Es la hora del recreo en una escuela de secundaria de la zona rural de Bretaña y los adolescentes se apiñan para charlar animadamente en el patio. Dos estudiantes de 15 años están sentados y leen una novela y otros juegan al fútbol o al pilla pilla. Un chico hace flexiones.
El bullicio y la actividad contrastan con el silencio que reina en los patios de la mayoría de escuelas secundarias de Francia, ya que los alumnos están pendientes de sus teléfonos móviles. En La Gautrais, nadie mira Instagram, Snapchat o YouTube. Se han prohibido los teléfonos móviles y no parece que nadie los eche en falta.
“Tengo teléfono móvil pero lo dejo en casa y la verdad es que no tengo la necesidad de utilizarlo”, explica una estudiante de 14 años que luce una chaqueta vaquera. “Tampoco me abalanzo sobre el teléfono cuando llego a casa. Lo primero que hago es comer algo. Luego hablo con mi madre, hago los deberes y más tarde, pero solo si espero un mensaje importante, cojo el teléfono”.
Dos de sus amigas ni siquiera tienen teléfono móvil. “La verdad es que no los necesitamos porque nos pasamos el día hablando, charlamos todo el rato, probablemente demasiado, y somos muy buenas amigas”, explica una de ellas.
El centro de secundaria de La Gautrais, en la localidad de Plouasne, prohibió el uso de móviles en sus instalaciones hace cuatro años, mucho antes de que el presidente de Francia, Emmanuel Macron, hiciera la promesa electoral de prohibir que los niños puedan llevar teléfonos móviles a la escuela en un intento de “desintoxicar” a unos adolescentes crecientemente adictos a las pantallas.
A partir de septiembre, en Francia estarán prohibidos los teléfonos móviles en las guarderías y las escuelas de primaria y de secundaria. Se calcula que más del 90% de los estudiantes franceses de entre 12 y 17 años tienen teléfono móvil. De hecho, en Francia los alumnos ya no pueden utilizar sin permiso un dispositivo móvil cuando están en clase. Sin embargo, como ocurre en el Reino Unido, hasta ahora la decisión de limitar el uso de los dispositivos durante el recreo ha recaído en los profesores.
Más contacto y empatía
Los 290 alumnos de La Gautrais de entre 12 y 16 años viven en alguno de los pueblos de esta zona agrícola. Desde que se prohibieron los teléfonos móviles, los profesores se han percatado de que los estudiantes tienen más contacto entre ellos, así como más empatía y muestran más ganas de aprender cuando empieza la clase.
“Vemos menos 'ataques de cólera por desconexión' porque ya no tienen que dejar de jugar con sus dispositivos móviles cuando termina el recreo para prestar atención en clase”, señala.
“El hecho de no poder utilizar el teléfono en la escuela les permite desconectar de las redes sociales y algunos niños nos han hecho saber que lo agradecen”, explica un profesor, Yves Koziel. “En las redes sociales las relaciones se simplifican y se intensifican en extremo y esto puede crear conflictos, incluso formas de acoso escolar. Les estamos evitando estos problemas, al menos durante el día. Estamos cortando el cordón umbilical y les ofrecemos un momento de tranquilidad”.
Koziel explica que le encanta ver cómo los chicos vuelven a hacer actividades normales, como charlar, jugar y participar en actividades o clubes de danza o de ganchillo: “Creo que los estudiantes tienen una mayor disponibilidad para relacionarse cuando están obligados a hablar los unos con los otros”.
Poner en práctica esta medida no ha sido difícil. Los alumnos apagan sus teléfonos y los dejan en las mochilas. Desde que entró en vigor, los profesores han confiscado menos de diez teléfonos por año.
“En las escuelas donde había trabajado antes, a veces los teléfonos estaban en los estuches, otras veces los alumnos los tenían en el regazo y constantemente los miraban y mandaban mensajes”, indica Laura Floch, una profesora de inglés. “Aquí los teléfonos no son un problema”.
En marzo, Floch se llevó a un grupo de quince alumnos a Londres y se quedaron cinco días en la ciudad. Entre otras actividades, visitaron el Museo Británico y el Museo de Londres. Se prohibió a los alumnos utilizar los teléfonos móviles durante el día o durante las visitas, salvo para tomar fotos, y se les permitió utilizarlo cuando terminaba la jornada y empezaba su tiempo libre.
“Sabían que eran unas condiciones justas y las aceptaron. Sin embargo, pude ver otros grupos de estudiantes franceses que también fueron a los mismos museos y que estaban sentados en los bancos pendientes de sus teléfonos móviles durante toda la visita”, explica la profesora.
Sentado con sus amigos durante el recreo, Anatole Desriac, que con 15 años acaba de hacerse con su primer teléfono móvil, afirma que está de acuerdo con la medida: “Cuando estoy con mis amigos, prefiero tener una conversación de verdad. Si todos estuviésemos pendientes de nuestros móviles, solo podríamos hablar de lo que vemos en nuestras pantallas en vez de escucharnos los unos a los otros”.
Él y sus amigos usan los teléfonos para escuchar rap francés en los largos trayectos de autobús.
Cuando están en casa, jugar con la PlayStation o Fortnite es tan atractivo como el teléfono pero sus padres han limitado el tiempo que puede estar delante de una pantalla.
Aprender a usar los dispositivos
“Aprender a utilizar estos dispositivos con moderación es parte de la vida”, indica Christian-Steven Kitoko, de 16 años.
La madre de Desriac, Nicole Lefeuvre, una bibliotecaria, indica que los niños y los padres suelen estar de acuerdo con el hecho de que no utilizar los teléfonos en la escuela es una buena idea: “Para los padres de los adolescentes ya es suficientemente complicado tener que negociar en casa el tiempo que sus hijos pueden pasar delante de una pantalla”.
En su caso, no permite a sus hijos tener teléfono móvil antes de que cumplan los 15 años, ni estar con el teléfono móvil en la habitación, ni estar delante de la pantalla los jueves y los festivos, ya que quiere que lean novelas, cómics o revistas.
Explica que una de las grandes preocupaciones de los alumnos de menos de 14 años es romper su teléfono móvil durante el recreo, o que les caiga dentro del agua, así que agradecen poderlo dejar en casa, aunque solo sea por motivos de seguridad.
Una chica de 16 años explica que no le importa apagar su teléfono móvil aunque reconoce que tiene cierta dependencia. “Tengo que saber que lo tengo conmigo, lo guardo en el bolsillo de mi chaqueta y lo toco a menudo. Cuando no lo tengo siento que me falta algo”, admite.
En Bourges, en el centro de Francia, Jean-Claude Chevalier, director de la escuela secundaria de Littré, que tiene 600 alumnos, también ha prohibido este año el uso de teléfonos móviles durante el recreo ya que no le gustaba el ambiente que se respiraba en el patio.
“A los profesores les sorprendía ver a cientos de alumnos sentados, mirando las pantallas de sus dispositivos y sin relacionarse entre ellos. Comportó una pérdida de empatía, ya que los chicos utilizan un lenguaje mucho más duro cuando se relacionan a través de las nuevas tecnologías. La medida generó unos temores que no se han materializado. Pensamos que tal vez habría un aumento de episodios violentos en el patio pero no ha sido el caso. Ahora los alumnos hablan más los unos con los otros y el patio es un sitio con mucha más actividad”.
“También pensábamos que tendríamos que confiscar decenas de teléfonos todos los días pero lo cierto es que las confiscaciones han disminuido. Asimismo, creíamos que los aseos estarían llenos de alumnos consultando sus teléfonos móviles a escondidas pero esto tampoco ha sucedido”.
“Lo que sí hemos visto es que los alumnos parecen tener menos adicción a sus teléfonos móviles”, puntualiza.
Traducido por Emma Reverter