaña, donde se siente más cómodo, y convencer a los diputados de que es un ganador. Pero los rebeldes se están organizando mejor. Este domingo por la noche circuló entre los diputados un documento informativo en el que se exponían los motivos por los que Johnson es ahora un lastre electoral.
La línea más fulminante es que los abucheos a Johnson durante las celebraciones del Jubileo de Platino de la Reina “no nos dicen nada que no digan los datos” y que ningún grupo social encuestado dice confiar en el primer ministro.
Otro punto dice que “todo el propósito del Gobierno parece ser ahora el mantenimiento de Boris Johnson como primer ministro”, señalando sus valoraciones personales negativas y diciendo que “defender lo indefendible” no es proteger al partido, sino a un hombre.
Esa será la pregunta presente en la mente de la mayoría de los diputados conservadores esta noche cuando voten.
Traducción de Lara Lema