“Algunas mujeres desobedecen”, la campaña que desafía a la Iglesia para que haya mujeres sacerdote

Stephanie Kirchgaessner

Roma —

Ya han pasado 22 años desde que el Papa Juan Pablo II declaró que la exclusión de las mujeres del sacerdocio era un tema cerrado y sin lugar para el debate. El decreto fue tan absoluto que años más tarde al menos un obispo fue destituido luego de que sugiriera que promover la ordenación sacerdotal de las mujeres podría ser uno de los caminos para resolver el problema crónico de falta de vocaciones que sufre la Iglesia católica apostólica romana.

Pero este viernes, miles de sacerdotes y otros católicos que viven y trabajan en el Vaticano se han encontrado cara a cara con un movimiento feminista que busca terminar con uno de los tabúes más célebres de la Iglesia. Como parte de una provocadora campaña contra la prohibición, se colocaron decenas de carteles por todo el barrio romano de Trastevere y los alrededores de la Plaza de San Pedro, con imágenes de mujeres que ofician de sacerdotes de manera ilícita (en esencia, excomulgadas).

En uno de esos carteles se puede ver a la ex monja Michele Birch-Conery, ahora convertida en obispo contra las leyes de la Iglesia, con una blusa púrpura, un crucifijo en el cuello y bebiendo de un cáliz. Sobre su imagen, una frase en italiano: Alcune donne disobbediscono (Algunas mujeres desobedecen).

El encuentro es organizado como parte de un “jubileo para mujeres sacerdotes” (una conferencia no reconocida por el Vaticano que coincide con el jubileo oficial para sacerdotes) por la Conferencia para la Ordenación de las Mujeres (WOC). Según Kate McElwee, la directora ejecutiva adjunta de WOC, el objetivo de la campaña es homenajear a las mujeres sacerdote de todo el mundo. 

Para McElwee, este evento podría ser un disparador para abrir un diálogo con la Iglesia sobre la igualdad de la mujer, una cuestión que según ella es el “verdadero punto flaco del Papa Francisco”.

Los carteles tienen un metro de alto y se exhibirán con prominencia por toda la ciudad de Roma, cuyas autoridades han accedido a su difusión. Según los organizadores del evento, dentro del gobierno de la ciudad tienen a un partidario entusiasta. Roma ha prometido reservar un “buen espacio” para los carteles, aunque en el período previo a las elecciones de alcalde haya mucha competencia con la propaganda política.

Según McElwee, en todo el mundo hay alrededor de 150 mujeres sacerdote, en rebeldía con la Iglesia. Muchas de ellas se ordenaron luego de que se promoviera al sacerdocio a un grupo de siete mujeres, las siete del Danubio, que en 2002 recibieron el sacramento de manera ilegal por parte de un obispo argentino.

Reconciliarse con la Iglesia 

Los carteles son obra de la fotógrafa italiana Giulia Bianchi. Su interés en el tema surgió en 2012, cuando la contactó la mujer sacerdote Diane Dougherty. Dougherty sabía que Bianchi buscaba temas feministas para sus fotografías y que tenía interés en la espiritualidad.

“Me llamó y su entusiasmo era increíble. Me dijo que ella era una católica apostólica romana que trabajaba con personas transgénero y pensé: ‘Dios mío, eso es increíble’”, cuenta Bianchi. “Yo fui criada como católica, sé que no existe ninguna mujer sacerdote y que no aceptan a los gays. ¿Una persona transgénero? ¿Qué demonios está haciendo?” Según Bianchi, el encuentro con Dougherty la ayudó a reparar a la “niña católica que había en su interior”. “Todo el dolor y las heridas que me provocó la Iglesia oficial”.

Bianchi asegura que “fue una experiencia muy fuerte y quería saber más sobre el tema”. Así que la fotógrafa viajó para conocer y retratar a 70 mujeres sacerdote, cuyas imágenes e historias está recopilando para un libro. “Antes que nada, debo decir que creo que la igualdad espiritual es muy importante. Si soy menos divino que un hombre, si para Dios no tengo el mismo valor que un hombre, eso me hace una persona de segunda clase. Creo que espiritualmente es devastador”, dijo Bianchi.

“Yo solo quiero que la gente sienta inspiración. No quiero hacer enfadar a nadie. No quería que la muestra se viera como activismo. Me gusta imaginar a la gente preguntándose cosas después de pasar cerca de los carteles”.

La campaña sale a la luz apenas unas semanas después de que el Papa Francisco propusiera la idea de que, en un futuro cercano, las mujeres se ordenen como diáconos (un escalafón por debajo del de sacerdote). Una posibilidad que, de acuerdo con Francisco, debería estudiarse más. 

McElwee cree que cualquier movimiento que permita a las mujeres ordenarse como diácono lógicamente deja la puerta abierta para que también puedan ordenarse como sacerdote, incluso aunque tengan que pasar otros 100 años más. En el pasado, Francisco había insistido en que esa puerta estaba “cerrada”. 

¿Y cómo se sobrelleva una vida dedicada a una misión aparentemente imposible? Según McElwee, depositando la fe en las plegarias. “Nosotras sostenemos que somos la Iglesia y que no es solo el Vaticano”. Según Bianchi y McElwee, en Italia las imágenes pueden parecer particularmente chocantes y subversivas. Para Bianchi, las mujeres sacerdotes pueden ser vistas con desagrado, como un fenómeno de “estadounidenses chiflados”.

De acuerdo con McElwee, mientras que en Estados Unidos hay una fuerte tradición de monjas “radicales”, con voz en la Iglesia católica de ese país, las monjas italianas siguen siendo distantes y recluidas. Según dicen, todavía hoy algunas siguen planchando las camisas de los curas. 

McElwee es consciente de que sus colegas feministas no están especialmente preocupadas por el papel de la mujer dentro la Iglesia católica. Pero según ella, el avance de la igualdad dentro de la Iglesia podría tener un efecto transformador en todas las instituciones relacionadas, entre ellas las miles de escuelas católicas que educan niñas.

La idea inicial de Bianchi y McElwee era simplemente exhibir las imágenes en un exconvento convertido en centro de exposiciones. Pero a la fotógrafa y artista no le gustaba la idea. “Muchas de las mujeres solían ser monjas en un convento y se fueron. Y mi pensamiento fue: 'No puedo volver a ponerlas en un convento'”, explica. La fotógrafa insistió en sacarlas a la calle, donde todos las puedan ver. 

Traducción de Francisco de Zárate