En Nueva Zelanda, la caja de galletas es el regalo habitual que uno lleva a las comidas de navidad o cuando visita a las amistades. Ahora, en este país tan dado a la informalidad y las soluciones prácticas, esa caja se ha convertido también en uno de los pilares de su democracia.
Los diputados pueden proponer personalmente propuestas de ley para que sean debatidas en la cámara. Las proposiciones quedan registradas en fichas de plástico que se introducen en una caja de galletas de hace 30 años, que muestra un trozo de papel amarillo y arrugado, pegado con celofán y en el que puede leerse: “Propuestas de los diputados”.
Cada ficha representa una proposición de ley y cuando el orden del día lo permite, un funcionario del parlamento saca una, la elegida por la suerte, para su debate. Trevor Mallard, presidente del Parlamento neozelandés, dice que si usan la caja es porque “era lo que teníamos a mano en su día” y sí, originalmente “estuvo llena de galletas”.
La caja de galletas comenzó a jugar el papel que hoy tiene tras una reforma del reglamento parlamentario en la década de los 80 que modificó el modo de selección de las proposiciones de ley. Pasaron de una lista a una especie de urna. A la caja.
Mallard añade que “el método buscaba aleatoriedad y que temas de relativa actualidad tuvieran alguna opción de entrar en el debate”. Recogerlas en una lista no había funcionado, no era eficiente. La mayor parte de las proposiciones no llegaban nunca al pleno. Para justificarse añade que “hace 30 años las máquinas con capacidad de generar números aleatorios no eran tan habituales como ahora y [la caja] resultó útil”.
Todo esto ha llegado a ocupar espacio y atención en los medios tras un tuit de la cuenta oficial del Parlamento recogido y convertido en noticia de interés general por la BBC. El tuit decía: “Finalmente, nuestro sofisticado instrumento para la aleatoriedad logra el reconocimiento internacional que se merece”.
La caja oficial duerme su espera en una oficina del Parlamento. “No es que esté en un lugar al que puede acceder todo el mundo pero tampoco está en una caja de seguridad”, dice Mallard.
Nueva Zelanda se caracteriza por su legislación progresista. Suele aprobar leyes referidas a cuestiones que suscitan intensos debates mucho antes que otros países occidentales. Algunos de estos temas, sólo llegan a ser aprobados tras ser seleccionados aleatoriamente de entre las fichas que bailan en el interior de una caja de galletas. Entre ellos, la ley de igualdad en el matrimonio, aprobada en 2013 o la ley de eutanasia, que será sometida a referéndum en 2020.
Mallard explica que “los gobiernos rechazan a menudo llevar la delantera en cuestiones referidas al cambio social pero suele haber miembros del Parlamento listos para asomar la cabeza y hacer lo que creen correcto en este tipo de temas. La cuestión probabilística aumenta sus posibilidades de lograrlo”.
Aunque la caja parece deteriorada, no hay planes para sustituirla. “Fue diseñada para que las galletas siguieran frescas y no veo que el tiempo corra contra ella en al menos cien años más”, concluye Mallard.
Traducido por Alberto Arce